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 Sakito


Bajé de mi Alfa Romeo con paso decidido, no era muy normal que un fiscal con mi sueldo pudiera tener un carro así, la cuestión era que yo tenía muchos millones en el banco. Y no, no me importaba presumir que los tenía, los había ganado con mi trabajo y con el de nadie más. Lo mejor, no había tenido que acostarme con nadie.

Esperaba que el café hiciera efecto en mi cuerpo o al menos la bebida energetizante que había agregado a mi desayuno, no había podido dormir en toda la noche. Cada que Shou no llegaba a la casa ocurría lo mismo, pasaba la noche en vela esperando su regreso, no era la primera vez y ya no estaba seguro cuánto tiempo podía seguir aguantando una relación así.

De nuevo, era todo lo que conocía como una relación, al menos era la más sana que había tenido en mi vida y últimamente parecía estarse yendo directo al desastre. Me preguntaba si esta vez también era mi culpa o solo me gustaba hacerme la víctima pensando que Shou había perdido la razón en algún momento de estos años. Para una relación se necesitan dos, ¿no? ¿Qué era lo que estaba haciendo mal entonces?

Suspiré una última vez cuando vi el horrendo auto de Reita estacionarse frente a mí, era extraño estar en ese vecindario. No había estado ahí desde que tenía dieciséis años, en la fachada de la casa de los Shiroyama.

Reita por fin bajó, tenía puesto ese ridículo traje de detective que consistía en pantalones de traje, camisa, corbata y chamarra de piel; sin tomar en cuenta los lentes oscuros de aviador. ¿Por qué todos los detectives vestían igual? La misma corbata negra junto a la que colgaba su placa de la policía de Japón. Caminaba con ese aire pretencioso que nos deberían de dejar a los integrantes de la ley, pero, ¿quién era yo para opinar del vestuario del rubio? Tal vez podría hablar con Kai.

Se quitó los lentes al verme—. No tenías que venir —me dijo bostezando ligeramente.

Alcé los hombros quitándole un poco de importancia, cuando en realidad sentía bastantes nervios. Construyes tu vida sobre algo que tu crees que es cierto y de repente parece que todo lo que creías era una mentira, para este punto no sabía si me refería a la muerte de los hermanos o mi propia vida. 

—Creo que puedo ser de ayuda, es de lo familiar, después de todo y —tomé aire—. Yo también quiero saber qué es lo que está pasando —dije mirando la puerta.

—¿Qué haremos si están vivos? —dejó la pregunta al aire, como si tuviera miedo a ser contestada.

Tal vez por eso no me atreví a hacerlo.

Caminamos juntos por el jardín, recordando un poco, ahí era donde el carro de Shiroyama siempre estaba estacionado. Reita fue quien tocó a la puerta, con una mano temblorosa que trató de ocultar y para mi incomodidad, noté.

Tuvo que tocar otras dos veces antes de que alguien atendiera. La única vez que había visto a la señora Shiroyama fue en el funeral, antes de todo el alboroto con la mafia yo no había sido muy cercano a los hermanos, al contrario, Aoi y yo habíamos tenido nuestros problemas dentro de las carreras clandestinas y sobretodo por Shou. Eso era todo, no pasamos a ser amigos hasta que el destino de forma muy cruel nos unió en el mismo juego maligno.

La señora Shiroyama lucía mucho como Aoi, al menos como yo lo recordaba, tenía el mismo color de ojos y el cabello negro que ahora era adornado por algunas canas, los dos poseían esa extraña mirada insolente. Y la sonrisa sarcástica hacia un lado.

—Y yo me preguntaba cuánto tiempo pasaría antes de que ustedes se presentaran ante mi puerta —dijo sólo asombrada.

Reita puso las manos en la cintura, tratando de regresar el mismo gesto insolente, ya no éramos unos niños asustados por sus padres. 

2Fast, 2Beautiful [The Gazette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora