Andrew
—Mamá va a matarme —es lo ultimo que la escucho decir mientras la observo irse corriendo por el medio de la calle. Jum... ella también tiene un lindo trasero.
Cierro la puerta, la he subestimado, incluso después de estos meses observándola aún logra sorprenderme ¿Cuántas máscaras tiene esta chica?
Decidí aceptar ayudarla con lo de Mikkel, porque intuyo que de rehusarme, ella hubiera ido directamente a él y conociendo a ese imbécil no se hubiera negado, tiene una debilidad enfermiza por las chicas lindas y en apuros, y Katrice puede llegar a parecer una —tan buena actriz —esa valentía arrolladora cuando se siente acorralada o esa fragilidad delicada que muestra cuando no sabe qué hacer.
Un aroma dulce invade mi nariz y es cuando recuerdo que la camiseta que tengo puesta cubrió su pequeño cuerpo, bloqueo mi cerebro antes que comience a tener pensamientos tortuosos y exhalo fuertemente intentando sacar todo rastro de su olor en mis fosas nasales. Debió devolverme la camiseta lavada, no con su nauseabundo y dulce olor.
Camino hacia donde escucho a Meg luchar contra la cocina, mientras me quito la camiseta y la lanzo lo más lejos que puedo de mí y de mí nariz.
—¿Quién va ganando?—me apoyo en el marco de la puerta, mientras Meg no sabe qué hacer con una olla que está rebalsando y un sartén que no deja de salpicar aceite.
—¡La cocina y por mucho! —exclama con una mano en cada traste y una expresión de terror.
Me acerco hacia ella, le quito el sartén, lo dejo en el mesón y le bajo al fuego de la olla — Recuérdame, ¿Cómo he sobrevivido 17 años de mi vida bajo tu cuidado?
—Le debemos tanto a Luisa —suspira fatigada con sudor en su frente—sin ella creo que hubiéramos sobrevivido a base de comida de microondas.
Estoy seguro de ello.
Luisa es el ama de llaves y mi nana desde que tengo memoria, ella es una de las pocas constantes en mi vida, desde niño, siempre respetó mi forma de ser y es una de las pocas personas que creo que lo entiende. Cuando Meg no podía estar para mí, Luisa no se apartaba de mi lado y hasta ahora nunca lo ha hecho, lo cual agradezco.
Meg me escruta atentamente mientras agarra una servilleta para secarse el sudor —A ver — suspira fanfarrona —dilo.
—¿Por qué fingiste creerle?
—Eso... No sé de qué estás hablando—contiene una sonrisa, divertida.
Levanto una ceja, sé lo mucho que a Meg le encanta jugar, pero también sé que ella nunca hace nada sin algún motivo ¿Quién dijo que la única combinación posible es la de ser frio y calculador? Meg es calculadora —lo cual tal vez venga de familia— pero es de las personas más cálidas que conozco. Tan cálida que a veces me abruma con su amor.
Me quedo callado, ella sabe perfectamente a lo que me refiero.
—¡No me mires así! Con esa tu carita de soy cool por qué con mí silencio lo digo todo—suspira resignada— vi un cuaderno de apuntes tuyo el otro día, totalmente sin querer —aclara mientras levanta las manos en son de paz.
Mierda.
Encojo los hombros y agarro una manzana de la canasta de frutas, mientras finjo indiferencia — ¿Y?
—¡No sabes lo feliz que me puse al ver que lo hacías otra vez!...
Meg junta las manos debajo de su mentón.
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Tu Existencia Complica La Mia©
Novela JuvenilElla huye, Él ignora, Ella actúa, Él se muestra, Ambos se encuentran. Sus mundos colicionan, Y los sentimientos que surgen no son la excepción. Katrice Hope, sin saberlo padece del "síndrome del Salvador" , el cual se intensifica cuando ocurre "el i...