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Shou

Me quedé parado en la puerta, lo miré mientras colocaba varias prendas en su maleta, quise ayudarlo pero no me dejó. A pesar de la llamada tregua que había propuesto Reita, Uruha era el único que realmente me dirigía la palabra de una manera regular, además del rubio. Y lo entendía, entendía porque todos estaban tan enojados conmigo, lo que había hecho no tenía perdón, sabía que iba a pasar mucho tiempo antes de que pudieran perdonarme si es que podían hacerlo del todo. Yo lo dudaba, tampoco pensaba que yo mismo pudiera perdonarme lo que había pasado.

Fue una verdadera tortura estar en el hospital esa semana, para el segundo día comencé a recibir visitas de un psicoterapeuta, pues debido a mi estado etílico, era obligatorio. Traté de zafarme, esta vez ninguno de mis amigos me dejó hacerlo, no quería hablar y pronto me encontré haciéndolo como nunca. No podía decir que había mejorado, no había pasado siquiera una semana, pero poner en palabras sentimientos que nunca pensé, me resultaba de cierta forma liberador.

Era sábado en la mañana, el día en que por fin habíamos logrado que nos dieran de alta del hospital a los tres, bajo muchos comentarios negativos del doctor, si debo ser honesto. No querían dejarnos salir, tal vez porque intuían lo que íbamos a hacer, sabían que no pondríamos en riesgo en cuanto pusiéramos un pie afuera del lugar, tal vez no tenían manera de saberlo, pero era lo que iba a pasar después de todo.

Prometí seguir asistiendo a terapia, como compromiso para que me dieran el alta. Me urgía poder salir de ahí, poder hacer algo mas que esperar a que mi codo y clavícula recuperaran toda su movilidad, también tenía que hacer fisioterapia para eso, la verdad no estaba pensando mucho en eso. Mis pensamientos estaban puestos en Sakito y en ese chico que me sonreía ligeramente mientras cerraba su maleta, le habían dicho que las heridas tardarían en cicatrizar, por lo demás estaba fuera de peligro. Yo contaba con que al menos no se le fuera a abrir ninguna, aún no le quitaban los puntos. Sin embargo se movía con normalidad, no sabía si estaba tratando de ocultar que en verdad le dolía o estaba bien.

—¿Listo? —Me preguntó con su sonrisa.

Quise asentir, solo atiné a quedarme estático. Había pasado toda la semana pensando en este momento y ahora que estaba sucediendo no sabía qué hacer. Uruha pareció entenderlo a la perfección pues suspiró y se sentó sobre su cama, haciendo señas para que lo acompañara. Me senté torpemente a su lado, sin saber muy bien qué decir.

—Lo siento —fue todo lo que se me ocurrió. El otro me miró sin entender—, creo que sobrepasé limites que nunca debí y pude haber hecho más daños de los que ya hice.

—¿Te refieres a que nos besamos? —Dijo tranquilamente, yo asentí mirando al piso—. ¿De verdad crees que estás enamorado de mi?

Lo miré sorprendido por la forma tan ligera en que lo decía, sin restarle su importancia pero con extrema sutileza.

—No lo sé —contesté honestamente.

—No lo estás —aseguró, lo miré herido—. Cuando te dije que no era tan bueno como parecía, lo dije en serio. Lo que pasó es que encontraste una persona que te entendía a la perfección, porque realmente creías que tu estabas bien y todos los demás mal —explicó, sentí una cierta presión en el pecho, lo que estaba diciendo no estaba alejado de la realidad—. Tu querías escapar del mundo y pensabas que podías hacerlo conmigo y yo no te dije que no, porque quería que no te sintieras solo. Quería aligerar ese golpe de realidad que tarde o temprano ibas a tener, creo que lo hice peor. El que te debe disculpas soy yo.

Casi me voy para atrás cuando lo escuché.

—¿De qué hablas? Después de todo lo que ha pasado, si estás aquí para empezar es mi culpa.

2Fast, 2Beautiful [The Gazette]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora