Las gradas que rodeaban la pista central se estaban llenando y abajo en la pista los jueces de línea y los recogepelotas iban ocupando sus puestos. Clark había observado el calentamiento de Kara con ojo crítico, asegurándose de que su estrella no daba muestras de dolor. La joven adversaria de Kara intentaba encontrar algún punto débil mientras ella también observaba el calentamiento de Supergirl. Si lo que se decía sobre el ataque fuera del restaurante era cierto, Mendela, su adversaria, no notaba que eso hubiera causado fisuras en el juego de Kara.
Lena y Eve estaban sentadas mirando al gentío que las rodeaba, esperando a que llegasen los otros invitados de Kara. Clark las había saludado agitando la mano antes de desaparecer por el túnel que llevaba a los vestuarios. Quería asegurarse de que el vendaje del pecho de Kara seguía en condiciones antes de que empezase el partido.
—Espero que esté bien. Ese corte que tiene en el pecho tiene mal aspecto —el comentario de Lena lo oyó alguien más que Eve y las dos se sobresaltaron al oír la voz que respondía.
—Hará falta algo más que unos puntos para debilitar a Kara. Nosotras auguramos que hacia el final de la tarde Mendela estará comiendo pelusa —Lena y Eve alzaron la mirada hacia las dos mujeres que se cernían por encima de ellas, tapando el sol—. Cuando tenía diez años, jugó un torneo con un brazo roto. Y el renacuajo quedó tercera —continuó Sam, intentando tranquilizar a Lena.
—Vosotras debéis de ser las hermanas de Kara—Lena intentó levantarse, pero Sam le puso la mano en el hombro, manteniendo a la menuda rubia en su asiento.
—Yo soy Sam y ésta es Alex —la mayor de las tres hermanas alargó la mano y saludó a las dos amigas de Kara. Intentaban no hacer caso de la agitación de los fans que las rodeaban y que habían reconocido a las dos estrellas del voleibol. Hoy se trataba de Kara.
—Encantada de conoceros. Yo soy Lena Luthor y ésta es mi amiga Eve Teschmacher. Kara estaba contentísima de que pudierais venir a verla jugar. La última vez que vi a Kara, vosotras os ibais al sur de Florida para jugar un torneo. ¿Cómo os fue?
—Por Dios, Len, arrasaron. La Víbora y Reign se llevaron el título y el premio sin sudar siquiera. Lo vi todo en ESPN II —dijo Eve. Lena se dio cuenta de que a su amiga le estaba costando no caer de rodillas para adorar a las dos mujeres, que se habían sentado para que ellas no tuvieran que echar hacia atrás el cuello para mirarlas.
Lena casi se echó a reír al ver la cara extasiada de Eve. La ávida aficionada al deporte se iba a desmayar antes de que acabase el día si aparecía algún otro de sus ídolos. Primero conseguía entradas para la pista central del Abierto y ahora compartía asiento con dos de las mejores jugadoras de voleibol.
—Te recomiendo que respires a intervalos regulares durante todo el día, porque si no te vas a perder el partido cuando te desmayes — Lena susurró la advertencia como broma para conseguir que Eve se calmase un poco. La mujer que era la compañera de entrenamiento de Kara estaba bajando por los escalones para unirse a ellas y Lena se dio cuenta de que los ojos de Alex Danvers no se apartaban de la alta sueca.
—Sam, ¿qué tal si te sientas al lado de Eve y dejas que Natasha ocupe tu asiento? —propuso Lena.
Alex volvió la cabeza hacia la piloto y sonrió.
—Gracias, Lena, ya veo que mi hermana pequeña empieza a ser más avispada en materia de mujeres.
El presentador que anunció a Kara y a Mendela ayudó a desviar la atención de Lena y el rubor que el cumplido de Alex le había causado.
La gente se puso de pie cuando las dos jugadoras salieron a la pista y se sentaron a cada lado de la silla del juez. El bronceado de Kara parecía aún más oscuro en contraste con la ceñida camiseta blanca que llevaba, y parecía ansiosa por empezar.
Las jugadoras cogieron sus raquetas y ocuparon sus puestos, asintiendo al juez para indicar que estaban preparadas para empezar.
—Silencio, por favor —el hombre señaló a Kara cuando la gente se quedó en silencio.
La recogepelotas que estaba en el rincón detrás de Kara le lanzó dos pelotas nuevas. Las hizo botar en la raqueta y luego eligió una y le devolvió la otra a la joven que se las había lanzado. Kara irguió los hombros y soltó aliento con fuerza para expulsar el dolor y olvidarse de él durante las dos próximas horas. Tras botar la pelota cuatro veces, la lanzó al aire y la golpeó con el centro mismo de su raqueta. Pasó volando junto a su adversaria a tal velocidad que la chica ni se molestó en cambiar de posición la raqueta. Mendela cambió de postura cuando el juez de silla anunció:
—Quince a nada.
—Si los aficionados al deporte esperaban un juego más lento por parte de Kara Danvers, se han equivocado de lugar —dijo muy contento el comentarista deportivo que seguía el partido por radio cuando el primer saque pasó por encima de la red. Alex había tenido el detalle de traer auriculares para que todos pudieran escuchar el comentario durante el partido—. Creo que con ese cañonazo ha dado un aviso a Mendela. Esos puntos no le van a hacer hoy ningún favor a la española.
—Silencio, por favor.
Kara esperó a que el público cooperara antes de prepararse para el siguiente saque. Éste rozó la red al pasar, por lo que tuvo que servir de nuevo. El segundo servicio fue un poco más lento y Mendela lo devolvió. La joven jugadora lo mandó a la línea de fondo y luego corrió a la red para establecer bien pronto un juego agresivo contra la primera cabeza de serie del torneo. Fue un error, porque Kara contestó con un revés a dos manos que envió la pelota justo a la línea de fondo. Si alguien iba a jugar de volea en la red, no iba a ser Mendela.
