Horus viene a recibirnos nada más entrar en casa como si llevase meses sin vernos, algo que es habitual cada vez que llego, pero lo extraño en esta ocasión es que parece más emocionado por la presencia de Marcos que por la mía.
- Hola campeón. Yo también te he echado de menos - dice Marcos cuando mi querido pastor alemán se acerca a él.
Cuando por fin Horus consigue calmarse pido a Marcos que se siente en el sofá mientras me dirijo al aparador de la entrada para dejar allí mis llaves y la cartera. Siempre tengo en la parte central del mueble un cuenco donde dejar esos pequeños utensilios cuando llego a casa pero, quizá debido a mi estado de embriaguez, hoy me está costando encontrar el cuenco más de lo habitual. ¡Que raro! Siempre está en el centro del aparador y juraría que no lo he movido de ahí antes de irme. Sé que no estoy en mis mejores condiciones pero si hubiera movido el cuenco de su sitio lo recordaría. Además, ¿para qué iba a cambiarlo de sitio?
- ¿Te pasa algo, princesa? - pregunta Marcos acercándose a mí.
- No te lo querrás creer pero no encuentro el cuenco en el que dejo siempre las llaves.
Ahora va a pensar que estoy más borracha de lo que en realidad estoy, aunque es verdad que sigo algo ebria.
- ¡Oh! Lo he encontrado. Estaba caído junto al mueble - dice colocándolo en mi mano.
- Pero eso no puede ser. Juraría que no se me cayó cuando cogí las llaves hoy antes de irme.
Vuelvo a colocarlo en el mismo sitio de siempre y dejo caer en él las llaves y la cartera.
- Quizá se te cayó cuando cogiste las llaves y no te diste cuenta.
- Pero lo habría oído al caer.
- Has bebido demasiado, puede que no lo recuerdes.
Ah... puede que tenga razón. Los efectos del alcohol todavía siguen haciendo estragos en mí, así que no puedo estar segura de nada. Quizá se me cayó y simplemente no me acuerdo.
- No sé. Ahora mismo no puedo pensar con claridad. - Y el beso de hace unos minutos en el ascensor tiene parte de la culpa. Todavía no consigo rebajar la temperatura de mi cuerpo.
- Venga, vamos a sentarnos. Tengo mucho que contarte.
Tengo muchas ganas de saber qué es lo que oculta con tanto celo pero al mismo tiempo estoy un poco preocupada. ¿Qué motivo puede tener para poseer un secreto aparentemente tan importante?
Por fin nos acomodamos en el sofá, uno junto al otro y el calor de su cuerpo parece contagiarme. Incluso sus frías manos no se sienten tan gélidas como de costumbre cuando comienza a acariciar mi palma.
Su respiración se oye más acelerada de lo habitual. Con la seguridad que desprende normalmente se me hace muy extraño sentirle tan nervioso.
- Verás - dice por fin, - yo... estuve casado.
¡Qué! ¿Casado? ¿El mayor mujeriego del hospital?
- Entonces, - digo titubeante, - ¿estás... divorciado?
No estará viudo, ¿no? Perder a tu mujer tan joven tiene que ser algo terrible.
- Sí, estoy divorciado, pero no fue un divorcio amistoso, precisamente. En cualquier caso, eso no es lo importante, sino todo lo que sucedió después.
- ¿Después? - ¿Por qué parece tan triste? - ¿Qué fue lo que te sucedió?
Carraspea intentando aclararse la garganta y, de pronto, suelta mi mano y se levanta del sofá. Lo oigo pasear nervioso por el salón, de un extremo a otro sin detenerse en ningún momento.
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Corazón invidente [TERMINADO]
RomansaSara, una mujer de 28 años ciega de nacimiento, decide renegar de los hombres tras salir de una relación tóxica, hasta que conoce a Marcos, el nuevo cirujano del hospital en el que trabaja. A pesar de la falta de visión, Sara será capaz de ver más a...