En el colegio.
La maestra iba llegando al salón y tras saludar, se quedó viendo a Marinette.
-Señorita Dupain Cheng, ¿por qué vino al colegio en pijama?
Marinette abrió sus ojos con sorpresa y se miró, dándose cuenta de todo.
-Oh... ahora entiendo por que me veían tanto.
Por suerte ya metí la pata tantas veces que esto no me da vergüenza.- exclamó la azabache con orgullo de sí misma.Nadie, absolutamente nadie entendía como podía estar orgullosa por éso.
-Tienes papel higiénico pegado debajo del pié y viniste descalza.- señaló la docente con mirada de lástima.
La sonriente adolescente pronto borró su sonrisa y cubrió su sonrojado rostro.
-¿P-puedo irme a casa?- preguntó con vergüenza.
No quería ver su pie pero rogaba que ése pedazo de papel higiénico esté limpió.
-No, no puede.- respondió la mujer con seriedad.
Sí le diece permiso a Marinette de irse cada vez que pasa por algo vergonzoso, ni siquiera sabría quien es.
-Muy bien, abran sus libros en la página...
-Profesora, ¿no teníamos prueba hoy?- Preguntó Nino mientras todos lo veían, reclamando su cabeza y la maestra revisaba su agenda, viendo que era verdad.
-Cierto, muchas gracias por recordarmelo, Nino... ¿Nino?
La mujer buscó al moreno pero ya no estaba, sólo había una gorra maltratada y todos los demás veían a otro lado de manera disimulada.
La mujer se encogió de hombros y se puso a buscar los exámenes que le daría a sus alumnos.
En el salón de clases, es bastante extraño de que no haya un traidor que le recuerde ésas cosas a la maestra y hoy, Nino fue ésa persona tan odiada.
Nino Lahiffe, no descanses en paz por traidor.