Durante los siguientes cuarenta minutos Lena vio cómo Kara eliminaba casi quirúrgicamente todos los aspectos del juego de su adversaria, sin apenas sudar. Cuando su adversaria subía a la red, Kara lanzaba un cañonazo hacia la línea de fondo con mortífera precisión. Cuando Mendela captaba la indirecta y se trasladaba al fondo, Kara hacía una dejada que dejaba la bola muerta nada más pasar la red y a punto estuvo de hacer que su adversaria se despellejara cuando se lanzó en plancha para alcanzar una de ellas.
Asistir al partido en el USTA Tennis Center fue toda una experiencia para Eve y para ella. El ambiente y la energía de la pista central en vivo no se captaban fácilmente en la pequeña pantalla del televisor y Lena seguía sonriendo mientras el gentío seguía entonando el cántico de “Supergirl”. Con todo recogido y la bolsa de tenis al hombro, Kara se detuvo unos minutos al salir para firmar autógrafos a los aficionados que se inclinaban desde las gradas.
En sus asientos, las hermanas Danvers entrechocaron las palmas y luego se volvieron para abrazar a Mike y a Clark. En medio de la celebración, Clark no vio al asistente que estaba en el pasillo con un trozo de papel doblado. El entrenador se encogió cuando el joven le dio un golpecito en el hombro y le entregó la nota. Clark decidió que iba a cumplir su promesa de dimitir si era una orden de Kara para librarse de Lena. Por primera vez al abrir una de las breves notas de Kara, el rostro de su entrenador se iluminó con una sonrisa.
—Vamos a visitar los vestuarios, chicas.
Los dos hombres se movieron para acompañar a las otras cuatro para ver a Kara y en ese momento los detuvo la última persona que se esperaban ver en el partido. Imra había asistido con su manager, pero sus asientos no eran tan buenos, al no contar con la ayuda de Kara. La joven rockera había concedido tres entrevistas al entrar cuando los reporteros la reconocieron, para que nadie malinterpretase lo que sentía por Kara.
—Clark, ¿le puedes decir a Kara que la espero fuera? He pensado que podríamos volver juntas a Manhattan en la limusina —Imra miraba a la pelinegra, intentando recordar dónde la había visto. Pensaba hacer sufrir un poco a Kara por haberse olvidado de invitarla al partido. Esta vez, a la deportista no le iba a resultar tan fácil volver con ella.
—Lo siento, Imra, Kara ya tiene cómo volver a la ciudad. Le diré que has venido a ver el partido. Los dos te lo agradecemos. A fin de cuentas, como ya sabes, toda gira en torno a los fans —no quería ser grosero, pero empujó a su grupo hacia delante antes de que Imra tuviese oportunidad de montar una escena. Tal vez esta noche Kara podría cenar y mantenerse seca durante toda la comida.
Lena se quedó atrás para dejar que Kara saludase a sus hermanas. Parecía que Eve no paraba de pellizcarse para creerse la buena suerte que había tenido ese día. Ya habría sido suficiente con ver el partido, pero de camino a los vestuarios habían visto a varias otras jugadoras alrededor del vestuario, esperando su momento de jugar.
—¿Tú crees que, si te vas a la cama con ella, podremos volver este fin de semana? —le preguntó Eve a Lena en un susurro.
—Anoche me fui a la cama con ella y ya has conseguido entradas de palco, así que no te pases.
Antes de que Eve pudiera preguntarle nada sobre lo que había dicho, Kara las llamó.
—Enhorabuena, has hecho un partido fantástico.
Kara aceptó el abrazo de Lena y rodeó los hombros de la piloto con un largo brazo, esperando a ser presentada a la amiga de Lena.
—Sí, un gran partido, señorita Danvers. Muchísimas gracias por las entradas, ha sido una experiencia única en la vida —dijo Eve efusivamente, al tiempo que estrechaba la mano de Kara sin soltarla.
—Eve, cielo, necesita esa mano para jugar esta semana —dijo Lena. Levantó la mirada sonriente hacia Kara, esperando que a la jugadora no le importasen los fans excesivos—. Kara, ésta es mi amiga Eve Teschmacher, y por si no lo has captado, es una gran aficionada al tenis femenino.
—Ah, mi compañera de carrera. Mantuviste muy bien el tipo hasta los tres últimos kilómetros —Kara se echó a reír al ver el rubor de la mujer alta. La amiga de Lena le parecía bien ahora que sabía que no se acostaban—. ¿Qué tal si os invito a las dos a cenar?
—¿No quieres ir con tus hermanas? —preguntó Lena.
—Esta noche tienen que hacer un anuncio para el canal deportivo local, así que no pueden venir, pero si tenéis planes, no importa.
—No, yo encantada. ¿Qué te parece, Eve, quieres salir a cenar? —Lena se pegó más a Kara y le pasó el brazo por la cintura.
—No quiero estar de más —Eve quería ir, pero no tenía ganas de hacer de convidada de piedra.
Kara alargó la mano y le dio una palmada a Eve en el hombro.
—Vamos, quiero que vengas. Así, si aquí la bombardera loca me tira más chocolate caliente encima, te puedo usar de escudo.
Eve se paseó por el vestuario contemplando la multitud de fotografías que ilustraban torneos del pasado, dejando que Kara y Lena tuvieran un momento a solas. Lo único que tenía que hacer la ganadora era ponerse los zapatos para terminar de vestirse y estaba sentada en uno de los bancos poniéndose los calcetines.
—Gracias otra vez por las entradas, me ha encantado verte jugar —Lena se sentó al lado de Kara, pues quería estar cerca de ella. Esa mañana se había sentido llena de felicidad al despertarse y sentir el largo cuerpo pegado a su espalda. Lena estaba tan a gusto que volvió a quedarse dormida con una sonrisa en los labios.
—¿Vas a seguir en la ciudad el sábado? —preguntó Kara, atándose un zapato.
—Sí, mi próximo vuelo no es hasta el domingo a mediodía, pero volveré esa misma noche. Tengo un horario ligero hasta que me instale.
—Bien, entonces puedes venir al siguiente partido. O sea, si quieres —Kara jugueteó con el otro zapato, esperando a que Lena dijese algo. La cercanía de la piloto estaba echando a perder su seguridad habitual.
