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Saga

No recordaba que fuera tan alto, tampoco tan guapo. Recordaba lo idiota que me traía en preparatoria y lo triste que me había sentido cuando finalmente dejó de tener contacto con nosotros. Aunque yo había conocido a Tora como el novio de mi amigo y jamás me había atrevido a hablarle como algo más, siempre me pareció atractivo, un amor de escuela que juraba era platónico.

Teniéndolo ahí en frente después de años, hizo que el color rojo se subiera hasta las orejas. Agradecí que traía una capucha negra encima y no me podía ver con claridad, de seguro se hubiera reído de mi comportamiento tan infantil, pues me tomó varios minutos poder articular otra oración.

—Lo siento, Agente Espec...

Su carcajada me interrumpió haciéndome sentir estúpido y aún más avergonzado, colocó su mano sobre mi cabeza en un gesto que para mi fue cariñoso, aunque pudo ser solo un mero ademán. Metí las manos en las bolsas de la capucha sin saber muy bien qué hacer; la motocicleta y los autos quedaron olvidados casi de inmediato al tenerlo a mi lado.

—Puedes seguir llamándome Tora —sonrió de lado.

Parpadeé varias veces recuperando un poco la noción de que era un adulto y no un chico embelesado por su crush de preparatoria. Me alcé de hombros, comenzando a caminar a mi estudio, estaba a escasas dos cuadras; Tora me siguió el paso sacando un cigarro que prendió sin mirarme.

Caminamos en silencio, hasta llegar al pequeño edificio donde estaba mi estudio, una simple bodega vacía en la planta baja de un edificio de oficinas, lo suficientemente amplia para tener varios restiradores, mesas, lienzos y estantes sin ningún orden en particular. Únicamente era para mi uso personal, aunque en varias ocasiones Hiroto y yo lo usábamos para hablar de su disco y el arte o simplemente platicar de nuestras vidas.

—Vine a buscarte y aún no llegabas, fue una suerte encontrarte en la calle —dijo Tora entrando detrás de mi, mientras yo prendía las luces del lugar.

—¿A qué debo el honor? —me dirigí de inmediato a los estantes, sólo necesitaba unas cuantas pinturas para poder regresar a casa de Kyo. Busqué entre el desastre de materiales lo que necesitaba.

—No sé si has escuchado, hubo una fuga en la prisión de Odaiba —dijo tranquilamente.

Por fin me giré a verlo, un poco sorprendido.

—¿Ese no es un caso de la policía?

Tora jugaba con los papeles sobre uno de los restiradores, en los cuales había solo bocetos dibujados sin terminar.

—Se ha vuelto una investigación federal.

Ladeé la cabeza—. Eres un agente de CIRO —me reí ante la ocurrencia.

Asintió—. Agente del Gabinete de inteligencia y Oficina de Investigación Naicho. Sí, lo soy. La CIA de Japón —se rió también.

Me giré de nuevo a los estantes, rehusandome a sentir asombro. Tenía muchos años sin verlo y por supuesto que jamás se me hubiera ocurrido que el chico de mis sueños adolescentes crecería para volverse una especie de agente de esos que veía en las series americanas. ¿Me gustaba lo que veía? Sí. ¿Iba a aceptarlo? No. Sin embargo, aquella visita representaba algo más que interés por mi persona y eso era lo triste de la situación.

—¿Es por Mana? —pregunté tratando de no ver su expresión.

—No todos los días tenemos de fugitivo a un líder de la mafia. Sin mencionar que la fuga de prisión fue algo sin precedentes —se acercó a mi lado mientras yo seguía revolviendo materiales—. Te ves bien —dijo casi en mi oído.

2Fast, 2Beautiful [The Gazette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora