Capítulo II (III Parte)

32 4 0
                                    

No terminó de hacer los deberes pero saco a Paco y Rolling un rato por el parque. Se quedo hablando durante una hora más o menos con un grupo de mujeres que se reunían todas las tardes para hacer lo mismo que ella. Cuando ya iba anocheciendo enganchó a sendos perros y se fueron a casa. Estaban empezando a subir las temperaturas. Para cuando llegaron a casa parecía que ya habían llegado sus padres porque había luces encendidas. Entró, cerró la puerta y desató a sus hermanos caninos.

- ¿Hola?-. Dijo a modo de saludo.

- ¿Caterina? Ven, mira quién ha venido a verte-. Dijo mi madre con una nota de extrañeza en su voz. Caterina se dirigió curiosa al sitio de donde procedía la voz, el salón. Jamás, en sus quince años de vida próximamente dieciséis se hubiera imaginado tal persona en su casa.

- ¿Susana...? ¿Qu-que haces aquí?.- Tartamudeo Caterina.

- ¡Niña! ¿Que forma es esa de hablar a la gente?.- Le reprendio su madre.

Ni un hola ni nada, mamá. Pensó.

No entendía que hacia Susana en su casa. Ni siquiera sabía como había conseguido averiguar donde vive. Dos teorías surgian en su cabeza a cada cual peor: que le había seguido algún día o que había preguntado a Rebeca pero dudaba que esta le hubiera dicho nada.

- Disculpa.-  Contestó. No sabía que decir, se había quedado en blanco. Por suerte o por desgracia su madre sí que sabía que decir.

-Susana quería decirte algo, así que iros a vuestro cuarto.- A Caterina se le cayó el alma a los pies. Se atragantó con su propia saliva de la sorpresa.

Susana se levantó y Caterina la llevó a su cuarto.

Era un cuarto cuadrado, amplio e iluminado para estudiar. La cama estaba en la esquina superior izquierda según entras y el escritorio debajo de la ventana. Tenía un armario básico con la ropa de diario pues no solía arreglarse y esa ropa estaba guardada. La estantería era algo más pequeña que el armario pero estaba repleta de libros, películas y CDs de música. El color azul metálico estaba impregnado en tres de las cuatro paredes, la cuarta era un tono prácticamente blanco sí no fuera por algunas siluetas pintadas de negro.

- Así que este es tu cuarto.- Comentó Susana después de unos segundos.

- Todo el ¿Que pasa? ¿Para que has venido?- Después de la sorpresa inicial, Caterina había necesitado unos minutos.

- Miguel me había hablado de este sitio pero no sabía que fuera así.- Siguió hablando como sí ella no hubiera dicho nada.

¿Miguel? ¿Que tendría que ver Miguel en este momento? ¿Acaso lo sabía? Dudaba mucho que se lo hubiera dicho porque también le perjudicaría a el ¿Pero y sí se lo hubiera dicho igualmente? ¿No debería haberle avisado para que estuviera alerta?-

Pensó Caterina inmediatamente y anotó mentalmente que al día siguiente tenía que hablar con Miguel fuera como fuese.

- ¿Miguel?- Se atrevió a preguntar. Susana, que no había estado mirándola hasta ese momento, contestó mirándola directamente a los ojos.

- Sí, Miguel, mi novi... Mi ex novio como bien sabrás.- Se corrigió con una mueca.

- Lo sé.- Dijo Caterina, era el chismorreo del mes, todo el mundo sabía lo que pasaba entre los novios, algunos incluso antes que ellos mismos. Y más aún sí son los populares del instituto.

- Veo que las noticias corren.- Comentó sardónica.- Sobretodo las buenas.

Caterina no sabía a donde quería ir a parar pero entreveía que ya se estaban acercando al motivo de su inesperada visita.

- Susana, déjate de marear ¿Que pasa? ¿Por qué has venido a mi casa? - Dijo Caterina cruzándose de brazos. Susana se levanto de la silla del escritorio donde había estado desde que llegaron, camino hacia Caterina y hasta que no estuvo a medio metro de ella no empezó a hablar.

- Sé lo que sientes por Miguel.

Caminando por la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora