Abrí los ojos sentado bajo el árbol de un inmenso prado. Estaba amaneciendo y no lograba recordar nada. Ni mi nombre, ni el lugar del que venía, ni siquiera lo que era yo en realidad.
De repente, como procedentes de otra persona, dos palabras rozaron mis labios:
-Estoy muerto.-
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No volví
SpiritualLa vida y la muerte están muy cerca uno del otro. Tanto, que si se acercan demasiado pueden llegar a deformar la realidad provocando consecuencias inesperadas.