Llegué a la casa de Luna pasadas las nueve y media de la noche, justo a tiempo para ayudarla a terminar con los preparativos de su cumpleaños. Ni bien bajé del taxi y puse un pie en la acera, la música a todo volumen invadió mis oídos y me transportó a una adolescencia llena de fiestas y rebeldías. Ahora, pisándole los talones a los treinta, sentí que esa época revivía en mi mente y me cargué de un buen humor efímero. ¿Quién diría que mis músculos recordarían los pasos de baile con los que tanto los torturé cuando era chica?
Me encaminé hacia la entrada y por un momento me maldije por haberme puesto unos tacos tan altos, cuya punta no dejaba de enterrarse entre los adoquines del camino empedrado que llevaba hacia la puerta. Una o dos veces me torcí el tobillo y lancé más de un insulto, que rápidamente se propagó y desapareció entre los sonidos psicodélicos de la música electrónica. Cuando al fin llegué, toqué el timbre tres veces, haciendo durar la última más de lo normal.
— ¡Ya voy! —escuché al otro lado de la puerta.
El manojo de llaves golpeó el bronce de la cerradura dos veces. Luego la puerta se abrió y mi mejor amiga apareció detrás de ella, con el cabello envuelto en una toalla húmeda y a medio vestir.
—Hola Gab.
— ¡Estás loca! Métete adentro que te van a ver desde China —la regañé, conteniendo una carcajada. — ¿Medias de red? ¡¿En serio?!
Luna tomó mi mano, me arrastró dentro de la casa y cerró la puerta detrás de mí.
— ¿Qué tienen de malo mis medias? —hizo un mohín mientras daba una vuelta para mí, pavoneándose con su cuerpo finamente tallado por los dioses.
La verdad es que esas medias no tenían nada de malo; de hecho, hacían que sus piernas se vieran más largas y su trasero más redondo.
—Lo que tienen de malo es que robarán la atención de todos los hombres...y no dejarás ninguno para mí —la observé, entrecerrando mis ojos.
—No exageres —rió, dándome la espalda y caminando hacia su alcoba. Yo la seguí. —Además, tú no tienes nada de qué quejarte —buscó mi mirada por encima de su hombro y sonrió. —Estás muy guapa hoy. Ese vestido bordó se te ve muy bien.
—Gracias —puse los ojos en blanco,sin poder evitar ruborizarme. —Dime ¿vas a ponerte algo más, o piensas salir como bailarina exótica a recibir a tus invitados?
—No es tan mala idea...
— ¡Luna! —me carcajeé.
—Aunque creo que mejor me ayudas a escoger ¿vale?
Nos tomó al menos media hora decidir el vestido que iba a ponerse Luna en su cumpleaños número veintinueve. Al final, escogimos uno negro y corto, entallado en la cintura y con un escote en "V" que dejaba poco a la imaginación. La ayudé a subirse el cierre y luego me pidió que empezara a servir los snacks mientras ella se secaba el cabello.
En la cocina no había un alma. Los padres de Luna se habían ido de viaje y no regresarían hasta el domingo por la noche, así que le dieron luz verde para que tire la casa por la ventana, siempre y cuando la deje completamente impecable para su regreso.
Como había pasado muchas tardes de mi adolescencia en ese lugar, sabía exactamente dónde estaban las cosas en la cocina como si fuera mi propia casa. Busqué los bowls pequeños en el estante de la alacena del medio; luego los vasos descartables y algunos platos en la de la derecha, y dejé todo sobre la mesada. Luego tomé las bolsas de snacks y empecé a servirlos en los bowls, robando de vez en cuando alguna que otra papa frita para calmar el hambre que tenía.
YOU ARE READING
La Obsesión de Gabriella
RomanceUn relato erótico que explora las obsesiones más oscuras de Gabriella. ¿Quieres descubrirlas? (+18) https://sites.google.com/view/autora-jdailin/escritos/my-darkest-obsession Código de registro: 1803196275059