La memoria de un nombre

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Hello! Este capítulo es un capítulo especial para mí porque lo siento muy personal. Quería que fuese algo que honrase a uno de mis personajes favoritos y espero haber conseguido el resultado. Lamento muchísimo la espera, a mí también se me ha hecho larga, pero la vida me deja KO cuando acaba la semana. 

Agradecer el cariño que le ponéis a esto, no imaginé que pasarían las 10K lecturas y mucho menos que gustaría tanto. Gracias, gracias, GRACIAS por leer y por tener un ratito para decirme cosas bonitas. Sois lo más. 

Por último, perdón por el lagrimeo de antemano. 

Ah, y GRACIAS beta, por ayudarme con la pesadilla de los vocativos y las faltas de ortografía que se me escapan. 

Agosto de 2006

Las calles aledañas al hospital parecían hacerse más estrechas y difíciles de transitar conforme Amelia aceleraba el paso. La multitud que iba y venía en los pasos de cebra la agobiaba, los viandantes que se hacinaban para esperar en el semáforo provocaban que tuviera que serpentear para abrirse hueco aumentando así su angustia, y los que, sencillamente, se paraban a mirar el móvil la desesperaban. Todo Madrid le sobraba en ese momento. Pareciera que la ciudad entera se hubiera compinchado para retrasarla lo máximo posible. Impotente daba cada paso sintiendo cómo sus pies se clavaban en el suelo, como si la Tierra la reclamase. Hubo de luchar contra las ganas tremendas de llorar que sentía, a sabiendas que si se rompía en mitad de la calle jamás subiría las escaleras hasta esa habitación. Solo quería llegar de una vez, pero cuanto más lo deseaba, más lejos se sentía de su objetivo.

El calor sofocante de finales de agosto tampoco ayudaba a que su cuerpo, cansado después de horas de ensayo, estuviera de su parte. Las piernas le pesaban, el pecho le ardía del esfuerzo y los pulmones trabajaban a destajo por conseguir un oxigeno que no podían obtener debido al ritmo frenético en el que caminaba. Esto no era tan molesto como el sudor que nacía en su nuca y que se le colaba por entre la ropa. Cada vez que era consciente de esa sensación en la piel, el abatimiento la sobrecogía. En su cabeza decenas de situaciones se daban lugar, sobreponiéndose unas a otras, yendo su hilo de pensamientos a mil por hora. Sobre todo, no podía dejar de pensar en las decisiones que había tomado ese día, lamentando todas y cada una de ellas. Que si no debería haber ido a trabajar ni a ensayar, que si debería haber llamado antes, que debería haber cogido un taxi en lugar de conducir hasta allí... En definitiva, que no debería haberse movido de la maldita habitación de hospital esa mañana. Algo en sus adentros le advirtió cuando se marchó que algo malo ocurriría y, a pesar de los intentos de Luisita de hacerle ver que no tenía por qué preocuparse, esa sensación no la había abandonado desde que puso un pie fuera del edificio. Sus tripas terminaron por acertar, para desgracia de ella.

Ese revoltijo en el estómago que llevaba sufriendo desde temprano dio un vuelco cuando estando a escasos cien metros de la puerta principal, el teléfono sonó. Su corazón perdió un par de latidos durante el instante en el descolgó el aparato con una mano temblorosa.

-¿Sí?

-Hola, Amelia, soy Victoria.

-Ah, hola Victoria, dime, ¿qué ocurre? – en sus adentros rezó porque su sobrina no le diera la fatídica noticia antes siquiera de entrar.

-Todo sigue igual, no te apures. Es solo que mi tía María quiere saber si vienes hacia aquí, por si puedes recoger a mi prima Alicia, que ha salido de clase y te pilla de camino.

­-Victoria, dile a tu tía que lo siento –reprimió el suspiro que iba a dar –ya estoy en la puerta del hospital. Voy a subir.

-Yo le digo. No hay problema, nos vemos ahora.

Cogiendo el poco aire que el ambiente le dejaba, Amelia se persignó antes de cruzar el umbral de la puerta principal.

***

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