[Nomeolvides]
Suspiró, por enésima vez, contemplando los guantes que descansaban a un lado de su cama, como si fuesen una cruz que debía cargar a espaldas por toda la ciudad bajo el sol de Oriente Medio.
Bueno, quizá Johnny era un solo poco exagerado. Después de todo la vida no había sido muy amable con el.
—Otro día más, Johnny. Otro más— hizo el gesto de darse ánimos.
Tomó la tela entre sus manos; la piel de éstas estaba cubierta por la imagen de hojas que asemejaban estrellas verduscas y algunas florecitas lavada, contrastando con la blancura que les rodeaba. Con sofocación, como si esta simple vista le causara dolor físico, escondió la hermosa impresión en los guantes. Era otro día más.
Se subió a su silla para aproximarse a la puerta de su habitación, rodó por el largo pasillo, hizo una pausa para ir al baño y luego continuó la trayectoria. La casa era de un piso único, pero muy espaciosa, con varios cuartos de distinta finalidad además de la estancia y la cocina-comedor. Una vez llegó a esta última fue recibido por el dulce aroma del desayuno.
—¡Buenos días, Jojo!— un hombre joven de cabello castaño, con un par de crisantemos blancos bajo ojos celestes, se dio la vuelta en su dirección para saludarle dándole la espalda a la estufa. —¿Qué tal amaneces?
—Uhg. Días, Nick.
Nicholas le miró no muy convencido, mas no agregó nada. Ya sabía cómo era su carácter tan seco incluso con él. Continuó con la comida que ya casi estaba lista, una mezcla de panqueques con frituras que ponían una discreta sonrisa en el rostro de Johnny, este se dispuso a arreglar la mesa como podía en lo que esperaba.
Su hermano mayor era, sin dudarlo un momento, lo mejor y lo único bueno que tenía en su vida. El divorcio de sus padres, la ausencia de su madre junto a la negligencia de su padre, los problemas de su adolescencia y el accidente de hace tres años mermaron su salud mental a un nivel que no sabía cómo seguía respirando; de nuevo, lo atribuía a Nick. El castaño también pasó por dificultades, más siempre le instó a tener esperanza y optimismo. A Johnny no le resultaba una práctica habitual.
Pocos minutos habían transcurrido para que se encontraran comiendo en agradable silencio, acompañado de la radio. Nicholas era el tipo de persona que necesitaba escucha música todo el tiempo y esa costumbre también la había adoptado su hermano menor, de lo poco en lo que coincidían, Eagles sonaba mientras Johnny masticaba un trozo de tocino con semblante taciturno.
—¿Aún te arden las manos?— preguntó Nick pasado un rato, sin muchas ganas de hablar con rodeos. Hace unos días mientras salían al supermercado por sus compras semanales Johnny había experimentado una intensa sensación de calor que ahora iba y venía. Cuando recibió un gruñido como respuesta intentó parafrasear mejor su inquietud. —Sabes, dicen que puedes sentir temblores o fiebre cuando estas cerca de tu destinad-
—No quiero tener esta conversación. Demonios, ¿por qué tu quieres tener esta conversación?— no se contuvo en demostrar su desagrado con el tema. Johnny odiaba aquello casi tanto como a su padre y a sí mismo.
—Sabes, Jonathan— levantó la voz. El ambiente era tenso y acalorado. —El hecho de que yo perdiera a mi pareja destinada, a mi soulmate, no quiere decir que tu no puedas encontrar a la tuya. ¡Date la oportunidad de algo por una sola vez!
Nick había perdido a su compañera cuando tenía doce años en un triste accidente, la niña había muerto luego de caer en un río y no poder ser rescatada de la fuerte corriente que le arrastró hasta ahogarla. Johnny era muy pequeño para recordarlo, pero el relato siempre le daba escalofríos.
—¡No es que no puedo, es que no quiero! ¡Me da igual encontrarle si... —señaló a su regazo— si estoy como estoy!
Un anuncio comercial de la farmacia de la esquina fue lo único que se escuchó en la casa, además del rugir de un automóvil y el ladrido del perro del vecino. El rubio apartó a un lado su plato sin acabar, bajando la mirada aunque de ese modo sus lágrimas descendieron más rápido. Sentía que la rapidez de sus latidos iban a perforar su pecho. Colocó sus manos enguantadas en las ruedas de su silla dispuesto a irse.
—Johnny, Jojo... — le llamó con cuidado, una mezcla de ternura y arrepentimiento salía de la voz del castaño. —Sabes que solo quiero que seas feliz. Ven, terminemos de comer juntos antes de que me vaya a trabajar.
—Ya no tengo hambre, lo siento Nick—. Se mordió el labio inferior, ya dándole la espalda y adentrándose en el pasillo de nuevo. —La próxima vez.
Apenas aguantó a cerrar con seguro la puerta detrás de sí para romper a llorar. Una terrible angustia se expandió por el pecho de Johnny en chispas de dolor, de tristeza, de rabia e impotencia. Al darse cuenta que cubría su rostro con sus manos las apartó de golpe, arrancó sus guantes y comenzó a arañar la marca de hierbas y flores.
—No te quiero, no te quiero, alejate...— murmuraba con odio al romper la piel lo suficiente para sacar escasas gotas escalatas. —Olvídate de mi...
La vista se le había nublado demasiado para ver sus alrededores, por lo que permaneció en su sitio tratando de controlar su respiración y el súbito brote de emociones que le abordó tan fuertemente. Sabía que no era paciente, ni maduro, ni siquiera era comprensivo consigo mismo y las implicaciones de su dichosa marca. Aún así todo le parecía abrumador.
Un poco más compuesto rodó hasta su cama, impulsando su cuerpo con sus brazos logró sentarse en ella y se acostó con pesadez. No tenía ganas de volver a dormir, pero tampoco había mucho que hacer, asi que cerró los ojos deseando que aquel día pasara más rápido.
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Hierbabuena y Nomeolvides 「GyJo」
AléatoireLos asiáticos crecían que un hilo rojo invisible conectaba a aquellos destinados a conocerse. "Este hilo nunca se desaparece y permanece constantemente atado a sus dedos, a pesar del tiempo y la distancia; el hilo se estirará hasta el infinito pero...