Cigarrillo.

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Te he vuelto a recordar, y, ¿cómo no hacerlo si es de madrugada? Te dedique muchas y bastantes de ellas eran tristes.

Amabas sentarte en la azotea de tu casa mientras te acompañaba y fumabas tu cigarrillo, a pesar de que sabias que siempre odie el olor tambien sabías que lo soportaba para estar contigo, porque cuando pasaba eso es cuando querías contarme tus problemas y era grandioso saber que podría ayudarte en algo.

Jamás olvidaré aquella vez cuando subimos a la azotea y eran altas horas de la noche, posaste tu cabeza en mis muslos para ver directo mi rostro y con tus ojos rojos de tanto llorar me miraste y sonreiste, no entendía porque lo hacías si acababas de decirme que tu padre te correría de la casa. Pero dijiste que era yo quien te traía paz, el cigarrillo sólo calmaba tus nervios para aguantar las ganas de hechar andar tu boca y decirme lo que sentías, pero tu «te quiero» guardaba más.

Subo a mi azotea cuando más frío hace para reclamar tu ausencia y la acompaño de canciones que me recuerden a ti, y le cuento mis problemas al viento imaginando que eres tú, lo hago aún sabiendo que no los escucharas, y amargamente acepto que extraño el olor de tu cigarrillo.

¿Aun fumas? Deja de hacerlo porque cuando te vuelva a ver quiero encontrar tus pulmones sanos.

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