Capítulo 4

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Escuché sus voces incluso antes de que cruzaran la puerta principal: el canturreo de Luna se entremezclaba con las palabras de su hermano, cuya voz estaba dotada de una tesitura tan difícil de olvidar como su rostro. Algo en mi interior se avivó con brío y rápidamente se extinguió, perdiéndose para siempre en los confines de la realidad.

Hasta hace poco pensaba que, a mi edad, nada sería tan difícil de digerir, ni siquiera un amor no correspondido. Pero vaya que estaba equivocada; resultó que todo era incluso más doloroso de lo que podía imaginar.

La puerta de la alcoba se entreabrió lentamente y el rostro de mi amiga se asomó con suspicacia. Cuando su mirada me alcanzó, fingí una sonrisa que casi logra engañarla.

—Que cara —musitó, entrando en la alcoba y cerrando la puerta detrás de ella. Yo me encogí de hombros y suspiré con desgano.

—No volveré a beber tanto alcohol en una sola noche —me excusé, echándole la culpa de mi malestar a la resaca. Luna sonrió y los hoyuelos de sus mejillas se profundizaron.

—Vamos Gabs, ni tú te la crees.

—Quizás.

—Nada de quizás. No dejaré que eso suceda. ¿Qué clase de amiga sería si permitiera que dejes de beber?

— ¿Una amiga responsable?... —Luna hizo una pausa y ladeó el rostro pensativa.

—Exacto —chasqueó la lengua y me señaló con el dedo. —Y ambas sabemos que la Luna responsable está de vacaciones...así que no queremos molestarla.

— ¿Algún día piensa regresar de sus vacaciones? —cuestioné, enarcando ambas cejas y observándola de reojo mientras ella se quitaba la camisa de la iglesia para reemplazarla por una sudadera gastada.

—Espero que no —me respondió con inocencia, curvando sus labios en una sonrisa con la que nadie podría enojarse. — ¿Te quedas a almorzar? Vamos a pedir comida china.

—No, gracias amiga. Ya tengo que regresar a casa, las plantas no van a regarse solas.

— ¿En serio me estás cambiando por unas horrendas plantas? —hizo un mohín. Yo asentí. —Vale, vale, le diré a Jack que te lleve.

— ¡No es necesario! —salté alarmada, extendiendo ambas manos en el aire como si le estuviera rogando por mi vida. —Digo...él también debe estar cansado por la fiesta y la iglesia...así que no deberíamos...

— ¡Jaaaack! —gritó ella, callando completamente mis vagos intentos por evitar la situación.

Algunos pasos se escucharon fuera de la alcoba, luego la puerta volvió a abrirse y Jack asomó su rostro. Yo bajé la mirada y contemplé el colchón que aún seguía en el piso.

—No hace falta que grites, no estoy sordo —le respondió con mal humor.

—Uy, vaya que los ánimos están que se van por el retrete ¿verdad, hermanito? —él gruñó por lo bajo. — ¿Te molestaría llevar a Gabriella a su casa?

—Por supuesto que...

—No —salté, alzando el rostro por primera vez. Ambos me miraron fijamente, casi de forma acusadora. Carraspeé. —No es necesario —me corregí, maldiciéndome por dentro.

—En serio no es problema —replicó Jack, casi con culpa.

Yo apreté los labios con fuerza, sintiendo caer toda la presión sobre mis hombros. Ante la presencia de Luna no tenía más excusas ni razones por las que Jack no debiera llevarme a casa. Así que, finalmente, acepté.

—Okay, deja que guardo algunas cosas.

Ni bien Jack abandonó la alcoba, Luna se giró hacia mí poniendo una de esas típicas expresiones de desconfianza. Pensé que iba a decirme algo, pero simplemente calló durante algunos segundos antes de empezar a contarme los chismes que se había enterado la noche anterior. Cuando terminé de guardar el pijama dentro de una bolsa plástica (mi bolso se había llenado "misteriosamente"), me calcé los zapatos y ambas salimos de la alcoba.

La Obsesión de GabriellaWhere stories live. Discover now