Capitulo primero
El principio del fin.
Era una noche muy fría, la más fría de la que pueda acordarme, y eso que todavía estábamos en octubre. Una chica de nombre común y alrededor de unos dieciséis años se acurrucó en el sillón para leer un rato, a sus pies se encontraban dos perros, llamados Paco y Rolling. El primero era un schnauzer gigante negro y el segundo era, marrón y blanco, una mezcla entre galgo y pastor alemán, recogido de la perrera cuando tan sólo era un cachorro.
Se encontraba completamente desvelada, no sabía ni lo que significaba dormir. No conseguía relajarse, no paraba de andar de un lado de la habitación al otro. La cama era un autentico caos: mantas, sábanas, almohadas... Pura selva. Hacía gestos de nerviosismo y a la vez, también se intentaba relajar, tumbándose de vez en cuando en la cama, haciendo como que dormía, sin embargo, se volvía a levantar a los pocos minutos entre suspiros.
Al cabo de una hora se encontraba leyendo un libro algo gastado debido su uso, Orgullo y Prejuicio de Jane Austen. Pasó las primeras páginas como si no le interesaran demasiado y al comenzar la fiesta que celebraba Charles Bingley[1] en su casa, recién adquirida empezó a leer con detenimiento. Los principios nunca los consideraba importantes, plantea la historia y los personajes por lo que puede resultar tedioso para quien ya ha leído varias veces el mismo libro. Tenía una pequeña estantería repleta de libros, la mayoría contemporáneos exceptuando algunas obras antiguas, como esta.
Los tumultuosos acontecimientos que acaecieron esa noche no tuvieron la capacidad de captar su atención, puesto que levantaba la vista demasiadas veces del libro. Desalentada y con el pronóstico de pasar una noche en vela dando vueltas por su diminuta habitación, alcanzó a ver su portátil con el cual poco podría hacer si sus padres, habiéndose acostado hacía rato, habían apagado el Internet inalámbrico. Visualizando la noche que le esperaba en su cabeza, y que no tenía nada que perder comprobándolo, cogió el ordenador y lo colocó sobre su cama. Una vez encendido, rezó cómicamente por tener Internet. Afortunadamente sus padres no lo habían apagado y pudo estar entretenida durante un lapso de tiempo indeterminado.
Dos horas antes de que sonara el despertador para ir a clase, vio volver a entrar a Rolling y Paco, de los cuales ni siquiera se había percatado de su salida. De un salto, Rolling aterrizó sobre la pequeña cama individual, lo que no le importaba demasiado, sino supiera que detrás de él, se intentaría subir el otro perro y no creía que su vieja cama pudiera soportar el peso de los tres. Echó al primero al suelo de nuevo y apagó el ordenador. No creyó que pudiera dormir lo poco que le quedaba antes de ir a clase, así que se echó sobre la cama pensativa y haciéndose preguntas sobre lo deplorable que era su vida y sus correspondientes motivos.
¿Qué le pasaba últimamente? Ni siquiera era capaz de responder a ésa sencilla pregunta por aquel entonces. Sus notas no habían hecho más que bajar, hecho que no podía permitirse dado que pasaba los cursos de milagro. No le gustaba ni su ropa, ni su propia letra, ni nada de lo que tuviera que ver con ella.
¿Sería un virus? ¿Estaría en depresión? Había oído en alguna parte que era posible estar es aquel estado si ser consciente de ello ¿Era eso lo que le pasaba a ella? ¿Acaso le habían echado un mal de ojo? No lo sabía y para ser sinceros tampoco estaba dispuesta a buscar la respuesta.
Llevaba noches y noches teniendo sueños muy extraños. Soñando con objetos que después veía por la calle. Objetos que podrían ser normales y corrientes pero que casualmente se distinguían perfectamente por alguna peculiaridad, como un collar con un determinado diseño y como ése, los veía continuamente: jarrones, animales, alfombras, escaparates enteros que había visto en sueños y que casualmente veía al día siguiente ¿Se estaría volviendo loca? Lo único que hacía era darle vueltas a la cabeza e intentaba dormir lo menos posible por miedo a lo que pudiera soñar ¿Y si alguna vez soñaba con algo realmente malo?
Se giró sobre su costado para mirar la hora en su despertador. Apenas quedaban cinco minutos para que sonara. Prefirió no demorarlo más y levantarse a comenzar su rutina.
Tras espabilarse con una buena ducha y vestida con unos pantalones cortos oscuros y una camiseta de pico negra se dirigió a la cocina y desayunó los cereales que tomaba desde hacía años todas las mañanas. Se lavó los dientes. Hizo la cama. Se puso los zapatos y cuando estaba a punto de irse miró el reloj. Había ido un poco rápido y como saliera en ese momento de casa estaría esperando un rato en la puerta de clase hasta que llegara la delegada para abrirla. Volvió a dar vueltas por la habitación hasta que con un resoplido de exasperación salió a la calle. En frente de la acera se reunían todas las mañanas un grupo de chicas de su clase para ir al instituto. Las saludó sin mucho entusiasmo cuando le sonrieron. Ella sabía que a pesar de sus sonrisas o de sus gestos afables al verla, no la soportaban. No encontraba el motivo de tal aversión ya que a su conocimiento no ha llegado nada que pudiera haberle hecho intuir que había hecho algo malo, pero no era algo sin lo que no pudiera vivir.
Hace un año y medio había llegado a mitad de curso, cuando las amistades y los grupos ya estaban formados. Era una intrusa o por lo menos así se consideró. Ese año acababan la educación obligatoria y debían poner todo su empeño en estudiar y olvidarse de las relaciones sociales para poder pasar a bachillerato, el cual era el objetivo de prácticamente toda la clase. No le importaba lo segundo, puesto que apenas tenía relación con personas que no fueran de su agrado y eso, reducía mucho el círculo. No tenía muchos amigos, no le interesaba hacerlos si al año siguiente no iba a volverlos a ver. A su madre le habían trasladado tantas veces que ya ni siquiera le importaba no hacer amigos en los colegios a donde iba. No soportaba echar de menos a gente pasajera, a la cual, si por alguna casualidad se volvieran a ver no la reconocerían, al contrario que ella. Se acordaba de los amigos que había hecho. Se acordaba de todas las promesas fingiendo amistad eterna y también se acordaba de las visitas a los pueblos donde había pasado esos momentos y sufrió en silencio el desconcierto del olvido pero, con una sonrisa, siguió hacia delante, mirar atrás no estaba en sus planes. No era una chica positiva, ni valiente, era una superviviente, cualquier obstáculo, ella lo sobrepasaba no sin hacer mella en su interior pero a eso no le daba importancia, no quería pensar en ello, era un fallo en sus planes sin resolver.
[1] Amigo íntimo de Fitzwillian Darcy protagonista de la obra cumbre de Jane Austen en 1813, Orgullo y Prejuicio.
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Caminando por la Oscuridad
NezařaditelnéUna chica común, sin nada que envidiar, con gustos mundanos y vivencias de una adolescente típica, ve que su mundo da un giro de 180° tras un misterioso sueño que lo cambia todo ¿O no era un sueño?