VEINTIUNO

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Las cosas estaban mal, o al menos eso sentía WinWin. Tenía dos días sin buscar a Yuta, ni él lo buscaba tampoco y eso era demasiado extraño, demasiado nuevo y enloquecedor en el peor sentido posible, pero en el fondo el chino intentaba hacerse creer que era lo lógico y lo justo para el japonés.
S

uspiró profundamente y siguió caminando por la acera vacía, era relativamente temprano y se dirigía a la universidad de Yuta para poder hablar con él, necesitaba terminar con aquella sensación tan horrible que le oprimía el pecho. No estaba seguro de lo que iba a hacer, ni de lo que iba a decir o cómo lo haría, hasta ese momento solo tenía planeado pararse frente al mayor y dejar salir su vómito verbal. Entró a los parámetros de la facultad y la ansiedad le cosquilleó el estómago. Su sistema simpático comenzaba a escandalizarse y sentía que estaba a punto de una crisis de nervios severa, pero tenía que seguir adelante, ya estaba ahí y el salir corriendo claramente no era una opción.

—Se supone que es su hora de descanso... —susurró débilmente.

Sicheng ni siquiera ocupó decirle a Yuta que estaría ahí, tampoco le preguntó en dónde se encontraría a esa hora, el japonés era tan abierto y transparente que le contaba todo lo que hacía, casi, cada minuto del día y eso para el chino era la cosa más tierna del mundo, ¿te imaginas salir con una persona que te cuente todo sin necesidad de preguntar? Quizá para algunos sea algo agobiador o incorrecto, pero para ellos no, disfrutaban de aquellas pláticas sin mucho sentido y relatos significativos de su día. Sicheng estaba tan triste y el día junto con él, el sol no brillaba con la misma intensidad de siempre y el aire soplaba frío.

La cabellera castaña de Yuta caminaba de un lado a otro hasta que encontró un lugar para sentarse, tenía deberes pendientes y atrasados, sentía que en ese punto del semestre la vida se le venía encima, pero solo le bastaba con recordar aquella cara tan bonita que Sicheng tenía y el corazón se le llenaba de amor. El pensar que ahora ese chico tan difícil de entender era su novio le llenaba la vida de luz.

Y por fin Sicheng encontró lo que tanto buscaba, lo dudó un momento, pero al final se acercó a la espalda de su chico y le tocó el hombro. Yuta se quitó los auriculares y se giró para atender a quien le pedía atención, abrió bien los ojos al darse cuenta del pequeño ser que tenía ahí parado.

—¿Sicheng? —dos días sin verse habían sido largos, pero Yuta quiso darle su espacio.

—Hola... —le susurró, parecía estar apenado—. Quiero hablar.

Yuta también quería, pero no se atrevía, ¿qué más podía decirle? No queriendo decir que aquel japonés estuviera un poco cansado de siempre repetir lo mismo y que Sicheng no le creyese, pero era justo lo que pasaba; Yuta comenzaba a cansarse y las ideas se le estaban agotando. Recogió sus materiales de la mesa y caminó junto a Sicheng en silencio, el mayor quería decirle una vez más todo lo que sentía, quería que su pequeño novio recordara que su amor bastaba para ambos. El de tez más blanca intentó tomar la mano del otro, pero el menor se detuvo y se puso frente a Yuta, era ahora o nunca.

—¿Estás realmente consciente de esto? —Yuta intentó agarrar el hilo de la pregunta.

—Sí, lo estoy —aseguró—. Y no importa.

—¿Y no importa? ¿De verdad piensas eso? ¡Vamos, Yuta, ambos sabemos que sí importa! —Sicheng regresaba a su desesperación habitual—. No puedo hacerte esto.

—¿Qué quieres decir? —Yuta ya no quería seguir con aquello que le oprimía cada vez más el corazón.

—¡No puedo ir a acostarme con otro y regresar a ti haciendo como si nada pasó, no puedo, simplemente no! —las lágrimas querían acumularsele en los ojos—. Deberíamos parar con esto antes de que se vuelva algo peor.

Llamada Al 119. ((yuwin))Donde viven las historias. Descúbrelo ahora