Capítulo 2: El aniversario.

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Mañana del día 10 de octubre de 2015.

Me levanté de la cama bastante agotado. Por algún motivo, siendo sábado, me había levantado muy temprano y mis padres aún no se habían ido a trabajar. Me puse un batín debido a que hacía bastante frío solo en pijama y me dirigí a la cocina. Allí vi a mi madre desayunando quien al verme se alegró bastante.

—¡Hola, Eric! —dio un sorbo a su café—. ¡Te has levantado muy temprano, cariño!

—Ya, mamá. No sé, me dio por levantarme pronto —me acerqué a ella y le di un beso de buenos días —¿Dónde ha ido papá? —pregunté extrañado al no verlo desayunar junto a ella.

—A Badajoz a por tabaco para reponer.

Mis padres trabajaban en un estanco vendiendo tabaco. También vendían loterías y ya dieron premios alguna vez. Recuerdo que cuando era más pequeño pensaba que la lotería nos había tocado a nosotros y no a alguien. Me llevé una alegría vacua.

—Vaya —musité—. Quería verlo.

—Bueno, vendrá sobre las 10. No vendrá muy tarde —mojó su galleta en un poco del café y dio un gran bocado, acabándose la galleta de dos mordiscos—. ¿Tú qué harás hoy, Eric?

—Hmm. Pensé en salir con mis amigos, pero me vino a la mente que hoy era el aniversario —bostecé mientras mi madre sacaba el café del fuego—. No creo que vaya a ningún lado hoy.

Mamá suspiró. Me sirvió algo de café y me puso un paquete de galletas al lado.

—El aniversario... ¿El de Carlos?

—Sí, mamá hoy hace 6 años del accidente y quiero dedicarle la tarde.

Ella se sentó y colocó la mano en su barbilla mirándome con admiración.

—Entiendo hijo pero, ¿No se lo vas a contar nunca a tus amigos? Creo que los mejores amigos deben contarse las cosas.

Yo mordí mis labios. No me gustaba demasiado hablar de mis amigos.

—Mamá, yo no tengo mejores amigos. Tengo solo amigos, y ya. Sólo los quiero para pasarlo bien y divertirme, no para que me hagan de psicólogos —me excusé.

—Si así es cómo concibes a tus amigos, entonces no tienes nada. Estáis juntos porque estáis en la misma clase, no por aprecio mutuo y eso, hijo, no es amistad. Te he dicho muchas veces que no me gustan esos chicos y siempre dices que al menos lo pasas bien pero, si no están para ti en lo malo y en lo bueno, Eric, no son nada.

—Mejor que estar solo es —me encogí de hombros y cerré un poco los ojos. Sus palabras me dolieron bastante. Aunque por otro lado sabía que tenía razón.

—Ojalá encuentres a alguien que realmente te aprecie como él.

—Pf ojalá—asentí tristemente—. Pero por más que haga por ellos no soy correspondido. Es más, siempre hacen caso a los que más molestan y a mí me ignoran completamente. Solo dos del grupo son salvables.

—Hmm —suspiró. Posteriormente asintió y colocó su brazo en mi hombro—. Te entiendo entonces. No te sientes cómodo contando intimidades con ellos. ¿Verdad?

Empecé a ponerme nervioso. No me gustaba que mamá removiera el tema como si no fuera nada. Aunque sabía que sólo intentaba ayudarme.

—Mamá, ¿podemos dejar el tema? —pregunté con ganas de llorar.

—Está bien. Ya hablaremos cuando quieras. —miró la hora por el móvil y posteriormente comenzó a beber más rápido el café—. Mierda, se me hace tarde.

Oniria: El Mundo de los Sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora