Cuando llego a casa, Horus me recibe subiéndose a mí. Sé que me ha cambiado la cara y el ánimo en cuanto Horus se me ha acercado. Imagino que esto es lo que llaman terapia animal.
- Hola, amigo. Yo también te he extrañado - digo mientras le acaricio. - ¿Vamos a la calle?
Horus comienza a ladrar como respuesta, lo que definitivamente me hace reir. No sé qué haría sin él, sobre todo en días como el de hoy. Tengo que sacarle a pasear pero no puedo salir a la calle con estos pelos. Debo hacer algo con ellos antes pero no quiero entretenerme mucho. Con una coleta todo estará bien.
Ya con el arnés puesto sobre mi querido pastor alemán y una vez en la calle, nos dirigimos al parque de siempre. Normalmente a estas horas el parque está lleno de personas que, al igual que yo, deciden sacar a sus compañeros caninos a que estiren un poco las patas, pero hoy no es el caso. Ya casi estamos en diciembre y eso se nota en el clima. Apenas son las nueve de la noche pero ya empieza a hacer frío por lo que el parque está prácticamente desierto a pesar de ser fin de semana. Lo normal sería tener algo de miedo al pasear por un sitio así de noche pero con Horus a mi lado me siento tranquila. O eso pensaba, hasta que soy consciente de unos pasos a mi espalda que me siguen desde hace varios metros. Estoy a punto de gritar cuando un olor conocido invade mis fosas nasales. ¿De qué me suena esa colonia?
- Vaya, vaya, princesa. Eres la última persona a la que me esperaba encontrar esta noche.
- No puede ser - digo poniéndome mohína.
¿Por qué de todas las personas del mundo con las que me podía encontrar, al final me he tenido que topar con Marcos?
- Me temo que sí puede ser. ¿No vas a saludar a tu surfista australiano? - pregunta burlándose de mí.
- Me vas a recordar ese comentario cada vez que nos veamos, ¿verdad?
Maldita la hora en que Óscar lo llamó así.
- No, sólo cuando tenga ganas de divertirme.
- ¡Ah, que suerte la mía! - digo con sarcasmo.
- Bueno, bueno. No te pongas así. Después de todo, soy yo el que tendría que estar molesto.
- ¿Tú? ¿Y eso por qué?
Yo no he hecho nada ahora para que se enfade. Ni siquiera me habría parado a hablar con él si no me hubiese asaltado por el camino.
- Me dijiste que no venías a tomar algo porque tenías a alguien esperando en casa.
- Y no te mentí - simplemente oculté algo de información.
- Entonces, ¿por qué estás paseando sola?
- Y yo que pensaba que la ciega era yo - respondo sonriendo. - ¿De verdad no puedes ver que no estoy sola? - digo tirando del arnés de Horus para llamar la atención sobre él.
- ¿No me digas que cuando dijiste que te estaba esperando alguien, te referías al perro? - pregunta cuando por fin comprende la situación.
Puede que no fuese muy sincera pero tampoco lo engañé.
- Yo nunca dije que fuese una persona - le aclaro. - Sólo que alguien me esperaba.
- Vale. Esta vez me la has jugado bien. - Pensé que se lo tomaría mal pero a juzgar por su tono de voz, parece que sigue de muy buen humor. ¿Este hombre no se enfada nunca? - Ey, colega, ¿sabes que eres muy afortunado? - pregunta dirigiéndose a Horus.
Parece que Marcos le ha caído bien a Horus que ladra como respuesta a la pregunta del doctor.
- Creo que le gustas - digo riendo. - Apostaría cualquier cosa a que está moviendo la cola.
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Corazón invidente [TERMINADO]
RomanceSara, una mujer de 28 años ciega de nacimiento, decide renegar de los hombres tras salir de una relación tóxica, hasta que conoce a Marcos, el nuevo cirujano del hospital en el que trabaja. A pesar de la falta de visión, Sara será capaz de ver más a...