—Me encantaría —la piloto se inclinó un poco más, alargando la mano para quitarle el zapato a Kara. El encanto de lo que habían descubierto en Florida empezaba a serle cada vez más atrayente.
Kara se inclinó del todo y la besó. No fue erótico, pero las dos sintieron la sacudida.
—¿Crees que podrá sobrevivir a otro partido? —Kara señaló a Eve, que estaba estudiando la pared como si fuese una fascinante obra de arte.
—¿Sabes hacer reanimación cardiorrespiratoria? —Lena miró a Kara con toda seriedad.
—Se me da mejor el boca a boca.
—No me cabe duda. Vamos, estrella, tus fans te van a sacar a cenar —Lena le devolvió el zapato a Kara y le robó otro beso antes de que Kara se agachase para ponérselo—. No hagas planes para el sábado, Teschmacher, que nos han vuelto a invitar.
El baile de alegría que se marcó la mujer que estaba junto a la pared estuvo a punto de conseguir que Kara se cayera del banco, del ataque de risa que le dio.
Eve se fue sola a casa en un taxi después de cenar, dejando que Kara y Lena se fueran caminando al nuevo piso de Lena. Habían optado por un pequeño restaurante chino donde la presencia de Kara causó sensación entre el personal. Lena estaba segura de que su fotografía estaría enmarcada y colgada de la pared la próxima vez que fuese a encargar comida para llevar.
—¿Quieres subir un rato?
—¿Aún no te has cansado de mí? —Kara levantó las manos que tenían unidas y besó el dorso de la de Lena.
—Estaba pensando que serías tú la que a estas alturas estaría aburrida de mí —quería parecer segura de sí misma, pero ver a Imra de cerca esa tarde le había metido ideas raras en la cabeza.
—Para ser alguien que ha ocupado gran parte de mis procesos mentales desde este verano, no eres muy inteligente.
Lena se echó a reír por el insulto y se preparó para responder, pero Kara bajó la cabeza y la besó. La pasión de los suaves labios borró las dudas de Lena. Kara Danvers era joven, pero era la persona que Lena había estado esperando. La que había despertado su alma, además de otras partes de su anatomía.
—Buenas noches, dulce Lena —Kara la besó de nuevo antes de soltarla.
—Por favor, quédate.
—Tómate un poco de tiempo y piensa en lo que quieres. Yo no tengo prisa, Lena, pero por una vez tampoco estoy jugando.
La distancia que había entre ellas, aunque no llegaba a un metro, era inaceptable para Lena.
—Mi problema hasta ahora es que pienso demasiado, ahora sólo quiero sentir lo que es estar viva. Sentirme como la persona que tú ves cuando me miras así —Kara se olvidó de sus puntos y levantó a Lena del suelo—. Quédate y abrázame. No tenemos que ir más lejos por ahora —dijo Lena, abrazándose al cuello de Kara para el trayecto hasta arriba.
—Venga, si he podido jugar al tenis después de anoche, una noche más en esa cama no me va a matar.
La persona que iba a bordo del taxi que estaba en la esquina pidió esperar antes de llegar a su destino. Cuando la pareja subió, la puerta de atrás se abrió y el taxista recibió un billete de veinte dólares por el hueco de la mampara de plexiglás. En la acera resonó un suspiro de asco cuando la luz del dormitorio se apagó y el piso se quedó a oscuras.
—Pronto, querida mía, pronto.
Nadie oyó la promesa, pues el motor del taxi la apagó. Un hombre que paseaba a su perro se apartó de la persona al pasar, con la esperanza de que la amenaza que irradiaba no fuese dirigida contra él.
—No te olvides de llevar flores. A las mujeres les encantan —gritó Alex desde el cuarto de baño. Sam estaba ocupada colocándole bien el cuello de la camisa a Kara y cerciorándose de que su hermana pequeña tenía el mejor aspecto posible.
—No estoy intentando marcarme tantos, Víbora, sólo intento que la chica quiera volver a verme.
—Te tiene muy vista y la emoción aún no se ha pasado, así que algo debes de estar haciendo bien, niña. Creo que los de las cámaras se han enterado, a juzgar por todas las tomas del palco que hubo ayer. ¿Qué va a decir la capitana Lena cuando aparezca en la portada del Enquirer como la sustituta de Imra? —Alex lo decía en broma, pero la forma de actuar de Kara con Lena les indicaba a Sam y a ella que ésta era distinta.
—Espero que no diga adiós —Kara suspiró, pues no sabía cómo se iba a tomar Lena el hecho de estar en el candelero simplemente por la persona con la que había decidido salir.
—De eso nada, Kara. Ve a buscar a la chica y salúdala de nuestra parte, y no salgáis hasta muy tarde. Mañana tienes trabajo y Marsha Cooper quiere hacerte comer pelotas de tenis —Sam sujetó la chaqueta de Kara para que ésta terminase de vestirse.
El domingo había sido un día tranquilo, salvo por su sesión de entrenamiento por la mañana con Natasha. Lena había salido esa mañana temprano hacia el aeropuerto para volar a Miami. Regresaba a las nueve y había quedado con Kara en la ciudad. Tras la victoria de Kara del sábado, Lena y Eve habían arreglado sus asuntos para poder asistir al partido del lunes por la tarde. Kara le había cogido cariño a Eve y se echó a reír cuando la alta rubia le ofreció un riñón si alguna vez lo necesitaba como agradecimiento por el tenis fabuloso que había logrado presenciar.
—¿Espero aquí, señorita? —la limusina se detuvo ante las puertas de Virgin y el conductor le abrió la puerta a Kara.
—Sí, muy bien, gracias. Ha sido un viaje de ida y vuelta, así que no creo que tenga equipaje, por lo que creo que saldremos enseguida —Kara cogió las dos docenas de rosas de tallo largo y color rosáceo que había encargado antes de salir del coche.
—Muy bien, las veo dentro de unos minutos.
