En un principio yo no iba a seguir cronología ni canon, pero al final, mi necesidad de tenerlo todo ordenadito y rellenar "huecos" allá donde me apetece en la historia original...me puede. Para que no os hagáis un lío, María e Ignacio en MI canon se fueron a Boston, pero por voluntad propia y en busca de un futuro mejor. La trama del embarazo y el drama posterior, en esta historia, no existe. Si alguien se pregunta cómo es que en "Tras los muros del Kings" está Ignacio en Madrid, la respuesta está en el texto.
Madrid 1982
La calle estaba desierta a esas horas de la madrugada. Ni tan siquiera los jóvenes más fiesteros seguían dando guerra por allí. Incluso ellos tenían obligaciones al día siguiente. Nadie, absolutamente nadie parecía estar despierto a las cuatro de la mañana de un lunes al que todavía le quedaban un par de horas para comenzar. Luisita se puso mejor la fina chaqueta que llevaba por encima, para protegerse del frío, mientras miraba incesante cada esquina de la calle. Iba vestida con un pantalón oscuro elegante de corte sencillo y zapatos bajos, con el bolso a juego con la chaqueta, una camisa blanca, y el pelo recogido rápidamente en un moño alto. Un atuendo con el que ir cómoda, pero elegante en el que el complemento le daba un aire de sobriedad perfecto. Un atuendo, quizá, que podría confundir a los ladrones haciéndoles creer que era una mujer con dinero. Esa semana habían robado a dos señoras en una zona cercana, así que no se fiaba un pelo, y mucho menos a esas horas en las que no parecía que hubiese un alma en la calle.
-¿Cuándo crees que vendrá el taxi?-preguntó por séptima vez desde que bajasen las escaleras.
-Me han dicho desde la central que tardarían unos quince minutos -Amelia tenía un aspecto más relajado. Eso también se reflejaba en su ropa: unos vaqueros oscuros, una blusa naranja que se cruzaba a la altura del pecho y una americana del mismo color que los pantalones. Llevaba el pelo de la misma manera que la rubia, solo que ligeramente más alto y frondoso.
-Pues te han dicho mal, que llevamos aquí por lo menos veinte minutos.
-No te preocupes, Luisita, que seguro que está al llegar. No hay apenas tráfico.
-Al final llegamos tarde, ya verás -se llevó las manos a la sien, desesperada. ¿Cómo pudiera ser que los taxis funcionasen tan mal a aquellas horas? ¿Cuánta gente recogían la madrugada de un domingo al lunes?
-Deberíamos haber cogido el siguiente, que nos daba más margen para llegar.
-Amelia, no empecemos -Luisi la miró de soslayo, haciendo una mueca -que nos cobraban el doble.
-Sí, pero nos lo podemos permitir, ¿o no? -se encogió de hombros- hubiera sido mucho más sencillo.
-Sí, Amelia, nos gastamos ese dinero y después, ¿de qué vivimos? Porque tu acabas de terminar temporada en el teatro y yo sigo sin hacerme millonaria en el Asturiano.
Las dos resoplaron a la vez. La discusión acerca del dinero era un tema recurrente, casi cíclico, en su relación, que se acentuaba cuando estaban mal. Sí, surgía alguna pelea esporádica, pero no las continuas broncas que habían tenido las últimas semanas. Y eso que hacían un esfuerzo por entenderse. Por un lado, Amelia comprendía la postura austera de Luisi, pero por otro creía que exageraba. Por otro, Luisi era consciente de que Amelia llevaba razón, aunque no compartiese en absoluto su modo de gestionarlo. El dinero, o más bien su manejo, seguía siendo una de las cuestiones en las que se sentían condenadas a no entenderse jamás. Influía, y mucho, cómo lo percibía cada una y la educación que habían tenido al respecto.
Amelia era la segunda hija de un matrimonio que había vivido sin grandes problemas de dinero gracias al estatus de Tomás, su padre. Se había criado en un pueblo, donde el nivel de vida no era demasiado alto, y jamás se hubo de preocupar por si en su casa llegaban a fin de mes. Sí, llevaba trabajando desde que era prácticamente una niña, pero no por necesidad, sino porque quería separarse de esa vida que no correspondía con ella y lo quería hacer por su cuenta. Nunca había vivido con la sombra del miedo a levantarse a un nuevo día sin nada en la nevera. Luisi, en cambio, sí. Aunque en casa de los Gómez todo el mundo se esforzaba para que nunca faltara un plato de comida, nunca llegaron a ser una familia pudiente, al punto que madre también trabajaba, algo bastante poco común en su época. En su casa eran ocho hermanos, con edades muy dispares. La norma general era heredar ropa, juguetes y libros de quien estuviese por encima de ti, así como tu responsabilidad era cuidarlos para poder dárselo a los que venían detrás. Una cadena perfecta en la que todos debían colaborar siguiendo una regla de oro: nada de gastar en tonterías ni caprichos. Luisi había aprendido el honorable arte del ahorro desde muy pequeña. Desde que le fue posible trabajó para aportar lo que podía en casa, para costearse sus propios caprichos.
ESTÁS LEYENDO
Palimpsesto
FanfictionHello, fellas! A quien tenga interés en leer esto: es un fic hecho a base de pequeños one-shots que se me van ocurriendo. Siguen las andanzas de Luisita y Amelia a través del tiempo, teniendo como telón de fondo algunos hitos históricos LGTB en Esp...