DOCE

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Era sábado por la tarde y Yukhei ajustaba las muñecas de su camisa color blanco, se miró una última vez en el espejo y se sintió contento por lo que veía en él. Salió de la habitación de su propia casa y salió para buscar su auto. Tenía que pasar a buscar a WinWin, tenían una fiesta pendiente.

Aquellos dos se conocían desde hace más de un año y se querían bastante. El menor era carismático y alegraba a cualquiera que se le pusiera en frente, incluso pudo vencer el genio de Sicheng y lograr que fueran amigos, no del todo cercanos, pero se llevaban bastante bien. Las citas que Yukhei tenía con Sicheng eran especiales por una simple razón; no involucraban sexo o servicios de la 119. El hongkonés buscaba a WinWin para que lo acompañara a fiestas familiares y de negocios para fingir que eran pareja, un tema algo raro para ambos.

La primera vez que Sicheng conoció a Yikhei, lo primero que le dijo fue que necesitaba con urgencia un novio y WinWin casi sale corriendo al escuchar eso, pero después de que el menor le explicó todo se compadeció de él.

Mis padres quieren que les presente a mi novio, pero yo no tengo un novio, ¡ni siquiera soy gay! —había dicho Yukhei—. Tuve que inventarles todo eso para que no me obligaran a casarme con una desconocida.

Parecía de película, pero era real. Al final de la noche, el menor terminó borracho y llorando por el amor que sentía hacia una chica. Sicheng aceptó ayudarlo todas las veces que fuera necesario y eso los llevó a tener una relación diferente. Sin darse cuenta, ambos comenzaron a ser verdaderos amigos, nada más allá, pero era increíble para ambos.

Sicheng esperaba en la puerta de su edificio vestido con el traje que le había enviado para la ocasión. Era el aniversario de bodas de sus padres y lo festejarían en grande y claramente el heredero de la familia no podía llegar solo, todos le preguntarían por su tierno y misterioso novio. Sicheng se subió al auto y saludó a su viejo amigo con una sonrisa, tenía bastante tiempo sin verlo.

—¿Listo? —preguntó con una sonrisa radiante.

—Siempre lo estoy —dijo confiado, el otro se rio.

El auto emprendió la marcha y ambos se quedaron callados durante el camino hasta el jardín de eventos. Sicheng seguía acostumbrándose a la vida de los ricos, todo era tan elegante que era incluso innecesario, Sicheng en cada fiesta se daba cuenta que no pertenecía a aquel mundo ni era compatible con aquellas personas, pero Yukhei era diferente. Sus mayores características eran la sencillez y humildad, pocas personas había conocido como él y en algunos momentos lamentaba el hecho de que el menor tuviera preferencias diferentes. Sicheng tomó el brazo del más alto y caminaron juntos, saludando a los invitados y a los señores Wong. Los padres de Yukhei eran buenas personas, educadas y respetuosas, no se entrometían en sus asuntos y eso era algo que facilitaba el trabajo para los dos. Se sentaron en una mesa para disfrutar del banquete que ofrecían. La música era tranquila y el ambiente era armonioso para todos.

—¿Qué ha sido de ti, WinWin ? —preguntó el de tez morena iniciando la conversación.

—No mucho en realidad —se encogió de hombros.

—¿Por fin conseguiste a alguien que te quite el mal humor? —dijo riéndose. Sicheng lo imitó.

—¡Sigo esperando que te declares gay! —respondió a la broma y ambos rieron sin pena alguna.

Para la vista de cualquier chismoso, si pasaban como una pareja real que se llevaba excelente.

—¿Y hablando en serio? Desde que nos conocemos no has tenido una relación real —dijo aún sin dejar de sonreír. Yukhei había dejado de lado las bromas y las risas, porque también se preocupaba por Sicheng y sabía lo selectivo que era con todo el mundo.

—Nada nuevo, sigo rodeado de idiotas —ha su mente viajó Yuta—. El trabajo sigue igual que siempre.

Sicheng se encogía de hombros mientras hablaba, intentando restarle seriedad al asunto y que el menor se preocupara de verdad.

—¿No has pensado en dejar ese lugar? —preguntó con comida en la boca—. No veo que seas muy feliz ahí.

Y de vuelta la burra al trigo. Sicheng no comprendía porqué todos se entrometían en sus asuntos, si no era Yukhei era Sun, si no era ella era Kun y Yoonoh y ahora se sumaba a la lista Yuta, ¿qué no se cansaban? Era molesto y todos sabían que Sicheng no era fan de compartir sus problemas con los demás, por algo eran sus cosas y no de los demás. Él no iba por la vida metiéndose con los demás, ¿pero por qué ellos con él sí?

—Es fácil de entender; no conseguiré un mejor empleo hasta que me gradúe —dijo. Comenzó a comer del plato que tenía al frente, la comida era deliciosa.

—En cuanto tengas tu título te daré empleo como editor o cualquier cosa que quieras hacer.

Wong Yukhei era el heredero en vida de una de las editoriales más importantes en China y no dejaba de decirle a Sicheng todo lo que haría por él. Siempre le recordaba que le pagaría ese favor que le hacía con un mejor empleo.

—Podrás volver a tu hogar —recalcó.

Y estaba bien, Sicheng no desaprovecharía la oportunidad si de verdad se la ofrecían. Estaba cansado de tener que trabajar en algo que no le gustaba, ya no quería estarse privando de la vida por culpa de sus miedos e inseguridades, quería comenzar a vivir una vida como la de cualquier chico universitario. No veía la hora en graduarse de la universidad y dejar Seúl.

—Tendrás que esperar un poco para eso —dijo sonriendo.

—Lo haré —prometió. El mayor confiaba en él, sabía que era un hombre de palabra.

La fiesta continuó tan tranquila como cualquier otra, brindaron por el matrimonio que cumplía 50 años de casados y Sicheng les entregó el regalo que el hijo del matrimonio compró, pero el chico tenía que quedar bien con sus suegros y fingió que venía de su parte. Sicheng no sabía que tipo de impresión tenían los empresarios sobre él, pero tampoco es que fuera algo que le quitara el sueño, prefería quedarse con la duda y seguir con su vida normal.

La fiesta terminó después de que la banda que tocaba se fue, Yukhei se encargó de dejar hasta la puerta de su apartamento a su invitado y novio de mentiras y se despidieron como los buenos amigos que eran.

—Estaré en Corea por un tiempo, voy a necesitar tu ayuda —dijo antes de que Sicheng cerrara la puerta.

—Está bien —respondió bostezando.

—Necesitaré tu máxima ayuda como nunca... Un gran favor —le dijo un poco serio. El mayor se acomodó para escucharlo mejor, pero Yukhei ya no pensaba hablar más—. . Pero no hoy, ni mañana. Yo te buscaré.

Caminó de regreso hasta las escaleras y Sicheng cerró su puerta, le dio un par de vueltas al asunto y lo olvidó cuando entró al baño para hacer su rutina de noche. Encendió su teléfono celular y una orda de mensajes y llamadas de Yuta y sus dos amigos llenó el inicio, Sicheng rodó los ojos y aventó en el estante del baño el aparato, no tenía ánimos de lidiar con el idiota de Nakamoto Yuta. Ya luego inventaría algo para Kun y Yoonoh.













Llamada Al 119. ((yuwin))Donde viven las historias. Descúbrelo ahora