Un representante de la aerolínea se reunió con ella en la entrada de seguridad y acompañó a Kara hasta la puerta de Lena. El joven le dijo que a causa de un sistema tormentoso sobre Georgia el vuelo se había tenido que adentrar más en el Atlántico, por lo que llevaba quince minutos de retraso.
Los pasajeros empezaron a salir, corriendo para recoger su equipaje o hacia sus vuelos de conexión, mientras Kara esperaba a que desembarcase la tripulación. El primero que apareció en la terminal fue Winn, el auxiliar de vuelo que estaba en el avión de Londres con el que había vuelto a casa desde Wimbledon. La saludó levantando el pulgar y se acercó para estrecharle la mano todo sonriente al imaginarse a quién había venido a ver. Hizo un gesto al resto de sus compañeros para que se detuvieran un poco para ver cómo iba a ser la escena. Lena se merecía que su tripulación la viese con otros ojos y Winn no quería que se perdiesen la oportunidad.
Lena salió después de dedicar unos minutos a desconectar la cabina y recoger todas sus cosas. Su prioridad principal durante todo el día había sido volver con Kara y lo único que deseaba era que no hubiese mucho tráfico de entrada en la ciudad. Eve le había prometido ocuparse de una sorpresa por ella en cuanto Kara se marchase a entrenar y Lena esperaba que lo hubiera conseguido.
—Disculpe, azafata, ¿me podría traer un chocolate caliente?
La voz grave hizo que Lena levantase la cabeza de golpe y mirase hacia los asientos de la zona de espera. Kara estaba allí plantada como una modelo de Ralph Lauren con un ramo de rosas y al verla Lena sintió que se le derretía el corazón. Las ocurrencias románticas no habían sido uno de los puntos fuertes de su anterior compañera. Sin pararse a pensar dónde estaba ni en la herida de Kara, Lena se acercó corriendo, se lanzó sobre Kara y le dio un beso abrasador. Lo único que separó sus labios fue el aplauso procedente de la pasmada tripulación al mando de Winn.
—Bienvenida de nuevo, capitana. ¿Qué te parecería cenar conmigo?
Lena metió las manos por debajo de la chaqueta y las subió por la almidonada camisa amarilla clara que llevaba Kara en cuanto sus pies se posaron de nuevo en el suelo y deseó que Kara la llevase de vuelta a la ciudad para no tener que apartar las manos.
—¿Te crees que soy una de esas pilotos facilonas que se dejan engatusar por unas flores y una guapa joven? —sus manos salieron de debajo de la chaqueta y subieron hasta el cuello de Kara.
—¿No lo eres?
—¿Qué más tienes que ofrecerme, tenista? —Lena entrelazó los dedos en la nuca de Kara y tiró un poco, intentando que el largo cuerpo se inclinase.
—Lo único que me queda es una limusina y una mesa reservada en el Four Seasons, pero seguramente podría conseguirte además unas entradas para un partido de tenis, si con eso no te basta.
—Me parece que sólo el hecho de que estés aquí es suficiente —Lena le bajó la cabeza a Kara y la besó. Cuando alguien carraspeó cerca de ellas, Lena apartó sus labios de los de Kara y se volvió, pegada al alto cuerpo que la abrazaba.
—¿Lena?
—¿Gayle? ¿Pero qué haces aquí? —la pregunta le salió en tono áspero y Lena vio la momentánea expresión de rabia y dolor de su ex amante. A pesar de que Lena ya no estaba enamorada de esta mujer, Gayle había compartido años de su vida, por lo que Lena suavizó el tono—. Quiero decir, ¿cómo estás?
Gayle se había sentado a distancia suficiente de Kara para que la tenista no la viera. En los meses que llevaban separadas, Gayle se había reconcomido con la idea de recuperar a Lena, pero no había conseguido descubrir dónde vivía. Habían hablado por teléfono un par de veces desde el trabajo de Lena, pero ésta no lograba superar lo que había ocurrido en la playa y lo había usado como explicación de por qué ya no podía seguir con Gayle. Las conversaciones terminaban cuando Lena colgaba en cuanto Gayle se ponía a gritar obscenidades por teléfono. Ahora Gayle sabía la verdad.
Después de verla en televisión, por casualidad, sentada con Eve en el Abierto, se había hecho una buena idea de por qué la había dejado Lena. Esta noche una de las personas de la compañía aérea a las que había conocido con Lena había tenido la amabilidad de proporcionarle el horario de vuelos de su ex amante, pero la presencia de Kara no había entrado en sus planes. Al ver a la tenista, Gayle supo con certeza que Kara era la razón de que Lena la hubiese dejado. Lo había repasado mentalmente un millón de veces, convencida de que su comportamiento y su afición a la bebida no habrían tenido importancia si Kara no hubiera intervenido.
—Te echo de menos, Len, y sólo quería una oportunidad para hablar contigo. Este verano te fuiste sin dejarme que arreglara las cosas. Habría venido a verte antes, pero no sabía cómo ponerme en contacto contigo —Gayle sujetaba sus propias flores a la espalda y esperaba que el ramo más sencillo fuese más del agrado de Lena.
Buscando consuelo, Lena se pegó más a Kara, esperando que no se sintiese asqueada y se apartase. Kara, que nunca decepcionaba, puso la mano sobre la cadera de Lena.
—Siento que te hayas dado el paseo hasta aquí, pero sigo sin querer verte. Lo nuestro no funcionaba, Gayle, y no por lo ocurrido durante unas cortas vacaciones. Ya es hora de que sigas adelante y lo aceptes y que intentes encontrar a alguien que te haga feliz.
—Qué cómodo para ti. ¿Qué va a ocurrir cuando ya no seas el caramelo de la semana? —soltó Gayle, dejando salir todo el veneno que sentía por Kara. Gayle pensaba que Lena y ella nunca habían tenido problemas hasta que apareció la tenista en su vida.
—Vamos, capitana, no pierdas el tiempo con esto. Sólo quiere pincharte para que te sientas tan mal como ella.
Lena le cogió las rosas a Kara y dio la espalda a Gayle. Pero una pequeña parte de su cerebro quería conocer la respuesta a la pregunta de Gayle. ¿Qué pasaría cuando Kara pasase a la siguiente conquista?
—Admítelo, Lena, me perteneces —Gayle dejó caer sus flores, agarró a Lena del brazo y trató de apartarla de Kara de un tirón.
—Si no quieres que te obligue a comerte estas rosas, te sugiero que la sueltes. ¡Ahora! —gritó Kara. Cuando Gayle no reaccionó al instante, Kara le agarró la muñeca y apretó hasta que abrió la mano—. A menos que ella te invite a tocarla de nuevo, ni se te ocurra hacerlo o te las tendrás que ver conmigo.
—¿Me llevas a casa? —preguntó Lena cuando Kara se volvió hacia ella.
Kara rodeó los hombros de Lena con el brazo y salió con ella hacia el coche que las esperaba.
—¿Estás bien? Esta noche estás muy callada —Kara vio que Lena sacaba una rosa del ramo que estaba a su lado en el asiento del coche y se la llevaba a la nariz.
—¿Sabías que las rosas rosas son de las pocas que quedan que todavía conservan su aroma de todas las que se venden en las floristerías? —preguntó Lena.
—Eso es porque las rojas son más populares y por eso se cultivan para que den capullos grandes y para que duren, por lo que había que sacrificar algo. Las rosas y las amarillas huelen muy bien, pero se marchitan antes.
Lena se quedó sorprendida de que Kara conociera la respuesta a la pregunta que acababa de hacer, pero luego pensó en todo el tiempo que Kara se pasaba leyendo en casa y en habitaciones de hotel. Leyendo en habitaciones de hotel siempre que no estaba entreteniendo a alguna fan llena de adoración u otra mujer famosa que deseara la atención de Kara.
—A veces la vida es así —dijo Lena. Kara cogió la rosa que tenía Lena en la mano y se la llevó a la nariz antes de decir nada.
—¿Que las cosas mejores son dulces pero efímeras? ¿Te refieres a eso? —preguntó Kara, captando lo que intentaba decir Lena.
—Tal vez. La duda eterna sería si se deben cortar y tomar posesión de ellas para disfrutar de su belleza durante ese momento efímero o si se deben dejar y admirar de lejos —Lena miró por fin a Kara a la cara y a esos ojos que parecían azules claros en contraste con el amarillo de su camisa. La idea de no poder estar así de cerca para volver a mirar a Kara a los ojos le atravesó el pecho con un dolor real.
—Quedarte con las que se cultivan para que tengan buen aspecto, pero que no te dan ningún placer, ¿no? —los ojos de Kara se arrugaron un poco por los extremos cuando añadió una sonrisa al final de la pregunta—. Son más fiables a la larga, pero no es eso lo que te va a hacer feliz.
—Algo así.
—¿Qué tal si lo enfocas de esta manera? Las rojas se han cultivado para que duren, ése es su destino, por así decir, pero éstas están completas —explicó Kara, alzando la flor rosa.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Lena, que quería dejarse convencer por el rostro serio que la miraba con tanta ternura.
—Que, mientras duren, te pueden dar toda la felicidad de la que son capaces. En el producto final que se te ofrece se ha volcado una vida entera de cuidados. La flor no sabe cuánto tiempo le queda antes de marchitarse y morir. Lo único que quiere es que tú seas feliz hasta que llegue ese momento —Kara le devolvió la rosa a Lena con una sonrisa. “Las experiencias que he tenido hasta ahora, Lena, son las que me convierten en la persona que soy. Es la única flor defectuosa que te puedo ofrecer”.
—¿Y qué pasa cuando otras personas codician la misma flor? —preguntó Lena cuando se cogieron de la mano.
—No se puede codiciar algo que pertenece a otra persona, tesoro. Si tú la cosechas, es tuya. Si la quieres, claro —Lena contempló los dedos largos y esbeltos que se le ofrecían—. ¿Demasiadas cosas, demasiado pronto? —preguntó Kara.
—¿Y la flor no tiene nada que decir? —preguntó Lena, sonriendo por el cariz que había tomado la conversación.
—La flor se siente afortunada —la mano más pequeña que cogió la suya le produjo a Kara una sensación maravillosa.
—¿Y eso?
—Porque mira qué jarrón tan bonito ha encontrado donde meter su tallo.
La risa empezó poco a poco y al final el conductor miró por el espejo retrovisor para asegurarse de que Lena estaba bien. Cuando las sonoras carcajadas se apagaron, dijo hundida en el pecho de Kara:
—Es evidente que te quiero, porque también es evidente que estás perdiendo facultades.
—¿Qué quieres decir? —dijo Kara, intentando parecer indignada al tiempo que abrazaba a Lena más estrechamente.
—Cielo, ése es el peor intento de ligue que he oído en mi vida. ¿Quién más se iba a tragar una cosa así? Espera, no contestes. Eres tan guapa y hueles tan bien que seguro que a las personas como Imra les da igual lo que salga por tu boca —Lena se sonrojó al pensar en otras cosas que podría estar haciendo Kara con su boca si estuviesen a solas y el cuerpo que tenía debajo se echó a reír suavemente al ver su rubor.
—Te quiero, Lena, y esta noche no quiero hablar de nadie más.
—Dilo otra vez —exigió Lena en un susurro ronco.
Kara sintió que los labios de Lena rozaban los suyos al pedírselo, de lo pegadas que estaban.
—Te quiero, Lena —hundió una mano en el pelo de Lena y cubrió la pequeña distancia que había entre sus labios.
Con los ojos aún cerrados por el beso, Lena confesó:
—En el momento en que doblaste la esquina para entrar en mi avión hace ya tantos meses, supe que ibas a cambiar mi vida. Yo también te quiero —Lena se acomodó y disfrutó del viaje sentada al lado de Kara durante el resto del trayecto.
Tendrían que acabar hablando de la logística de su relación, pero los detalles podían esperar. Detalles como la cantidad de estados que separaban sus respectivos hogares y las amantes del pasado que parecían surgir por todas partes. Lena pensó que podrían hacer frente a todo eso porque habían superado un obstáculo importante. Lo más importante era que Kara la quería.
