🌿Uno🌿

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[Hierbabuena]

Soltó de manera repentina un suspiro tan profundo que su compañero le respondió con un chillido asustadizo. 

No era su intención hallarse tan absorto en sus emociones como para olvidarse de dónde se encontraba, simplemente era algo que ocurría involuntario.

El taller mecánico estaba solitario, frío y perdiendo luz solar entre más se acercaba la noche. El ambiente era perfecto para perderse pensando.

—¡Gyro, maldito inútil!— gritó el pequeño rubio a pocos metros de distancia, en un pesado acento inglés, tirando la herramienta que antes empleaba al suelo del local. —¡Concentrate, mierda! ¡Concentrate!

—Tienes como mil años supuestamente mejorando esa cosa— se quejó. Con pesadez comenzó a levantarse para recoger sus escasas pertenencias. —Ya terminé mis labores de hoy, tu cierras, Brando.

—Inutil, distraído y ahora desleal. Eres un perro, Zeppeli.

—Sí, sí, la tuya también.

Aunque en otras oportunidades se dedicaría a compartir insultos más ingeniosos con su compañero de trabajo, Gyro esa tarde solo deseaba acurrucarse en su pieza tras ingerir cuanta comida rápida pudiese costear y ver cuantos episodios quedaran de su actual serie favorita. Necesitaba desprenderse del ánimo tan melancólico que le azotaba desde hace algunos días atrás.

Era algo sumamente extraño, sentir esa molesta ausencia que se imponía como un punto de luz en una fotografía. La única vez que le sucedió algo similar fue cuando llegó a aquella ciudad por primera vez, atribuyendo su existencia a la separación de su familia, incluso si no tenía la mejor relación con esta, sin embargo con el tiempo se había desvanecido y había quedado completamente en el olvido...

Hasta entonces.

Subió a su motocicleta y condujo por las primaverales calles de San Diego, la brisa de la costa estaba muy lejos como para sentirla pero el aire producto de la velocidad del vehículo era suficiente por ahora. Colores cálidos y manchas de púrpura pintaban el cielo sobre su cabeza en un precioso escenario natural.

Se detuvo en una luz roja, junto a un auto con los vidrios abajo que reproducía una canción de Fleetwood Mac.

Gyro volteó curioso al oir la voz del copiloto cantando la melodía de la radio. Era peculiar porque, captó al segundo, estaba ignorando el parloteo de su acompañante. El chico parecía esconderse en su ropa ancha y su beanie, apenas dejando descubiertos unos mechones ocres y el vistazo de su pálido rostro. Sintiéndose observado, el desconocido volteó a su derecha.

Los ojos más increíblemente azules que vio en su vida estaban bordeados por las pestañas claras del chico ahora callado.

Durante ese pequeño puñado de segundos regalados por la coincidencia, detalló cada línea que pudo.

Sus cejas delgadas, sus labios blancos, su nariz respingada con algunas pecas que se desplazaban a sus mejillas redondas y llenas. Un escalofrío, que no supo ese momento que fue mutuo, recorrió parte de su espalda y simuló un disparo al viajarle por las piernas. Allí donde la marca yacía.

Ojos Azules rompió el contacto un momento después cuando el semáforo cambió de luz.

La pena que Zeppeli tenía creció exponencialmente al contemplar el auto avanzar por la carretera, llevándose al muchacho y dejándole quieto en su sitio. Los demás vehículos detrás suyo protestaron contra su inmovilidad, conductores tocaron la bocina o maniobraron para rebasarlo, uno que otro gritó groserías al pasar por su lado. Dejó de entorpecer el tráfico al recobrar conciencia de que aún estaba allí, como un idiota.

Al final no compró nada grasoso y calórico como planeó. Se limitó a llegar a su diminuto apartamento tipo estudio, un silencio instalado en su garganta como una bolsa de cemento.

Fue recibido con la familiaridad de la decoración dispareja en tonos verdes y cafés, los platos mal lavados en el fregadero por salir en la mañana a las prisas, algo de ropa tirada en una silla, el desorden del mesón que hizo a un lado para tirar su bolso ahí. Cerró la puerta de manera descuidada y caminó, casi arrastrándose, para dejarse caer en la cama sin hacer.

No pasó mucho tiempo antes de que un gato de pelaje oscuro saliera de algún escondite para darle la bienvenida.

—Hey, Valkiria— murmuró con el rostro presionado sobre la almohada.

Valkiria se subió a su espalda, rozó su naricita con la tela de su chaqueta, se estiró y prodeció a acurrucarse encima de su dueño.

Permanecieron así ambos, humano y gato, solo levantándose cuando el sonido del teléfono en su pantalón les despertó de su descanso.

Maldiciendo por lo bajo Gyro echó a Valkiria de su espalda para ver quién perturbada su tranquilidad; la cual no era mucha, pues su mente seguía embotada y sobrepensando. 

Pronto?— soltó sin pensar. —Digo, ¿hola? ¿quién habla?

—Ay, si no te llamo no sé de tu vida— bromeó una voz vagamente conocida. —Soy yo, Suzie, ¿del curso de primeros auxilios? 

—Ah... ya. Hey—. Si algo tenía excelente era su memoria, la imagen de su sonriente paisana comenzó a asomarse con claridad en sus recuerdos. —¿Qué tal todo?

—Bien, bien...

Hubo una pausa donde supo que, o le iba a pedir un favor o le iba a meter en algún compromiso.

—Oye, sabes, estaba preguntándome si estarías ocupado el sábado de-

—¿Dé qué se trata?— intentó llegar al punto de una vez.

—Una amiga va a presentarse con su banda y me dieron varios boletos, es en...

Desactivó el micrófono de la llamada para quejarse con comodidad sin ser escuchado en la otra linea. Normalmente estaría emocionado por ese tipo de cosas, pero no estaba tan dispuesto ahora para lidiar con personas.

Aún así, volvió a hablar tras una pausa. Porque era un idiota.

—¿Aló? ¿Gyro? ¿Puedes escuc-

—Vale, vale— suspiró de nueva cuenta. —Enviame la dirección y allí te veré.

Grazie~

Hierbabuena y Nomeolvides 「GyJo」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora