CERSEI (2)

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¿Qué habría sido de Jaime? ¿Habría sobrevivido o se habría convertido en parte de la horda de muertos que se abalanzaba, tal como el mar en tormenta, sobre los castillos y los nobles del Norte?

Aquella pregunta había retumbado en la cabeza de Cersei desde que supo que la horda era imposible de vencer, y cuando recibió la noticia de la caída de Winterfell a manos de Kyburn en un ensangrentado papel amarilloso, supo que no había mucho por lo que rezar a los dioses e implorar su merecida piedad.

—¿No hubo ningún sobreviviente? —preguntó la dorada leona Lannister en un intento de parecer estable ante la noticia y dejando en sus palabras la poca fe que le quedaba.

—Se dice que solo la Targaryen, el bastardo y los dos Starks más pequeños sobreviveron —explicó la Mano de la Reina, para el mayor desagrado de la mujer.

Cersei siempre creyó, muy en su interior, que Jaime y ella se iban a ir de ese mundo juntos; justo como llegaron a él. El destino, sin embargo, tuvo deparado un futuro mucho más tortuoso para los dos amantes furtivos que se negaron a aceptar las tradiciones de sus familias.

—Pero, mi Reina —se apresuró a hablar el Maestre—, se han avistados algunos heridos de la batalla en las cercanías de Riverrun.

Sus palabras, como condescendientes y en un intento de compadecer a la Reina, lejos de agradarle, le molestaron a la Lannister y en una mueca de desprecio, Cersei le pidió a su Mano que se marchara.

—Puedes dejarme sola, Kyburn —le ordenó al hombre intentando sonar mentalmente estable, aunque le era prácticamente imposible. El retorcido Maestre asintió y partió de la recámara real con la vista enfocada en el suelo en una reverencia y caminando hacia detrás.

Cuando Cersei se vio sola; libre de cualquier observador que juzgara su actuar, tomó la jarra de vino, recargada hasta el cuello y caminó muy despacio hacia el patio interior de sus aposentos. Allí, sepultado entre la fina capa de nieve que desde hacía semanas anunciaba a cuatro voces en la capital el maldito lema de los Starks, esperaba el mapa de Westeros... el reino de Cersei del que no quedaban más vestigios de vida que los súbditos que se refugiaban en las huestes de King's Landing.

Tragó un sorbo caminando entre la escarcha hacia el Norte, y deteniéndose en Winterfell, derramó la mitad del tarro de vino en la representación de la vencida fortaleza Stark. Así como el vino mancillaba el blanco de un intenso escarlata, la sangre de los caídos tiñó los metros de nieve hasta llegar al suelo y penetrarlo con su putrefacción.

En un ataque de rabia, esparció la pintura tan diligentemente trabajada con la bebida en roñosas estocadas mientras gritaba inteligibles blasfemias contra todos los dioses, su padre muerto y el mismísimo Jaime, y cuando no le quedó vino para tirar en el suelo, soltó la jarra de metal con tal fuerza contra una pared, que se arrugó tal cual un trozo moldeable de arcilla.

Su ira no se apaciguó fácilmente, pero no le quedó opción ninguna que poner en orden sus demonios y mandar a por algún sirviente que limpiara su desorden para convocar una reunión extraordinaria con sus aliados.

En la noche, entre las sombras y las luces de las antorchas del Salón del Trono de Hierro, Cersei se reunió con aquellos que aún le eran fieles y no había sido presa de la cobardía y el miedo de saber que dos hordas marchaban hacia la capital: una de vivos y otra de muertos.

—Winterfell ha caído —fue lo primero que salió de la boca de la Reina de cabellera dorada—. A mis oídos ha llegado, sin embargo, la noticia de que la usurpadora ha perdido otro dragón más, pero aún conserva al mayor de los tres.

—Acabar con un dragón no es problema para nosotros, Mi Reina —la pérfida voz de Ojo de Cuervo se alzó detrás del Trono de Hierro mientras el tuerto Greyjoy apoyaba su mano derecha en el hombro de Cersei, para disgusto de la Lannister misma—. Con nuestro nuevo juguete podemos acabar con esa lagartija voladora como si se tratara de un animal cualquiera —continuó Euron con sus dedos metidos en su boca y simulando de un arpón traspasaba sus cachetes—. Cenaremos carne de dragón cuando la Puta Targaryen intente acercarse a King's Landing.

Cersei cerró los ojos, como para no dejarse exaltar por la sartada de ideoteces que Euron dejaba escapar sin medir sus palabras.

—Aún así —interrumpió la Reina al hombre—, necesitamos aunar nuestros esfuerzos para hacer frente a los invasores —dijo, a lo que sus aliados asintieron un poco más calmados por lo cautelosa que se escuchaba la Reina—. No podemos suponer que la Targaryen y el Bastardo, quien ahora dice ser hijo de Rhaegar y Lyanna, van a volver a enfrentar a los muertos.

—Se comenta que buscaron refugio en Bastión de Tormentas, gracias a que la Reina Dragón legitimó a un bastardo del fallecido Rey Robert Baratheon... —explicó Kyburn, pero Cersei rápidamente corrigió.

—Otra patraña más, sin duda alguna, ya que mi difunto esposo solo tuvo tres hijos, mis hijos, y los tres ya lo acompañan en el Otro Mundo. —habló Cersei mordiéndose la lengua.

—No es un secreto que la Targaryen está embarazada y que necesitará estar alejada de la batalla para dar a luz. Lo más seguro, su Alteza, es que busquen un lugar intrincado para que pueda efectuar el parto sin complicaciones —sugirió el dorado Capitán Strickland, haciendo que la Reina se acomodara y sonriera en su trono—. Quizá podamos utilizar eso como una ventaja a nuestro favor, Su Majestad —terminó.

La Reina no dijo nada al respecto frente a sus hombres, pero en su cabeza, el plan perfecto se alzaba.

—A partir de mañana, abriremos las puertas del Castillo —anunció la mujer poniéndose de pie frente al trono de espadas doblegadas por el fuego. Entre los presentes, un murmullo desconcertado se alzó en el Salón—. Todas las gentes de King's Landing entraran al palacio para su protección y se le hará ver al pueblo la verdadera amenaza que representa la usurpadora y su ejército de salvajes y bastardos —sentenció.

Un aplauso general celebró la aparente benevolencia de la Reina, cuando en realidad ella planeaba utilizar a los refugiados como escudos humanos ante las leyendas de la misericordia de la Madre de Dragones y cuando todos los presentes se hubieron retirado del Salón del Trono de Hierro, al oído de Euron Greyjoy, la leona dorada susurró el resto de su maquiavélico plan.

The Last War [Game of Thrones Season 8]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora