Semántica de un adiós

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¡Volví! Este capítulo no estaba previsto, ni tenía idea de que fuese a existir, pero Ben Platt y su canción "Grow as we go" llegó en el momento exacto para inspirar esta historia. Además echaba en falta ese momento en el que ambas crecen y se dan cuenta de que su vida va desarrollarse entre pausa y pausa. Espero que os guste porque he tenido dificultades para sacarlo, de hecho todavía no estoy convencida del todo. 

Muchas, MUCHAS gracias por leerme, por hacer de esta aventura algo tan guay. Y muchas gracias, beta, por tu paciencia de Santa y por estar siempre al quite. 

PD: Ben, no me demandes por plagio que es un homenaje.

1976

El regusto de la última palabra que le dijo se mantuvo en sus labios un largo tiempo. Pensó, desde el momento en el que las pronunció, que podría haber dicho otra cosa. Un te quiero, un te querré o un no te olvidaré...cualquiera antes que un simple y mundano adiós. Para Luisita, la palabra parecía ser casi una burla, la sentía vacía de cualquier significado. O, mejor dicho, este no era capaz de recoger todo aquello cuanto ella sentía. Se quedaba corto, muy, muy corto. Tanto la torturó su torpeza en aquella despedida que en su cabeza solo existió un pensamiento recurrente durante días. <<¿Cómo te despides del amor de tu vida diciéndole algo tan vulgar?>> era todo cuanto pudo pensar mientras la observaba marcharse.

Y es que adiós se le dice a todo el mundo. Cuando te cruzas con un vecino y llevas prisa, un adiós supone un saludo cordial. Al marcharte de la panadería, lo haces pronunciándolo a sabiendas que volverás al día siguiente a por la misma comanda. Adiós lo dices al teléfono para cortar la conversación. Es una palabra sin apenas matices, que viene a significar el fin de la comunicación entre dos personas, una despedida. Es una palabra precisa y tan, pero tan cotidiana, que de su uso Luisi la encontraba hueca. Nadie es capaz de comprender la totalidad semántica que recoge cuando la dice o cuando la escucha. ¿Quién se va a parar a pensar en eso? Solo ella, por supuesto.

Adiós.

Lo último que le había dicho a Amelia era adiós. No encontró un término mejor. Solo ese. Todas las canciones que había escuchado, todos los libros que había leído y las palabras que en ellos había hallado sirvieron de poco porque nada que encontrase tenía la capacidad de ayudarla a expresarse. Se tuvo que conformar con eso, a pesar de que Amelia se mereciese mucho más. Maldijo en silencio su lengua materna, y con ella a ella misma y a la realidad que estaba tocándole vivir. Se conformó con mirarla a los ojos instantes antes de que diese media vuelta, gritándole que se moría por dentro dejándola marchar aun sin pronunciar una palabra. No le dio tiempo a decirle que la amaba y que lo seguiría haciendo a pesar de los kilómetros, las estaciones o el daño. El taxi apareció y ella se me esfumó convirtiéndose en un recuerdo inmediato en el instante en el que subió a su interior. En ese taxi se marcharon también su inocencia y su fe. Tocaba aprender a vivir sin ella.

Tocaba aprender que había veces que un adiós era definitivo.

                                                                                               ***

1978

El reloj de su muñeca marcaba las cinco en punto. Hacía exactamente dos horas que Luisi debería haber llegado a su casa, pero cada vez que ponía rumbo a esta, su corazón daba un vuelco y las ganas de regresar se desvanecían. Sabía a qué se enfrentaría en cuanto llegara y la simple imagen de verla hacer las maletas le revolvía las entrañas. No encontraba las fuerzas para abrir la puerta y ver su casa vacía, con la única compañía del silencio atronador de quien ya no está.

Sentada en la plaza de siempre, Luisi escondía su mano izquierda en el pantalón e ignoraba el sonido del minutero, deseosa porque pasasen las horas. Ojalá nadie la reclamase nunca y pudiera quedarse para siempre en esa plaza. Así el tiempo no pasaría, se quedaría congelado, y con él su angustia y su pesar. Ella no se marcharía, sino que estaría en el umbral de su puerta, paralizada. Fantaseó con la posibilidad de manejar así el tiempo, a su gusto.

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