— ¿Mononucleosis?
—Ajá...
— ¿Y dices que es contagioso?
—Muy... —tosí, o al menos intenté que sonara a eso. Como sea, Luna se lo creyó como un niño que cree en Santa Claus.
—Ay amiga... ¿Y cómo dices que te lo agarraste?
Demonios...eso no lo había pensando.
—En el subterráneo.
— ¿El subte?
—Si ya...ya sabes, mucha gente conglomerada...virus volando por todos lados —volví a toser, aunque esta vez era para disimular la voz quebrada por el atisbo del llanto.
—Dios mío...bueno, espero que no me lo puedas contagiar a través del teléfono.
Luna soltó una de sus risitas bobaliconas y yo necesité morderme los labios para no delatar mi llanto ya incipiente. Odiaba tener que mentirle...realmente odiaba la situación, pero no me quedaba otra que desaparecer por un tiempo de su vista, pues no podía dejar que me viera así de desarmada.
Entonces ideé un plan; uno muy ingenioso. Una enfermedad contagiosa, hasta para quien respira el mismo aire, y lo suficientemente fuerte como para dejarme "en cama" durante al menos un mes...aunque eso me cueste el cuatrimestre entero en la universidad. ¿Tenía otra opción? ¡No! Claro que no la tenía. Mi otra opción era contarle que su hermano me había vuelto a romper el corazón y que esta vez si me dejó indefensa.
Realmente pensé que, a mi edad, ya no era posible que me sintiera como una adolescente dramáticamente deprimida. Pero me equivocaba, vaya que me equivocaba. Ni bien me enteré que Jack no contestaba mis mensajes porque se había ido del país, el alma se me deshizo de la misma forma que se desarman las alas de una polilla entre los dedos, dejando nada más que un polvo oscuro que mancha las huellas digitales. Eso era yo ahora: una mancha, una mancha que era molesta y difícil de quitar, o al menos eso debía ser para Jack, pues se fue sin más...sin siquiera despedirse.
Maldito hijo de puta. Lo hizo de nuevo, y yo volví a caer ante el mejor de los timadores. Y lo peor...lo peor era que aún lo amaba.
Lo amo...
Lo amo y lo odio al mismo tiempo.
Y así como lo amo, lloro. Lloro porque me duele su partida.
—Hey... ¿Sigues ahí? —Luna me trajo de nuevo a la realidad, como si tirase de una cuerda amarrada a mi cintura. Sentí el tirón y reaccioné, casi sobresaltada.
—Lo siento, deben ser los medicamentos que me están dopando. Mejor voy a dormir...
—Vale —Luna suspiró largo y tendido. Por un momento pensé que estaba a punto de decir algo y se contuvo. —Entonces te pasaré lo que veamos en clase y hablaré con los profesores para que no te cuenten las faltas.
—No es necesario, creo que este cuatrimestre lo voy a dejar.
— ¡¿QUÉ COSAS DICES MUJER?! —apreté con fuerza los ojos y retiré el teléfono de mi oído, aún con su vocecilla retumbando en mi mente. De otro lado, escuché su tsunami de histeria. — ¿Cómo que vas a dejar este cuatrimestre? ¿Con lo bien que te va y esas notazas que tienes? ¡Debes estar bromeando!... ¡Lo vas a pasar, aunque tenga que ir a tu casa a llevarte los apuntes y respirarme todos tus gérmenes!
—Vale, vale, cálmate. Tienes razón. Es que me siento tan mal que lo único que quiero ahora es meterme a la cama y dormir.
Verdad.
YOU ARE READING
La Obsesión de Gabriella
RomanceUn relato erótico que explora las obsesiones más oscuras de Gabriella. ¿Quieres descubrirlas? (+18) https://sites.google.com/view/autora-jdailin/escritos/my-darkest-obsession Código de registro: 1803196275059