Cuando volvieron al piso de Lena después de cenar, Lena detuvo a Kara en la puerta con la llave en la mano.
—Cierra los ojos —Lena alzó las manos y no quiso dejar pasar a Kara por la puerta hasta que obedeciera.
—Lena, no tienes muebles, así que no hay nada que ver.
—Tengo una sorpresa para ti y quiero que cierres los ojos —caminando de espaldas, Lena guió a Kara por el pequeño piso, esperando que Eve hubiera cumplido su promesa—. Siéntate —le dijo a la mujer que tenía los ojos bien cerrados.
—Me has comprado una silla.
—¿Siempre has sido tan listilla? —Lena empujó el cuerpo más grande para que se sentara.
—Sí, pero como estoy guapa vestida de tenis, parece que a la gente no le importa —Kara puso las manos en las caderas de Lena, pero siguió con los ojos cerrados.
—Échate.
—Oye, tienes una cama nueva —con los pies en el suelo, Kara notó que quedaba mucho espacio libre por encima de su cabeza—. Gracias —cuando abrió los ojos, descubrió sus bolsas de equipamiento junto a la puerta.
—¿Demasiado presuntuosa? —preguntó Lena, con el ceño fruncido de emoción. Eve la había ayudado con la cama, pero Sam y Alex habían traído las cosas de Kara.
Kara se incorporó y tiró de Lena para acercarla más a ella.
—Abby no está aquí, ¿verdad?
—Podría hacer que lo trajeran en avión, si quieres.
La cremallera de la falda de Lena hizo mucho ruido en el piso prácticamente vacío al abrirse.
—No, seguro que está encantado en el campamento perruno —habiendo aflojado la cinturilla, Kara sacó la blusa.
—¿Quieres algo más?
Kara negó con la cabeza y se puso a desabrochar los botones. Cuando los tuvo todos abiertos, fue el sujetador de Lena lo que hizo que Kara se detuviera.
—¿Conjunto a juego? —preguntó Kara. Lena asintió y luego le quitó a Kara la chaqueta de los hombros al tiempo que notaba que su falda caía a sus pies tras un ligero tirón de Kara, confirmando que efectivamente era un conjunto a juego. Las manos de la tenista regresaron para acariciar suavemente los adornos de encaje de las bragas negras que llevaba.
“Gracias a Dios que hoy no me han llevado al hospital”. Lena sonrió a través de la bruma sexual que le estaba provocando Kara, pensando que nunca se había puesto nada como lo que llevaba hoy debajo del uniforme. “Déjalo, esto es lo que querías, Lena”, pensó al tiempo que iba perdiendo más ropa.
—Si quieres, te las regalo —Lena quería que esos dedos mágicos siguieran acariciándola, pero le parecía mucho mejor si lo hacían sobre su piel desnuda. Y a más velocidad que uno de los saques de Kara, de repente se encontró desnuda ante los ojos azules que la recorrían—. Levanta.
Kara hizo lo que quería Lena y en cuanto se irguió, dos manos insistentes se pusieron a hurgarle el cinturón. Lena estaba perdiendo la paciencia con el botón y la cremallera de los pantalones de Kara, pero se abrieron antes de que tuviera que arrancarlos. Quería sentir la piel de Kara o iba a explotar, pero era más que deseo, era una necesidad imperiosa. En cuando los pantalones de Kara cayeron alrededor de sus tobillos, Lena tiró de sus bragas para que se reunieran con ellos.
—Tranquila, Len, tenemos toda la noche.
—Lo siento, es que necesito sentirte. Llevo todo el día pensando en ti y si no me alivio, puede que tarde en poder volar otra vez —Lena empujó de nuevo a Kara para que se sentase y se colocó a horcajadas sobre una de las largas piernas. Cuando echó las caderas hacia delante, Kara se hizo una buena idea de lo excitada que estaba Lena. La humedad con que la piloto pintaba la superficie de su pierna así se lo indicaba.
—Dime qué quieres —Kara la sostuvo en el sitio para que Lena no se cayera, pero no demasiado fuerte, para no impedirle los movimientos.
—Bésame —Lena estaba enloqueciendo con las manos de Kara en su trasero y la camisa almidonada que le rozaba los pezones.
Kara obedeció su deseo y se metió la lengua de Lena en la boca al iniciar el beso. Las caderas de Lena seguían perfectamente el ritmo de la boca de Kara, por lo que tardó un momento en darse cuenta de que el contacto que tenía entre las piernas había desaparecido porque Kara se había levantado.
—No, me falta muy poco —protestó Lena.
—Sshh, cariño, échate y fíate de mí. Yo me ocupo de ti, te lo prometo —era lo último que quería decir Kara hasta que la necesidad de Lena quedase saciada. Lena estuvo a punto de protestar, pero miró a Kara, que se cernía sobre ella. Lo que más deseaba en este mundo era que la tenista la cubriese y la llevase a sitios donde nunca había estado.
La boca que se cerró alrededor de un pezón le arrancó a Lena un fuerte gemido y se arqueó para notar mejor esa exquisita sensación. Mientras Kara le chupaba ambos pezones hasta convertirlos en dos puntas duras casi moradas, las caderas de Lena se levantaban de la cama, intentando entrar en contacto con cualquier parte del cuerpo de Kara.
—Por favor, cielo, te necesito.
—Pues debes obtener lo que deseas —dijo Kara, bajando por la cama.
Con movimientos de una lentitud angustiosa, Kara separó los labios húmedos y relucientes del sexo de Lena y dedicó largos segundos a contemplar ese lugar íntimo. La piloto estaba tan excitada que el punto de su cuerpo que más necesitaba a Kara palpitaba de una forma casi visual. Cuando Lena estaba a punto de suplicar un poco más, Kara la tomó en su boca, con un solo movimiento súbito y maravilloso. El dulce sabor que le inundó la boca hizo gemir a Kara a su vez.
