Por fin hoy es Nochevieja. Oscar y los demás están a punto de llegar, aunque se supone que hace más de una hora que deberían estar aquí pero la climatología no parece querer facilitarles el viaje. Apenas ha dejado de nevar en las últimas veinticuatro horas y aunque las máquinas quitanieves no han dejado de trabajar, la carretera desde la autovía hasta aquí está algo complicada para circular.
Horus sale corriendo en dirección a la puerta de la entrada ladrando como un loco y pronto averiguo el motivo de su entusiasmo. Desde el interior de la casa pueden oírse con total claridad las voces de Oscar y Miguel, que por fin parecen haber llegado.
- Parece que ya están aquí - digo con una sonrisa en los labios.
La idea de pasar el fin de año a solas con Marcos era un hecho que me hacía especial ilusión pero la presencia de mi mejor amigo, lejos de estropear ese momento, lo hace aún más perfecto. Tengo todo el tiempo del mundo para estar con Marcos en soledad pero no siempre podremos reunirnos todos como ahora. Aunque, sin duda, lo que más ilusión me hace es el que estén haciendo esto por mí. Sé que empezaron con mal pie pero parece que aquellas discusiones entre ambos ya han quedado en el olvido.
- ¡Marcos! - grita de pronto Leo. - ¡Sé que nos has oído llegar así que abre ahora mismo o te prometo que cometo un asesinato doble!
- Eres un exagerado, hermano - replica Miguel con su acostumbrada seriedad. Todavía me sigue costando imaginarlo junto a Oscar porque aparentemente son como el agua y el vino, pero en el fondo se complementan mejor de lo que cabría esperar.
- Está bien, pasad - dice mi querido cirujano cuando oigo el rechinar de la puerta. Creo que habría que engrasarla.
Una corriente de aire frío recorre toda la sala cuando nuestros invitados por fin entran. Menos mal que en el sofá, frente a la chimenea, hace bastante calor.
- Recuérdame que no vuelva a ir solo con ellos - dice Leo junto antes de desplomarse a mi lado.
- Hola, Leo.
- Hola, preciosa. Siento no haberte dicho nada hasta ahora pero es que no sé cómo lidiar con estos dos.
Me pregunto qué les habrá pasado en el viaje. Parece que el día que se juntaron en mi casa todo estaba bien entre ellos.
- Venga cuñadito, no seas así - dice Oscar, bromeando.
Menos mal que no parece ser nada serio. Ya había empezado a preocuparme.
- No me llames cuñadito - replica Leo. - ¿Era necesario que me mostrarais de forma tan gráfica que os queréis? ¿Cómo dos personas pueden sobarse tanto mientras uno de ellos va conduciendo?
- Eres un exagerado, hermano. Lo que te pasa es que tienes envidia porque eres el único sin pareja.
Miguel suena igual de serio incluso cuando bromea con su hermano. Me cuesta distinguir cuando le está tomando el pelo y cuando no.
- ¿Queréis dejar de discutir? - les regaña Marcos desde la otra punta de la habitación, a juzgar por la distancia a la que suena su voz. - Haced algo útil y ayudadme a llevar vuestras cosas hasta vuestras habitaciones. Hay que subir a la planta de arriba.
- Está bien, yo te ayudaré - sé ofrece Leo levantándose del sofá.
Pero mi soledad en el sofá dura muy poco, ya que unos segundos después siento caer otro peso justo a mi lado.
- Hola cielo - me saluda mi querido amigo cuando me da el acostumbrado beso en la mejilla. - ¿A qué me echabas de menos?
No puedo evitar reírme antes de responder a su pregunta. Por eso me cae tan bien Oscar: su buen humor siempre es contagioso.
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Corazón invidente [TERMINADO]
Roman d'amourSara, una mujer de 28 años ciega de nacimiento, decide renegar de los hombres tras salir de una relación tóxica, hasta que conoce a Marcos, el nuevo cirujano del hospital en el que trabaja. A pesar de la falta de visión, Sara será capaz de ver más a...