Los Recuerdos y otros Fantasmas

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Aún no lo creo. Sí era él. Y lo mejor es que, después de tantos años aún me recuerda. La felicidad que siento ahora no se asemeja a nada que se pueda sentir. Han sido tantos años en los que no hemos hablado, tantas personas que han de haber pasado por su vida y tantos momentos magníficos que pudo haber vivido, pero aún me recuerda, recuerda Manchester y recuerda todos los buenos momentos juntos.

Con solo pensarlo una sonrisa se dibuja en mis labios.

Parece como si solo hubiese vivido por este momento. Como si mi vida se hubiese terminado cuando vi a Louis partir por última vez y hubiese muerto por todos estos años para encontrarlo a él y volver a la vida. Todos estos años que pasaron parecen no valer nada. Pues para mí, no los valen.

Louis solo sigue fascinado con la idea de volverme a ver. Exagerado o no, Louis también recordaba con fervor y felicidad nuestros momentos. Recuerda cosas que yo no así como yo recuerdo cosas que él no. Me costó mucho recordar la vez en la que decidimos sacar a pasear a su perro y, mientras yo sostenía la correa, vio un gato. Tiró con tal fuerza que arrastró mi pequeño cuerpo con facilidad.

Él se ríe al recordarlo. La imagen mía siendo arrastrado por un perro se le quedó grabada en la mente.

-Sí es él, mamá. – Le dije a mi madre a la hora de la cena esa noche. Más emocionada no podía estar.

-Dile que venga a cenar mañana. – Soltó ella. ¿Debería? Si eso la hace feliz, seguramente eso debería hacer.

-Lo haré. – Dije mientras tomaba una cucharada del pudín de mi madre.

Pero. Siempre parece que hayo un pero a todo. Pero no sé qué sentir con la idea de tener a Louis aquí, en mi casa conmigo. No tengo idea porqué, al recordar a Louis y todos nuestros momentos, se me tiene que acelerar el corazón, un vacío inexplicable debe aparecer en mi estómago, y una estúpida sonrisa se hace paso por todas mis tormentas.

No. No lo acepto. No puede ser así.

Las mañanas siempre transcurren con normalidad. Me levanto, tomo un baño, desayuno, me despido de mi madre y de mis gatos para salir a la parada del autobús donde me encuentro con Liam. Durante el viaje hablo con él y le cuento lo último. Todo el asunto de Louis y yo no parece impresionarle.

Nos despedimos en la entrada en la escuela. Acordamos almorzar juntos y nos vamos a clase. Como es mi costumbre, hago un viaje a mi casillero para sacar mis textos. Espero encontrar su figura hoy en el 467 pero no estaba ahí. Abrí el 465, el mío, saqué mi libro de literatura y me dirigí a clase.

Si bien solo he pasado unos pocos días en esta ciudad, si bien soy ajeno aquí, mi vida me ha plantado aquí. Mucho ha pasado en el poco tiempo que llevo en Londres. Una secundaria insignificante cambió mi vida, una secundaria insignificante me devolvió mi pasado, una secundaria insignificante me devolvió la felicidad.

Pero los días se volvían monótonos. Siempre era la misma rutina de levantarme para ir, permanecer horas encerrado y volver a mi casa por el resto del día. Tal como era mi vida en Manchester, pero nunca me aburría, nunca le encontré algo malo a vivir entre cuatro paredes. Hasta ahora.

Esta vez funciona. Nueva ciudad, nuevo yo. Está pasando.

Lo vi a la hora del almuerzo mientras comía y compartía una charla con Liam. Estaba en la fila de los postres. Interrumpí a Liam con la excusa de que iría por uno. Iría por algo más.

Estaba examinando entre gelatina, pudín, brownies, pastel o galletas.

-Gelatina, es mejor para tu salud. – Él me escuchó y se volteó sonriéndome.

Solo un Poco de tu Corazón (Larry Stylinson) - PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora