Parte #15

324 14 1
                                    

Yo ya había estado allí, es más, iba cada año con mis padres cuando era pequeña. Reconocería los Pirineos franceses aunque los cambiasen de continente. Respiré hondo y el ambiente me hizo sentirme verdaderamente en mi casa. No me sentí sola, tal vez estos chicos serían mi familia ahora.

El que hubiese patos y pollos por todas partes alborotando y haciendo "vida normal"  me hizo pensar que allí estaríamos seguros.

A lo lejos podía ver el pueblo donde solía comprar croissants por la mañana, pero nosotros no nos dirigíamos allí.

De repente, de la carretera que había a nuestra espalda apareció una moto a toda velocidad y paró justo delante de nosotros; sin quitarse el casco el piloto señaló hacia un pequeño hangar mientras le entregaba otro casco a John.

El hangar estaba rodeado de maizales. Entramos alegremente en él con la osadía de la ignorancia. ¡Wow!, parecía que Papá Noel se había adelantado.

Pulcramente aparcados como dos hermanos gemelos había dos Audis TT del 98 recién pintaditos de negro mate como si alguien los hubiese preparado para un casting de Fast n Furious.

Matt prácticamente corrió al primero de los coches y su cara de contrariedad una vez que estuvo dentro me lo dijo tod.

-Pero... Pero... ¡si tiene tres pedales! ¡Y seis marchas! ¿¡Qué clase de experimento han hecho con mi bebé!?- dijo abrazando el volante. 

Todos me miraron a mi, pero ya había descubierto mi vehículo detrás de unas lonas: una preciosa Harley Davidson Night Road nuevecita a la cual me había agarrado con brazos y pies y no pensaba soltar.

John decidió darles un cursillo acelerado sobre conducir coches con marchas, todos atendieron con un gran interés, tenían tantas ganas de conducir que no dijeron ni palabra.

La persona misteriosa se acercó a mi y me dijo mientras se quitaba el casco:

-Si piensas llevar esa moto, más te vale ponerte esto- cuando se lo quitó del todo descubrimos quién era. Aquéllo empezaba a parecer un reality, nuestra "persona misteriosa" era Milla Jovovich, pero no se molestó ni en presentarse.

Acepté el casco sin rechistar y sin poder encajar la mandíbula, tan boquiabierta estaba. Le dije a Nash que subiera a la parte de atrás y arranqué la moto. El motor rugió y el ruido me hizo sonreír. Los chicos montaron cada uno en su vehículo y salimos del hangar. 

La primera vez que aceleré a fondo el dolor volvió y me hizo recordar que me había dislocado un hombro hacía unas horas.

-¿Quieres que conduzca yo?-dijo Nash que se había dado cuenta de que el dolor había vuelto.

-No,no, estoy bien, gracias- le mostré una sonrisa forzada y seguí.

-Tened cuidado al llegar al puerto, nunca se sabe lo que se puede encontrar entre esos árboles- gritó Milla antes de acelerar su moto a fondo y dejarnos solos allí.

-¿Tienes la pistola a mano?- pregunté a Nash. Asintió y aceleré.

Milla y John nos abrieron camino. Las tres motos íbamos delante y los dos coches detrás.

Era una perfecta tarde de verano. La brisa era suave pero el paisaje que veía al pasar no se parecía en nada al que estaba acostumbrada en aquellos otros veranos: había casa quemadas y otras derruídas, algunas las dos cosas, como si por allí hubiese pasado un huracán.

No parecía haber nadie por los alrededores. Comenzamos a subir la montaña y en aquel preciso instante el dolor realmente me sacudió. Apreté los dientes, se me hacía difícil llevar la moto por la cuesta arriba, pero era soportable. Nash me apretó el brazo bueno para reconfortarme. En cuanto volví a mirar al frente me di cuenta de que no nos iba a ser fácil subir aquel puerto. 

Una barrera de salvajes se acercaba hacia nosotros. Paré la moto y bajé de un salto, ya que apenas llegaba al suelo. Nash hizo mismo al igual que John, Milla, Taylor y Sam, los que iban en los coches prefirieron quedarse dentro. Saqué mi pistola de su funda en mi costado derecho y empecé a disparar sin pensarlo dos veces. Quería sentirme segura y lo quería ya.

El resto hizo lo mismo. De pronto oí gritar y vi como uno de los bichos se abalanzaba encima de Nash y el gritaba, pero gritaba de miedo. No pude ver que le pasaba pero temí por su vida. Me quedé petrificada, no sabía que hacer, si disparaba le daba a Nash, pero si no hacía nada... Todos estaban ocupados así que corrí hasta ellos y le di una patada al salvaje. Agradecí en mi cabeza a Sam por haberme buscado aquellas horribles zapatillas, no soportaría tener los dedos salpicados de sesos de zombie... Después disparé hasta que dejó de moverse. Me di la vuelta y me senté en el suelo al lado de Nash, pero el no se movía y tenía la cara llena de sangre.

Me puse a gritar a todo lo que me daban los pulmones.

El verano que vivimos peligrosamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora