CUATRO

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Después de una larga semana, de gritos por parte de Taeil y regaños por gastar tanto dinero en cosas que no valían la pena el sábado llegó y el mayor recogió al impaciente Yuta en la parada del tren. Ninguno de los dos sabía con exactitud cómo llegar al lugar, pero el GPS tenía que salvarlos. Partieron una hora antes de la cita y emprendieron su viaje. El castaño estaba un poco disgustado, en ese momento debería estar trabajando y no conduciendo a un destino incierto. Movió un poco la cabeza conversando consigo mismo, dándose cuenta de lo mucho que apreciaba a su amigo para hacer todo aquello por él.

El lugar curiosamente se encontraba casi en el medio de la nada, en una de las carreteras que daba a la salida de la ciudad. Cerca de esa zona solo había bares, tierra y más cantinas de dudosa procedencia.

—Este lugar no me da buena espina, Yuta, ¿no prefieres conseguirte un novio en el centro comercial o algo así? ¡Lo que sea que luzca menos peligroso! —exclamó Taeil, el cual manejaba con cuidado para no estropear las llantas del auto por culpa del mal estado de la carretera.

—Vamos, no seas miedoso, las fotos de Internet dejan ver que es un lugar bonito —le animó Yuta, pero el castaño seguía nervioso.

—En el medio de la nada, lo único cerca que hay son borrachos, ¿no crees que es un buen lugar para asesinar jóvenes calenturientos? —siguió con su paranoia. Taeil era la persona más melodramática de todas.

—Está llegando a su destino —habló la voz del GPS.

El mayor siguió manejando hasta que lograron dar con la edificación; era una casa. Literalmente frente a ellos se levantaba una mansión millonaria, no parecía para nada un prostíbulo o una casa cualquiera de citas, cualquiera que pasara por allí pensaría que era el higar de alguien importante. Yuta sonrió y rio. Los nervios de Taeil aminoraron al ver que era un lugar lujoso. Llegaron al portón de barandales de la casa y un hombre vestido con un traje color rojo los detuvo acercándose a la ventanilla del auto.

—Nombre —pidió sin siquiera saludar.

—Nakamoto Yuta —contestó el pelirrojo acercándose lo más que pudo desde el otro lado.

El hombre regresó a la caseta de seguridad y el portón se abrió para que pudieran pasar. Un ballet les indicó dónde estacionarse y Taeil dejó sus llaves, caminaron hasta la entrada y ahí estaban dos hombres igual vestidos de traje rojo los cuales abrieron las puertas, los dos amigos entraron. Todo aquello era más elegante de lo que pensaron jamás, incluso Taeil estaba emocionado y sorprendido.

Las puertas se cerraron detrás de ellos y se adentraron al recibidor, olía a alcohol y perfume combinados. Una chica vestida con ropa bastante provocativa se acercó a ellos, pero ninguno de los dos quería sus servicios. El mayor le sonrió amigablemente y la chica hizo lo mismo, llegó hasta ellos haciendo que su perfume invadiera el aire.

—Tengo una reservación con WinWin —dijo Yuta, la chica siguió sonriendo y caminó por el largo pasillo indicándole que lo siguiera.

El pelirrojo lo siguió y dejó que Taeil encontrara su propia diversión. Yuta siguió a la chica hasta que se detuvo frente a una puerta de madera color café, la abrió y dejó que entrara, pero se percató que no había nadie.

—WinWin no tardará en bajar —dijo la chica antes de cerrar la puerta para irse.

La chica, a pesar de traer puestos unos altos tacones de aguja, corrió escaleras arriba hasta el cuarto que usaban los empleados para prepararse. Buscó entre los tocadores al chico más joven del lugar, estaba desesperada por darle la buena nueva.

—¡Winko! —le llamó, el chico la miró y sonrió—. Ya llegó.

—Dios mío —dijo bufando.

Llamada Al 119. ((yuwin))Donde viven las historias. Descúbrelo ahora