Y vuelvo a caer en la tentación...

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Salí de mi casa para ver si había llegado, hace mucho que no lo veía. Al asomarme un poco lo veo a él, con sus mismos arapos de siempre, lo admito, me gustaba verlo así.

Cuando abro la puerta y salgo, ni un frío "hola" me dirigió, siemplemente nos miramos y me dijo un curioso -¡Ya va a llover!-. Y burlonamente me señalaba su chamarra verde.

Con toda tranquilidad íbamos por en medio de la calle en camino hacia el parque, así como ya lo habíamos planeado anteriormente. Al llegar nos subimos a los columpios, balanceandonos de lado a lado, golpeandonos con un poco de odio, pero a la vez con sonrisas sinceras. Intentábamos platicar, pero las conversaciones eran muy breves. Al hacer un intento por hacer la tarde más amena, tomé su sudadera y salí corriendo (irónicamente porque sabía que me alcanzaría).

En seguida me dirigí a la resbaladilla pero de un brinco me alcanzó.

Decidimos volver a mi casa, era la rutina era la menos aburrida del mundo. Al llegar comenzaba a llover y de una manera romántica y un poco abusiva le pedí que me cargará y de mala manera lo hizo.

Nos sentamos en las escaleras a charlar, le toque la nariz como era de costumbre, intentaba lenguetarme con un pequeño tono de perversión y un toque de agresividad le contestaba -¡Esto no se va a quedar así!-. La situación cada vez se podía más y más intensa, besabamos cada uno de nuestros lunares y recorriamos cada centímetro de nuestra piel.

De repete con un brusco movimiento me sujetaba las manos dejandome casi inmóvil. Enseguida llevó mis manos y mi cuerpo contra el muro y de alguna logró llevar sus labios a mi cuello y comenzaba a besarlo con una delicadeza casi imperceptible, lo único que sentía era como me respiración se iba agitando.

Intenté darle un rodillazo, acto que no significaba un golpe, sino que tomara mi pierna y se pegara hacia mi.

Soltó mi cuello, y sólo una mirada bastó para decirnos telepaticamente: ¡Bésame!

Entonces me besó, llevabamos meses sin que nuestros labios se tocarán, extrañaba tanto eso. Tomó mis muslos y sin separarse de mi, me cargó con tanta pasión, justo como lo hacía antes. Me llevó a las escaleras el sentándose y yo estando sobre él. El sabía como dominarme, nos meneabamos muy rápido. Desabotonando mi camisa con cierta sensualidad y bajaba lentamente mi brassiere con los dientes.

Con una habilidad que el ya conocía, desabroche su pantalón e iba metiendo mi mano sujetando su pene con fuerza mientra movía mi mano de arribar a abajo.

Me levanté y le di la espalda; sujetó con fuerza mi cadera, pegandola a la suya. El con un solo moviento me inclinó y deslizó una mano por mi busto, era algo que me encantaba que hiciera. Le encantaban mis gimidos silenciosos.

Sacando su pene y bajandome los pantalones empezaba a restregarmelo. Era una tentación que no podía resistir; él era mi mayor tentación. Y provocarle placer era mi deleite.

Escuchamos una puerta abriéndose y en tan sólo unos segundos ya estábamos totalmente vestidos, aunque un poco colorados. Al ver la hora el dijo que debía irse, lo acompañe a la puerta y nos vimos incomodamente. Esperaba un beso de despedida y leyendome la mente me lo dio. Y en seguida sin decir más, se fue.

¡¿Que acababa de pasar?!

***

Marcas en la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora