Buenas nuevas

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Helllo, fellas! Este capítulo es un saltito hacia delante tanto temporal como en la historia. Nos situamos en 1984 -sería antes, PERO el rigor histórico-, y para que os situéis os explico. María e Ignacio viven en Madrid definitivamente, acaban de volver de Boston y como sabéis, no han adoptado a Alicia -aún- en este canon. De hecho no sé si Alicia existirá. Nuestras chicas viven en Chueca, Amelia ya es una artista consagrada y Luisi está preparando su futura librería. 

Sin más, mil gracias por el apoyo y por hacer que esta ida de olla vaya por las 6000 lecturas. Sois lo mejor.

"Un, dos, tres. Respira otra vez. Cuatro, cinco, seis. Suelta el aire. Siete, ocho, nueve. Pon la mano en la puerta. Diez. Ábrela" María se repitió el mantra que Leonor solía aconsejarle cuando era niña y se ponía nerviosa. Se lo enseñó siendo muy pequeña, para que perdiese el miedo antes de exponer en clase, y desde entonces lo usaba cada vez que se sentía al límite. Un truco simplón, pero efectivo, que ayudaba a calmar sus nervios. Lo usó en su primer casting, antes de decirle que sí a Ignacio,el día en el que hubo de decirle a sus padres que se mudaba a la otra punta del mundo...Y ahora, que sospechaba que su vida iba a cambiar para siempre, también lo estaba usando porque tenía que asimilar lo que se le vendría encima. Tragó saliva y tiró del pomo.

-¡María! –Luisi se tiró le tiró al cuello nada más que entró.

-Luisi –le devolvió el abrazo, dándole un fuerte beso en la mejilla –ay, hola, Amelia, qué bien que estés tú también aquí –se separó de su hermana para repetir el gesto con su cuñada, quien la balanceó con cariño durante unos segundos.

-¿Estás bien, cariño? –le susurró al oído. María le olió las intenciones: si algo grave sucedía, ella lo quería saber primero para así ayudar a Luisi a afrontar la situación. Se derritió ahí mismo frente a ese gesto, tan naturalizado y cotidiano que ya habían creado un código secreto entre ambas. En lo que duraban sus abrazos, las dos cuñadas se decían cómo estaban las cosas previamente, comunicándose por lo bajini, evitando que Luisi se enterase.

-Sí, sí, no es nada grave –dijo a su vez. Al alejarse, Amelia la miraba interrogante.

-¿Estás bien, María? Nos ha preocupado tu llamada –Luisi forcejeó con la gabardina, tanto que al final tuvo que ser su novia quien se la quitase.

-Sí, sí, pero te necesito aquí, conmigo. Os necesito –miró a ambas, sin poder esconder la sonrisa.

-Pues espero que a mí también –se oyó una voz en el rellano. A María casi le dio un vuelco al corazón, no se esperaba que esa voz estuviese ahí.

-¡¡Marisol!! –esta vez fue ella quien se tiró a los brazos de una hermana, arrollando a la pobre chiquilla que la miraba con una media sonrisa de timidez. Marisol, al contrario que las Gómez más mayores, no era tan efusiva ni cariñosa, pero en ocasiones como la presente sí se dejaba querer -¿cuándo has llegado? ¿No se suponía que tu vuelo aterrizaba por la tarde?

-Ese era mi plan, pero en el hospital me quieren mañana a primera hora allí y como cogiese el que tenía previsto no llegaba ni en broma.

-Pues anda que has avisado –le dio un par de besos más por la cara.

-Quería que fuera una sorpresa.

-¿Y por eso vas a casa de estas dos? –enarcó una ceja señalando a la pareja.

-Alguien la tenía que recoger del aeropuerto, ¿verdad? –Luisi tiró de ambas hacia el interior de la casa. Marisol asintió, sin poder dejar de vestir la sonrisa de alegría, chocando el puño con Luisi en lo que parecía ser un saludo secreto.

-¿Tenéis un saludo secreto? –preguntó María, anonadada –y tampoco me lo contáis. Me voy un par de años y no incluís en nada. Menuda familia tengo. ¡Qué desgracia! –se quejó en un tono divertidamente cómico.

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