Con un acento de mierda, entre el seseo y la poligamia, saludaba a Antonio con un "buenoz diaz" pero antes de poder acabar su puta frasecita de mierda con la que solía acogerle en su tienda desde hace más de dos años, el bolardo se introdujo sobre su craneo entre las palabras "buenoz" y "diaz" pero también entre su sonrisa desdentada por las palizas que le metía constantemente su padre Abdul en la infancia y los ojos negro azabache de ladrón y trapos sucios.
Mietras se deformaba su moreno cabezon de un solo golpe, el anciano sonreia, todo en un hermoso slow motion sacado de un zack snayder mostrando el mas absoluto gore.
La sangre se escapava a presión por las endiduras de la enorme herida, que casi partía la cabeza en dos. Los ojos desorbitados y bañados en sagre, se separaban más que los del perezoso cabron de "ice age". Mientas acababa la frase de bienvenida, en su segunda palabra, la sangre caía como las cataratas esas de Canadá, apenas podía respirar pues su dividido rostro estaba bañado en sangre y el poco aliento que le quedaba estaba ocupado en decir "dias" con acento moro.
Mientras tanto, en el bolardo, a más que se hundía, la sangre escalaba por él, de abajo arriba, hasta las manos de Antonio, y las mas escurridizas gotas de sangre, saltaban hasta la cara del anciano psicópata franquista.
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Antonio el revientacabezas
UmorismoUn microrrelato de testeo. Comedia negra con maridaje de gore.