Capítulo 3

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El despertador sonó a las diez de la mañana, tan sólo cuatro horas después de que nos fuéramos a dormir. Despegué mis párpados con somnolencia; la tenue luz que se colaba entre las cortinas alcanzó a deslumbrarme por un momento, obligándome a cubrirme el rostro con las manos. Me dolía la cabeza y sentía la garganta algo reseca, sin mencionar el sabor a alcohol que había prevalecido incluso luego de cepillarme los dientes.
Escuché que Luna se removía en la cama y bostezaba; su sábana se había deslizado por el borde de la cama hasta caer en el piso, justo al lado del colchón donde yo solía dormir cada vez que me quedaba en su casa.
- ¿Por qué tan temprano? -me quejé. Luna suspiró adormilada.
-Tengo que ir a la iglesia -me explicó. Reaccioné que era domingo.
- ¿Es en serio? -le espeté, incrédula. Ella emitió un débil "ajá" en confirmación.
-Tú puedes seguir durmiendo -se incorporó de la cama y la vi tambalearse peligrosamente antes de recuperar el equilibrio. No pude evitar reír por lo bajo.
-Que fuerza de voluntad tienes.
-Ni lo dudes, amiga. Volveré a la una -caminó en puntas de pie hasta el ropero, sacó algo de ropa, tomó los zapatos y abrió la puerta de la alcoba. Antes de salir, se giró para verme. -Iremos en el auto de Jack así que será rápido -se excusó, como si sintiera pena de dejarme a solas.
-Descuida, reza un padrenuestro en mi honor -bromeé; ella frunció los labios y puso los ojos en blanco antes de salir.
Quien no conoce realmente a Luna jamás imaginaría que, detrás de esa fachada de fiestera, se esconde una mujer católica hasta la médula. No la culpo a decir verdad...Entendí desde el primer momento que encontró refugio en la religión luego de haber sido víctima de un abuso sexual a los doce años. No me animé a indagar más en el asunto; sabía lo suficiente como para no querer escarbar viejas heridas que la habían marcado de pequeña.
Me acomodé en el colchón y volví a acurrucarme debajo de las sábanas. Me sentía a gusto y relajada, como envuelta en un cálido y suave abrazo; sin embargo, no logré conciliar el sueño. Habían pasado veinte minutos desde que Luna se fue; la casa estaba sumida en un silencio poco natural, como esos que se forman en las cámaras insonorizadas. Permanecí largos minutos recostada boca arriba y contemplando el techo: estaba tan limpio y pulcro como si recién lo hubieran pintado; ni una mancha de humedad, ni una rajadura...ese techo parecía reflejar el alma de mi amiga, como si lo hubieran construido con fragmentos de ésta. Aquel techo y yo no nos parecíamos en nada. Si realmente representara lo que soy, estoy segura de que estaría lleno de grietas y manchas, tan imperfecto por dentro como por fuera.
"Me agradan tus imperfecciones" me recordó la voz de Jack en mi mente. Si, había hablado con él sobre mis miedos y mis frustraciones; sobre la forma distorsionada en que me veo y me siento.
"No soy guapa, no soy delgada y mi personalidad es tan aburrida que pondría a dormir a un insomne. Estoy llena de imperfecciones..." le dije una vez.
"¿Siempre eres así de dura contigo misma? Yo opino que eres preciosa...Me agradan tus imperfecciones" repitió.
Y con esa charla murió esa parte de mí que se odiaba tanto y nació otra que se apreciaba aunque sea un poquito. Recuperé la confianza; me sentía lo suficientemente a gusto como para volver a usar vestidos, e incluso me había atrevido a comprar lencería erótica para mis encuentros con él. A Jack le encantaba verme de esa forma y yo me sentía tan libre y plena que me dejé llevar...
Los recuerdos de esa charla me hicieron sentir nostálgica y creer que sus palabras nunca fueron reales. La realidad era otra, él sólo quería alguien con quien acostarse y yo era un blanco fácil. ¿Cómo pude ser tan estúpida?
El sonido de mi teléfono celular me sacó de mis cavilaciones. Estiré el brazo, tanteé el piso y, cuando lo encontré, desbloqueé la pantalla para leer el mensaje. Para mi sorpresa, y como si fuera capaz de leerme la mente o manifestarse cuando pienso en él, era Jack.

Jack: Buenos días. ¿Cómo te trata la resaca?

El último mensaje que había recibido de él fue justo hace tres meses, aquel día en que todo terminó. Ahora él había roto el voto de silencio, y yo no podía resistir la tentación de responderle...

Gabriella: Mejor imposible. ¿No deberías prestarle atención a la misa?

(Jack ecribiendo...)

Jack: Quizás. Aunque sabes perfectamente que solo vengo para acompañar a mi hermana.
Jack: Preferiría estar ahí, contigo...

Imbécil. ¿En serio? Luego de todo lo que sucedió entre nosotros él insiste en acercarse a mí de esa forma. ¿Algún día se dará cuenta de lo mal que me hacen sus caprichos?

Gabriella: Mira, que interesante.

(Jack ecribiendo...)

Jack: ...
Jack: ¿Estás enojada conmigo?

"No, te parece nada más" escribí, y lo borré segundos después.

Gabriella: Sólo me pregunto por qué me sigues hablando.

Jack: Porque me gustas, y quiero que volvamos a vernos.

Gabriella: Pero no quieres salir con nadie ¿Verdad?

Jack: No...
Jack: No soy muy bueno en las relaciones amorosas. No quiero lastimarte...

Mi corazón se detuvo por completo. Observé la pantalla...él seguía escribiendo, aunque luego dejó de hacerlo. Cerré los ojos y presioné los párpados con fuerza; las lágrimas empezaban a manifestarse, pero las contuve con terquedad.

Gabriella: Ya es tarde para eso, ¿no crees?

Jack: Lo sé. Lo siento...nunca quise hacerte daño. Pero debo admitir que me encanta pasar tiempo contigo, y no me refiero solo al sexo.

Gabriella: ...

Jack: ¿Ves? No dejo de meter la pata. En fin...no quiero seguir siendo una molestia. Quería decirte también que en mi habitación, dentro del ropero, está la caja con todos nuestros juegos. Tómala si quieres; si no, déjala y veré qué hago con ella.

Apagué la pantalla del celular y dejé de responderle. Estaba demasiado aturdida, con el corazón latiendo desbocado dentro de mi pecho. La angustia que me había abordado hace momentos creció y se expandió por mi carne, de la misma forma que lo hace un sarpullido, enardeciéndome por completo y dejándome una horrible sensación en la piel.
Eran las once y media y yo seguía sin la fuerza suficiente como para poder levantarme del colchón. Me sentía pesada, como si mis órganos estuvieran hechos de plomo y mis músculos de un material muy blando y difícil de controlar. Aún así, hice acopio de todas mis fuerzas y me incorporé.
Necesitaba desayunar algo antes de que mi estómago decidiera devorarse a sí mismo, así que fui directo a la cocina y me preparé un café con dos tostadas de trigo que apenas podía tragar.
Las palabras de Jack no dejaban de bombardear mi mente, en especial las últimas. No estaba del todo segura de si quería llevarme esa caja; pero, por otro lado, tampoco podía dejársela...después de todo, me pertenecía.
Terminé el café y dejé la segunda tostada por la mitad; en mi estómago azogado ya no cabía más nada. Me incorporé de la silla casi de un salto y salí disparada hacia la alcoba de Jack; al llegar, me detuve en seco y dudé un momento.
"Solo entra, toma la maldita caja y sal de allí" me dije.
Abrí la puerta y caminé directo hacia el placard, sin detenerme a observar aquel lugar tanto conocía. Empujé la puerta corrediza y encontré la caja en el fondo del piso, escondida detrás de una pila de ropa vieja que aún olía a su perfume. Maldije en todos los idiomas que se me ocurrieron mientras tomaba la caja y la sacaba de ahí. Me detuve por un segundo, observando la tapa de un color gris oscuro y, aunque sabía que no debía hacerlo, me senté en el piso y la abrí.
Ahí estaban, todos y cada uno de los juguetes sexuales que él había usado conmigo: los dildos, los vibradores, las esposas, la venda para ojos, el flogger de cuero que tanto me gustaba y las pinzas para pezones. Esa caja reunía mis más oscuros deseos y mi obsesión por un muchacho al que no le interesaba tomarse las cosas en serio.
Suspiré; los músculos de mi vientre se tensaron con violencia y no supe cómo reaccionar.
"Esto es muy duro para mí" pensé, cerrando la caja. Odiaba sentirme de esa forma: triste y excitada al mismo tiempo. Era fanática del dolor físico, más no del emocional; y la mezcla de ambos tenía efectos explosivos.
Me incorporé nuevamente; el cosquilleo entre mis piernas era intenso, así que apreté los muslos intentando apaciguarlo. Tomé la caja del piso y me marché sin mirar atrás. Faltaban cuarenta y cinco minutos para que Luna y Jack regresen.

La Obsesión de GabriellaWhere stories live. Discover now