slow show

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¡Hola!, bienvenidxs a un nuevo fic. La verdad es que lo echaba de menos: El escribir un historia con mis personajes favoritos. Y como ya sabéis que me encanta el drama, no podía hacer otra cosa que volver por navidad con estas dos.

La verdad es que es mi interpretación de la vuelta de Amelia a la serie, no sé como lo harán en amares, pero bueno, yo he hecho mi propia versión y espero que os guste mucho.

Cualquier cosa podéis encontrarme en twitter @carambaluisi, también tengo a @shedramaticc, pero prefiero que para cosas de fics y demás me habléis aquí.

prólogo

Nunca había sido impulsiva. Joder. Tal vez había hecho alguna que otra locura por amor, pero nunca se había comprado un billete de avión a última hora y casi con lo puesto, se había lanzado al aeropuerto sin saber nadar.

— ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?, mon dieu, Amelia, no sabes como está Armand—escuchó al otro lado de la línea.

— Ya... ¿Se lo ha tomado muy mal?—preguntó, con cierto temor.

— No, en absoluto, pero ya sabes cómo es. No le gusta trabajar a última hora, ha llamado a la revista y... bueno, menos mal que no tenían a nadie más, porque sino, nos matan. Pero de hecho, les has arreglado la noche.

Amelia respiró tranquila, por fin algo bueno. No estaba especialmente segura de si estaba haciendo lo correcto, pero por primera vez en demasiado tiempo, se estaba dejando llevar. Tal vez necesitaba volver a Madrid, —solo por unos días—, para aprender a hacerlo de nuevo. Al final, era navidad. Y aunque para ella nunca había tenido especial significado, había aprendido muchas cosas nuevas el año pasado.

— ¿Puedo preguntarte qué te ha hecho cambiar de opinión?, cuando te propuse lo de la entrevista te pusiste hecha una fiera... ¡Quién te ha visto y quién te ve!, y ahora, de repente, antes de navidad... boom: cambias de opinión.

— Ya... y lo siento, de verdad. — Se disculpó Amelia. Miró su apartamento por última vez: El pequeño piso aún respiraba su nombre. Aún tenía la decoración que ella había elegido, aún, de vez en cuando, esperaba verla salir de la habitación con su albornoz, quejándose de lo fría que salía el agua en aquella ciudad por las mañanas—. Es... supongo que lo que tiene la navidad, ¿No?, que nos hace cometer locuras.

El taxi recorría la carretera principal. Llovía con saña a medida que abandonaba la ciudad. El aeropuerto de Orsay estaba lejos, tal vez, debería haber elegido otra salida, pero esa era la única que podía permitirse con tan poca antelación.

Lo bueno que tenía la navidad era que sacaba lo mejor y lo peor de nosotros. Era una fecha para ser, ser todo lo que no habíamos podido ser en el resto del año y hacerlo con la excusa de: «Es lo que tiene la navidad». Porque la razón por la que Amelia estaba aquella noche de camino a Madrid, no tenía nada que ver con algún espíritu navideño. Se trataba, más bien, de una necesidad primaria casi inconfesable, pero que tenía nombre y apellidos. Luisita Gómez era Madrid y ella iba a Luisita Gómez: Era por eso, que hasta ahora, no había sido capaz de decidirse.

Lo cierto era que los echaba casi tanto de menos como a su propia madre. Mentiría si no dijese que, tal vez, algo más. Los Gómez la habían querido como a su propia hija, la habían, por primera vez en su vida, dejado ser independientemente de todo. Y la habían apoyado, eso era lo más importante. Pero bueno, ¿A quién iba a mentir?, tal vez, algo de culpa sí que tenía la navidad. Tal vez había sido esa cena de cuatro o seis personas con un centro de mesa amargado y demasiado alcohol de por medio, la que le había permitido admitirse a sí misma que los echaba de menos. Que la echaba de menos.

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