Qué gusto le daba sentir a Lena moviéndose debajo de ella y notar que sus manos le tiraban ligeramente del pelo para mantenerla en el sitio. Aunque Kara no tenía la menor intención de apartarse ahora. Cuando Lena se dio cuenta, quitó una mano de la cabeza de Kara y se aferró en cambio a las sábanas con todas sus fuerzas. Lena sintió que la parte plana de la lengua de Kara subía deslizándose por toda su humedad cuando se dispuso a prestar más atención a cada parte.
—Kara, por favor, cariño, te necesito.
Una de las manos que le había estado sujetando el trasero por encima del colchón se deslizó hacia fuera y recorrió la pierna de Lena tras esta súplica, mientras que la otra subía por su abdomen de regreso a su pecho y un pezón aún duro.
—Quiero darte placer, Len. Relájate y deja que lo haga —Kara cumplió su promesa regresando a Lena con la boca y humedeciéndola más para lo que iba a venir a continuación. Dos largos dedos trazaron círculos lentos alrededor de la abertura de Lena y la pelinegra se puso a gimotear, de las ganas que tenía de sentirlos dentro.
Kara hizo que las caderas de Lena se moviesen y cuando bajaron hacia el colchón intentando aspirar sus dedos, los metió hasta el fondo, haciendo que Lena soltase un grito que imaginó que los vecinos oyeron cuando por fin consiguió lo que había estado esperando. A las tres caricias, Lena dejó de moverse y sus piernas aprisionaron con fuerza la cabeza de Kara.
Lo bueno era que efectivamente tenían toda la noche, porque el final llegó demasiado rápido para Lena, pero las prisas eran culpa suya. Kara se quedó con la cabeza apoyada en su estómago y las manos a ambos lados del cuerpo de Lena hasta que se dio cuenta de que Lena estaba llorando. Kara subió y cogió a la mujer menuda entre sus brazos hasta que se le pasó la emoción y volvió a respirar con normalidad.
Lena estaba sorprendida de haberse dejado ir de esa forma. Se sentía casi desenfrenada por el modo en que prácticamente había exigido satisfacción. Era la primera vez que gritaba de esa manera al final. Tan inmersa estaba en la boca y los dedos de Kara, que Lena había soltado un alarido, sin importarle quién pudiera haberlo oído.
El sexo nunca había sido una pasión para ella. Para Lena era una obligación inherente a sus relaciones, el precio que había que pagar por tener compañía. El acto en sí nunca le había resultado increíble, pero así era como había conseguido Kara que fuese para ella y ahora se sentía muy especial.
—Si te digo una cosa, ¿me prometes que no te lo vas a tomar a mal?
Kara bajó la mirada hacia la cabeza de azabache al oír esa extraña pregunta.
Los ojos azules eran casi como aguamarinas para Lena al mirarla directamente a los suyos cuando levantó la cabeza del pecho de Kara. Ésta parecía algo temerosa al responder:
—Sí, lo intentaré.
—Nunca me habían follado así —después de decirlo, incluso a Lena le sonó mal, y apenas una fracción de segundo después de decirlo, Kara se la quitó de encima, se levantó de la cama y alcanzó sus pantalones—. ¿Qué haces?
—Perdóname, Lena, creía que esto era algo más que follar. Si eso es lo único que querías, tendrías que habérmelo dicho en julio —la camisa casi se rajó por la violencia con que Kara se la metió por los pantalones. Dos brazos temblorosos le rodearon el cuello cuando se sentó para calzarse y Kara tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no apartarlos. “Por esto no deberías sentir nada, Kara, duele demasiado”.
—Lo siento, no me he expresado bien —el tono de Lena era casi suplicante y no tenía la menor intención de soltarse, aunque Kara la arrastrase desnuda hasta fuera.
—No sé, a veces la verdad es lo que sale con más facilidad en estas circunstancias.
—Es la verdad, pero debería haberlo dicho mejor. Por favor, cielo, espera y escúchame —Lena la estrechó con más fuerza, intentando impedir que Kara siguiera vistiéndose—. Nadie ha conseguido jamás que me sienta como me has hecho sentir tú.
—¿Como qué, un objeto sexual?
A Lena le entraron ganas de echarse a llorar al ver la cabeza gacha y oír el tono abatido de Kara.
—No, como una mujer tan deseable que es digna de ser tomada como lo has hecho tú. Nunca he necesitado que me toquen como te necesito a ti y te aseguro que nunca he deseado a nadie como te deseo a ti. Estoy enamorada de ti, Kara, pero me alegro de no tener que buscar excusas para que no me ames aquí —Lena se puso de nuevo a horcajadas sobre la pierna de Kara y alcanzó una de las manos de Kara, la mano cuyos dedos seguían húmedos del lugar donde habían estado metidos, y volvió a colocarla entre sus piernas—. Estoy segura de que casi siempre haremos el amor y nos daremos placer mutuo, pero tal y como me siento ahora, ha sido más que eso. Eso no me había ocurrido nunca, cariño.
—¿Nunca? —Kara alzó un poco la cabeza y miró a Lena a la cara.
—Nunca hasta ahora. ¿Me perdonas? —Lena esperaba que la discusión hubiera terminado porque la mano hundida entre sus piernas le estaba haciendo cosas interesantes a la libido que hasta ahora no se había percatado de que tenía—. Di que sí. Dilo, en serio —colocada como estaba, se puso a desnudar a Kara, esta vez del todo.
—Supongo que podría, si lo dices así —Kara no apartó la mano mientras los botones de su ropa se iban soltando.
—El mundo se alegrará de saber que has derretido a la reina de hielo. Claro que lo malo va a ser que el mundo del tenis se va a ver privado de una de sus estrellas más brillantes —Lena movió la mano de Kara sólo para quitarle la camisa y el sujetador y luego volvió a ponerla en su sitio. Sus caderas empezaron a moverse en cuanto Kara se puso a acariciarla y notó que la humedad volvía a acumularse.
—¿Y eso por qué? —preguntó Kara, moviendo a Lena para tumbarla de nuevo. Esta vez quería tomarse su tiempo y enseñarle a la piloto lo estupendo que podía ser este acto. Kara pensó que iba a tener graves problemas si la menuda azabache llegaba a darse cuenta de hasta qué punto la deseaba ella a su vez.
—Ahora tienes un nuevo trabajo, Supergirl, el de esclava sexual.
Kara se echó a reír de tal manera que le resultó fácil darle la vuelta, de modo que fue Kara la que se quedó tumbada en el colchón nuevo, dando a Lena fácil acceso a la humedad que ansiaba desde que Kara se había quitado los pantalones.
—Dios —fue lo único que dijo Kara cuando Lena llegó a su destino al final de la cama. Cuando Kara sintió que le venía el orgasmo que Lena le había estado preparando, se sentó un momento y tiró de la rubia hasta la cabecera de la cama con ella. Tras un segundo dedicado a colocarse bien, Kara puso la mano de Lena entre sus piernas y le devolvió el favor acariciando a Lena a su vez.
Kara se tragó esta vez los gritos de la morena con un beso cuando las dos llegaron juntas al final. Cuando terminaron, Lena se quedó donde estaba y se quedó dormida después de decirle a Kara que la quería. Su último pensamiento consciente fue que por la mañana iba a donar todos sus pijamas a la caridad ahora que tenía a Kara en su vida.
—Me ha parecido que tenías las piernas un poco flojas en el último juego. ¿Te ocurre algo? —Clark estaba en el vestuario con Kara, que estaba recogiendo sus cosas. Esta última victoria los colocaba en semifinales, pero había durado más que cualquiera de los demás partidos que llevaba jugados en el torneo.
—No me pasa nada, Clark, deja de preocuparte. A lo mejor es que esta vez quería darle al público lo que ha pagado por ver.
—Ya, claro. ¿Y no podría ser que una guapa pelinegra te tiene muy ocupada por las noches? —intentaba parecer enfadado, pero dado lo feliz que parecía Kara, le estaba costando.
—¿Eso quiere decir que ya no puede venir a jugar? —preguntó Lena detrás de ellos.
—Hola, capitana, ¿te ha gustado el partido? —preguntó Kara.
Lena se acercó, se puso al lado de la bolsa donde Kara estaba metiendo cosas y la besó. Eve le había agarrado la mano con tal fuerza en algunos momentos del partido que Lena estaba segura de que iba a tener cardenales. En un momento dado, cuando Marsha rompió dos veces el servicio de Kara, Lena se temió que el sueño de Kara de ganar el título del Abierto se viniera abajo, de lo cansada que parecía la mujer.
—A ti, cosita preciosa, se te da muy bien hacer que una chica pase un buen rato. Eve puede que necesite terapia más tarde, pero a mí me ha encantado. ¿Puedo hacer algo por ti? —Lena pasó los dedos por el pelo mojado de Kara, intentando relajar a su tenista.
—Una siesta estaría muy bien.
—Hecho. Vamos, a menos que tengas que hablar con ella de algo más, Clark.
El entrenador de Kara hizo un gesto negativo con la cabeza y le dio a cada una un beso en la mejilla antes de marcharse. Kara se puso unas sandalias y unos pantalones ligeros de chándal y quedó lista para irse. Su nueva fan número uno, Eve, se había ofrecido a llevarlas de vuelta al piso de Lena y se alegraba de no tener la necesidad de mantener una charla intrascendente.
Cuando salieron había varios fans esperando a Kara para ver si les firmaba un autógrafo antes de dejar el centro deportivo por ese día. Lena se quedó a un lado para dejar que los críos que intentaban conseguir la atención de Kara se acercasen más. Nadie advirtió el pasamontañas negro de esquí que alguien se estaba poniendo al fondo de la pequeña multitud. Lena estaba concentrada en las caritas encantadas que miraban a su diosa del tenis, hasta que un brillo bajo el sol desvió su atención hacia la derecha.
El grito de Lena hizo que Kara girase el cuerpo para ver cuál era el problema. Todos se quedaron horrorizados al ver el cuchillo que se hundía hasta la empuñadura. Ocurrió tan rápido que Kara se quedó petrificada del pasmo. Los gritos de Lena la impulsaron a mirar hacia abajo. Lo que vio le hizo creer que estaba en estado de shock, porque no sentía dolor alguno tras el ataque.
—Ah, vas a morir por esto —dijo Kara amenazadora cuando se dio cuenta de qué era lo que había impedido que se le clavara el cuchillo.
La indignación de la jugadora fue lo que llevó al atacante a mirar también hacia abajo. El cuchillo destinado a Kara estaba ahora hundido en la gran bolsa negra que llevaba colgada del hombro. De haber llevado una raqueta menos, parte como poco de la hoja se le habría clavado en el costado. Antes de que el idiota que había intentado apuñalarla pudiera sacar el cuchillo, Kara dejó caer la bolsa y le pegó un puñetazo. No le hizo falta darle otro porque en ese momento llegó seguridad y tomó el control de la situación.
—¿Estás herida? —preguntó Lena, tan llorosa que apenas se la entendía. Llevaba menos de tres semanas con Kara y ya la habían atacado dos veces. Pasó las manos por el largo cuerpo, rezando para no encontrar sangre.
—Len, cálmate, no estoy herida. No puedo decir lo mismo de ese gilipollas si seguridad me deja un momento a solas con él —Kara señaló al atacante enmascarado que se retorcía para que no le colocasen las esposas.
Cuando lo tuvieron controlado, uno de los policías le arrancó el pasamontañas para ver si Kara podía identificar a su atacante y se llevó una sorpresa al ver que tanto ella como Lena lo reconocían. La cara era reconocible incluso con el labio partido que le había dejado Kara con el único puñetazo que había conseguido darle.
—¿Gayle? —preguntaron Kara y Lena al unísono.
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JUEGO, SET Y PARTIDO (ADAPTACIÓN SUPERCORP)
RomanceKara Danvers era la nueva niña bonita del mundo del tenis, adorada por las masas que acudían a verla jugar, así como por las compañías que hacían cola para que lleve sus marcas. Lena Luthor es una piloto de avión, después de un primer encuentro atro...