Búsqueda

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Después del viaje en autobús llegaron a casa.

Danny aún tenía esa sensación extraña, pero había preferido pensar en otra cosa sin éxito.

Aparte de que sentía mucha curiosidad, su hermana Axlin no paraba de hablar sobre ella, parace que realmente le gustó.

A Peony no le gustó. Ella hubiese preferido comprarse ropa, o darse cabezazos contra la pared.

Digamos que no le gustó mucho, ya que las pocas historias que le interesan son la de los famosos de la tele. O alguna de las que escribe Axlin.

Una vez llegaron a casa con una infinidad de bolsas, Peony fue a buscar a los gatos.

Sin embargo, no estaban por ningún lado.

Después de dar una vuelta por la casa, se dieron cuenta que la ventana del cuarto de Axlin estaba abierta, seguramente se escaparon por ahí.

—Ha sido mi culpa—Decía Axlin entre sollozos mientras Peony la animaba.

—Bueno, no han debido ir muy lejos, a fin de cuentas son muy pequeñas.—Axlin levanto la cabeza con esperanza al oir las palabras de su hermano.

—¡Entonces hay que buscarlos!—Grito Axlin, corriendo hacia afuera.

Se repartieron el trabajo.

Peony preguntaría casa por casa, por si alguien había visto a las gatitas.

Axlin y Danny fueron a buscar por los alrededores.

Debido a que era una calle bastante vacía, pensaron que solo pudieron ir hacia el bosque que se encontraba en un lado.

Se separaron e iniciaron la búsqueda.

Después de una hora, sin éxito, Danny escuchó un crujido y fue a buscarlo.

Era Christian. Este se encontraba en el suelo, cerca de un pequeño arroyo que cruzaba el bosque.

—¿Estas bien?—Pregunto Danny, conteniendo una pequeña risa.

—Esto...un poco de ayuda me vendría bien.—Danny le ayudó a levantarlo.—Gracias, es que estaba siguiendo a un gato naranja y me resbale.—Se sonrojó un poco.

—¿¡De verdad!? ¿Por donde se ha ido?—Christian señalo hacia el norte, o eso señalaba en la brújula de su teléfono la verdad es que no sabía orientarse bien.

Danny empezó a caminar y Christian le llamó.

—Hey, que he venido a ayudarte, podemos ir juntos.—Dijo con otra de sus sonrisas, la que calentaba el corazón de Danny.

—E-esto, vale—Dijo mientras sonreia nerviosamente.

Se adentraban más hacia el corazón del bosque y no conseguían encontrar a la pequeña gata.

Después de un rato encontraron una cabaña en medio del bosque.

Danny pensó que quizá vivía una bruja malvada, un asesino en serie, y demás cosas que le ponían aún más nervioso.

Christian observo a Danny, y en un intento de calmarme dijo—No te preocupes, que si nos encontramos al Ayuwoki o algo así, te defenderé. Te lo prometo.—Dijo mientras tendía su dedo meñique y volvía a sonreír. Danny unió su dedo con el de Christian y le dio una calida sonrisa.

Después de entrar en la cabaña, que estaba mohosa y un tanto descuidada, pudieron observar un libro en la mesa.

Danny lo vio, y ponía en la cubierta desgastada y polvorienta la palabra Atherix.

Pensó que quizá allí vivía la anciana de la biblioteca, aunque dudaba que ahí pudiese vivir algo.

Christian ignoró el libro y exploró la pequeña casa, desde fuera parecía bastante más pequeña.

—Danny, aquí están las gatas.—Dijo, sacando de sus pensamientos a Danny. Después de verlas, llamó a sus hermanas para avisarlas, y salieron del bosque con las gatas en sus brazos.

—Muchas gracias, de verdad.—Le dijo Danny a Christian y este se limitó a hacer una reverencia. Danny se sonrojo de nuevo.

—Todo sea por ti, mi señor—Dijo, y cuando levanto la cabeza no paraba de reír. Danny se unió a la risa hasta que le dolía el estómago de tanto reír.

—¿Quieres comer en mi casa? Mi madre no está y siempre hace mucha comida.—Ofreció Danny—De algún modo tendré que compensarte.

—No, otra vez será. Eso si, no pienses que me olvidaré que me debes algo—Dijo con otra de sus sonrisas

¿este chico solo sabía hacer eso? Danny se regaño mentalmente por esa pregunta, amaba cada vez que sonreía.

—Bueno, pues hasta luego.

—Chao, Danny.

—Danny volvió a su casa con las gatas. Sus hermanas estaban mirando por la ventana, otra vez, y volvieron a mirarle intentando averiguar que pasaba por su mente.

—Bueno, vamos a comer.—Dijo Danny, intentando cambiar de tema. Con suerte tuvo efecto, ya que a los tres le rugieron los estómagos.

Danny calentó los macarrones que su madre había hecho y empezaron a comer, mientras las gatas volvían a dormir junto a la ventana.

Mi CaballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora