En la mansión Agreste.
Adrien y Marinette veían una pintura de Gabriel Agreste.
-¡Wow! Mi padre es feo pero feo a otro nivel.- aclaró el chico como sí nada.
La azabache lo miró con enojó y antes de que pueda decir algo, el dueño de la casa se acercó a ellos con una ligera sonrisa al ver como contemplaban su pintura.
Ser tan hermoso era cansador.
-¿Les gusta mi pintura?- preguntó el hombre.
Marinette sonrió de manera nerviosa mientras asentía.
-S-si, se ve muy bi...
-Nop, dijimos que era bien feo.- aclaró Adrien con honestidad.
-¡Adrien!- le retó Marinette mientras le daba un leve empujón.
-¿Qué?- preguntó el rubio con inocencia.
La mirada asesina de su padre era totalmente ignorada por él en ése momento.
-Tu padre está delante de nosotros.- señaló la chica para que su... ¿amigo? ¿novio? se comporte.
-¿Y? Sigue siendo feo.- dijo Adrien como sí nada.
Gabriel Agreste gruño levemente y Marinette miró al chico con súplica, rogando que entienda la atmósfera.
-Adrien, es tu padre.- señaló Marinette.
El chico se encogió de hombros, despreocupado.
-¿Y qué culpa tengo yo de que mi padre sea feo?- preguntó el rubio con inocencia.
Marinette llevó una mano a su frente mientras negaba con la cabeza.
Algo le decía que Gabriel Agreste le iba a pedir que se vaya a casa por ése día por que tenía que hablar con Adrien.
-Señorita Dupain-Cheng, le pido que se retiré.
¿Ven?
Marinette no discutió con el hombre, sólo apoyo una mano sobre el hombro de Adrien quien sonreía de manera algo tonta y lo miró con lástima.
-Fue un gusto conocerte.
Y por éso Adrien y Nino son mejores amigos.
Los dos buscan su muerte de manera dolorosa.