Puro capricho

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Chuuya sólo necesita una noche con Dazai para perdonarle todo.


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La profunda noche de Yokohama, una misión difícil, un desacuerdo y uno de los símbolos más reconocidos de la ciudad; la noria.

Sobre ella, en el techo de una de las cabinas más altas, se encontraba Osamu Dazai, el ejecutivo prodigio más joven de la Port Mafia, el que hacía y deshacía —a su gusto— cualquier circunstancia sin ningún tipo de esfuerzo, sólo le costaba un suspiro y un chasquido de lengua, como si fuera una molestia realizar su trabajo. En su interior todo era un drama, una tortura sofocante. Sin embargo en el exterior mostraba un rostro inmutable, una mirada filosa, una voz tan controlada que causaba escalofríos en cualquiera que se atreviera a cuestionarlo y, por supuesto, la única excepción a esto era su compañero de equipo, Chuuya Nakahara, quien ahora estaba molesto, sentado sobre el frío material de la cabina.

Chuuya buscaba calma donde no lo había, no importaba si frente a sus ojos se encontraba la vista más bella de la ciudad —el puerto de Yokohama—, cerca de Dazai algo tan común como la tranquilidad era imposible. Chuuya tenía un sabor agridulce en la boca. Necesitaba una copa del mejor vino que tuviera a la mano, necesitaba encerrarse en la bodega de la Sede y ahogar toda su frustración en alcohol, que el líquido pasara por su garganta y borrara todo lo que salió (y no salió) de sus labios.

A pesar de sus deseos, él estaba allí sentado, mientras le daba la espalda a Dazai como si fuera un niño enojado. A veces, le gustaría no darle importancia a sus peleas y desacuerdos, pero cuando se jugaban la vida en cada misión, en cada decisión tomada, no podía evitar ponerse así.

La mente de Chuuya divagó hasta que Dazai tomó asiento detrás de él y se adueñó de su cintura; abrazó su cuerpo de una manera delicada y gentil. Después de todo el único hostil había sido Chuuya y el otro se empeñó en ignorarlo, en no darle ninguna respuesta clara más que un abrazo que a Chuuya le quemaba en el estómago y en el pecho y en la cicatriz de su espalda, esa que le recordaba que él no estaría allí si Dazai no lo hubiese encontrado aquel día frente al mar, cuando se sentía patético y Dazai se había atrevido a insinuar que le daría un nuevo valor a su vida.

—Hueles bien, Chuuya —Esa dulce voz, que poco estaba acostumbrado a oír, le hizo cosquillas en el cuello.

—¿Qué-

—Hace un poco de frío —interrumpió—. ¿A cuántos metros del suelo crees que estemos?

—No lo sé, Dazai... —Y sí lo sabía, conocía la respuesta, pero contestó ido porque tenía presente que ahora ocupaba el espacio entre las piernas de Dazai. A Chuuya le costaba admitirlo pero le encantaba. El sabor agridulce en su boca disminuyó y se sintió cada vez más relajado en esa posición, con el cuerpo de Dazai pegado a su espalda y esa voz que rozaba su piel.

Dazai rió un poco y lo abrazó más fuerte—. ¿Esto te gusta? —interrogó con un tono que Chuuya no pudo descifrar inmediatamente, porque no era burlón ni cantarín. Cayó en la cuenta de que fue una pregunta honesta y por lo tanto el temor de responder honestamente fue demasiado para él, su garganta se anudó y tragó saliva.

—Uhmm... —empezó Chuuya.

—Relájate —susurró Dazai.

—Oye —fingió una queja y pretendió que la pregunta anterior nunca existió—, ¿y cómo esperas que lo haga? Sólo me haces enojar.

Dazai acarició con su nariz el cuello contrario y muy sutilmente apoyó sus labios allí. Chuuya casi gimió por el contacto, por la sensación húmeda y agrietada de la boca ajena. Se mordió los labios.

—¿Ahora te estoy haciendo enojar, Chuuya? —volvió a acariciarlo con su boca. Lentamente. El aliento caliente le golpeó la piel. Chuuya necesitaba deshacerse del aire que retenía por miedo a gemir y que Dazai lo escuchara.

Prefirió respirar profundo antes de responder—: No.

—¿Sabes? —continuó Dazai—. Hoy es mi cumpleaños.

El corazón de Chuuya se apretó. Sabía que la distancia desde el suelo hasta la noria era de ciento doce metros pero no sabía en qué día se encontraba.

—Lo olvidé —confesó y en un impulso se quitó los guantes y buscó una de las manos contrarias—, realmente lo olvidé —repitió y entrelazó sus dedos, la piel de Dazai era fría.

—Algo como mi cumpleaños no es importante, pero cuando te sientes en falta me tratas de forma distinta, ¿lo sabías? Te quitaste los guantes para tocarme y contenerme —Dazai presionó un poco la nariz sobre su cuello—. Ahhh, esta gargantilla tuya me molesta —La mordió y tiró de ella, los dientes rozaron su piel y Chuuya gimió y apretó el agarre de sus manos. ¿Y qué si cuando se siente culpable o en falta con Dazai se comporta diferente? Es normal errar y querer remediarlo.

—¿Por qué no cierras la boca por una vez en tu vida? Puedes pedir atención sin necesidad de manipularme —contestó Chuuya. Luego volvió a tomar aire y entrecerró sus ojos; los majestuosos edificios de la ciudad, el reflejo de las luces sobre el mar, la belleza de una noche cualquiera en Yokohama, todo se vio opacado por la sensación que le provocaban los labios de Dazai. O simplemente Dazai; quien lo impregnaba, se metía en todos sus sentidos y lo ahogaba con la eterna premisa de ser perfecto para él, de estar destinados por sus estúpidos poderes. No era que a Chuuya le encantara estar a su merced, lo que pasaba era que tampoco se imaginaba una vida sin Dazai, y esa necesidad lo volvía loco.

Otro beso sobre su cuello y eso le indicó que Dazai no iba a responderle o, al menos, no lo haría coherentemente. Ambos sabían que ya no importaban sus conversaciones superficiales mientras los labios de Dazai tocaban aquí y allá y Chuuya se derretía, haciéndose a un lado para que el otro tuviera más espacio sobre su piel. Y ahora la respiración ajena estaba debajo de su oído.

—¿Así está bien, Chuuya? —preguntó, como si quisiera corresponder, por una vez, los deseos contrarios.

Chuuya giró el rostro para mirarlo y buscó los labios de Dazai, quería observarlos mientras decía su nombre—. Repítelo.

La boca de Dazai se curvó en una media sonrisa—. Chuu-ya.

—Tú y yo... —murmuró y acercó lentamente sus labios a los de Dazai— ...nos arrepentiremos.

—Querrás decir que tú lo harás —Dazai esperó por Chuuya.

Esa noche, cuando tenían dieciocho años, Chuuya tomó la boca de Dazai y la hizo suya. Él lo correspondió con delicadeza, como si hubiera esperado por esos labios durante todo el día o semana o mes, no importaba, los disfrutaba. Sabía que el después no significaba nada, porque Dazai vivía el momento y Chuuya era todo lo contrario.

Para Chuuya, besarlo implicaba que la sensación de vacío en su cuerpo se llenara de pura satisfacción y codicia. La saliva quedó entre ellos y la humedad provocó que los labios de Dazai fueran más excitantes y placenteros. Resbaladizos. Mordió el labio inferior y Dazai se hizo hacia adelante para besarlo con más atención; un detalle que encendió a Chuuya.

Es mediocre y no le importa. Tampoco intenta cambiar lo que son, tampoco intenta cambiar a Dazai, porque no interesan las circunstancias, cualquier batalla contra él está perdida. Y tampoco le importa eso, sólo necesita una noche con Dazai para perdonarle todo.


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Este fic fue escrito después de la emisión de Fifteen en 2019 y lo edité para borrar los capítulos que no me gustaban.

Muchísimas gracias a los que leyeron en su momento y para la gente nueva que está leyendo lo que quedó <3.

Igual sé que esto no es muy entretenido pero siempre me gustó desarrollar sus sentimientos e intentar entenderlos??¿?¿

¡Gracias por leer hasta el final!

Twenty two #SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora