DAENERYS (4)

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Cuando el momento sea correcto... apunta a por mí...

Las palabras de Melisandre retumbaban en los oídos de Daenerys y el pecho se le apreraba al ver a la Sacerdotisa en medio del atroz campo de batalla con sus manos extendidas, rogando por ser iluminada por las llamas de Drogon.

La Reina sabía que no había fuego más puro que el de un dragón, hijo de la propia Valyria; ciudad que hasta los mismos dioses envidiaban e hicieron destruir. Morir siendo besada por aquel fuego era el último sacrificio y el más alto honor para una Sacerdotisa Roja, y Melisandre era la más honorable de todas ellas.

Una lágrima corrió por la mejilla sonrojada de la Targaryen y al susurro del Dracarys al oído de Drogon, la de los cabellos rojos se bañó en las llamas del ser alado. Sus manos dirigieron el fuego a los Wights a su alrededor y los redujo a cenizas en un instante, pero el alcance de las llamas no solo se redujo a los muertos caminantes, sino que la mujer extendió sus manos y el fuego danzó sobre el Rey de la Noche para terminar con él de una buena vez.

La Reina de plateada cabellera sintió el sabor de la victoria por un momento, pero este se hizo demasiado corto pues cuando el fuego se extinguió y la Sacerdotisa cayó al suelo calcinada, la figura del Rey helado se alzó entre las cenizas con una sonrisa hasta cierto punto burlona. Daenerys supo que tenía que huir, entonces, pero al mirar hacia abajo, vio las gigantescas alas de su dragón siendo sometidas por un millar de Wights que se abalanzaban sobre ellas, como para impedir que la bestia se elevara por los aires.

En su lucha por librarse de los cadáveres que intentaban anclarlo a la tierra, Drogon se sacudió violentamente lanzando al suelo a su madre, quien a rastras se alejó de su hijo y le gritó para que levantara el vuelo.

-¡Vuela, Drogon! -gritaba la Targaryen de ojos angustiados mientras intentaba ponerse de pie. Su abrigo se había roto y su brazo se había cortado por el filo de alguna espada durante la caída.

El dragón alzó el vuelo y a la distancia vio la figuras en discordia de Rhaegal y el que una vez fue Viserion. Sus ojos se cristalizaron por el dolor que le provocó tal escena: sus dos hijos batallando hasta hacerse jirones en una guerra que no era suya. Era un macabro espectáculo para observar y la de los ojos violeta quiso tumbarse a morir en aquel mismo campo, pero una Reina no se rendía ante las adversidades y una Khaleesi vería su fin luchando.

Al ver a los Wights acercándose a ella, como los coyotes a un caballo herido en un campo, Daenerys recordó aquellas palabras que había pronunciado la primera vez que conoció a Jon Snow. Recordó como su figura se levantaba, imponente, en el Salón del Trono de Dragonstone, a pesar de ser ella misma mucho menor en estatura que el que ahora era su esposo y Rey.

"Pasé mi vida entera en tierras extranjeras. Demasiados hombres han intentado asesinarme... He sido vendida al mejor postor como una mera carga; he sido encadenada y traicionada, violada y desafiada. ¿Sabes lo que me mantuvo en pie durante todos esos años en el exilio? Fe. No en ningunos dioses; no en mitos y leyendas. En mí; en mí misma. En Daenerys Targaryen."

El susurro de aquellas palabras la hizo ponerse de pie nuevamente, y tomando una espada de un cadáver muerto junto a ella y comenzó a batirla tan bien como pudo contra los Wights que se acercaban a ella peligrosamente. Dany nunca había tocado un arma en todos sus años como gobernante. Ella no era como Jon en ese sentido, y aunque la joven Reina siempre había estado al frente de sus muchos ejércitos, nunca se había enfrentado mano a mano a ningún soldado a costa de su propia vida.

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The Last War [Game of Thrones Season 8]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora