[ M A R Z O ]

9.7K 1.4K 227
                                    

•Amigos•


—Hubiera sido bueno saberlo desde un principio ¿No crees?—. México arreglaba el traje que enfundaba su cuerpo, para después comenzar a ponerse la corbata roja correspondiente a dicho vestuario.

—No creí que te afectará tan pronto. Veo que estás peor de lo que pensé—. La Catrina solo estaba sentada en la cama de aquella habitación de hotel, soltó un pesado suspiro, le preocupaba su pequeño.

—Nada más no me salgas con la mamada de que me voy a morir antes, ahí si va a haber problemas—. A Pesar de que lo decía en tono de broma, era verdad, eso pudo notarlo la mujer de huesos, que solo le miro con enojo .—Estoy jugando—. México se giró, aún con la corbata a medio poner y con una nerviosa mueca en su cara.

—Pues ese juego no fue divertido—. La Catrina se levantó de la cama y camino a la dirección del mexicano, para comenzar a atar la corbata del menor .—No te tomes esto a juego México, es importante...es sagrado—. La Catrina amarraba ambos lados del listón con cuidado, mientras el mexicano miraba a otro lado, tratando de evitar de nuevo la conversación .—Todo el mes te la pasaste en una cantina cantando canciones de Vicente Fernández, José José y de Juan Gabriel; dudo en serio que así quieras pasar estos últimos meses. Pudriéndote en una cantina de mala muerte—. La mujer de vestido largo y morado miro a la pequeña nación, la cual aún intentaba no hacer contacto visual con la mujer.

La Catrina suspiró, cansada de la actitud tan mierda del país, se alejó un poco y de su bolso sacó un pequeño frasco rojo. El mexicano miró el frasco curioso.

—Si lo deseas, podemos terminar con tu vida de una vez—. Habló, con un tono serio y enojado. No le había advertido a México que moriría solo para verlo pudrirse en una cantina, ella solo queria que aprovechara el tiempo lo mejor posible, tal parece que no dio resultado.

—¿Qué? ¡No!—.

—Parece que es lo que quieres, la herida en tu corazón es bastante sensible, y en vez de cuidarte solo te envenenas más. Eso solo me dice que quieres morir más pronto—.

México tocó su pecho, justo donde estaba su corazón al igual que donde reposaba la herida. Soltó un quejido apenas tocó un segundo el lugar, sí que estaba deplorable.

—No quiero morir ahora...ni después, pero...—. Suspiró cansado, caminando hasta la cama y sentándose en ella, bajo la atenta mirada de su madrina .—Solo no se que hacer con el tiempo que tengo. No sé de dónde partir, ahí tantas cosas que quiero hacer, tantas cosas que quiero remediar, pero no puedo...tengo tanto pánico de cagarla—. Sus manos pasaron por su rostro, en señal de frustración, soltó un sonido de dolor, tanto darle vueltas al asunto le daba dolor de cabeza.

—Hace tiempo visitaste a ¿Austria?—. La mujer miró a la nación asentir, aún con la mirada en el suelo y la cabeza gacha .—¿Porque decidiste ocupar dos semanas de tu vida con el?—. Comentó, sabiendo que pondría a trabajar la mente del norteño.

—Porque lo extrañaba—. Ni siquiera lo pensó, respondió de manera automática .—De verdad no quería que en lo que quedaba de mi vida nos miramos con rencor, o siquiera sentir el dolor en mi corazón cada vez que lo miraba—. México miro un punto en la pared, para después soltar un suspiro. Ganándose la mirada de su madrina .—Y quizás, quizás pensé que podríamos volver a ser como antes—. Cómo le hubiera gustado decírselo en la cara.

El mexicano sintió las manos de huesudas de la mujer en sus hombros, y elevó la cabeza encontrándose la esquelética cara de su madrina brindándole una sonrisa.

—Cuando fuiste a ver a Austria seguiste a tu corazón ¿Porqué no hacer lo mismo desde ahora?—. Una de las manos de hueso de la mujer acarició la mejilla del menor .—México, te advertí sobre...eso...solo para que disfrutarás, para que vivieras al máximo, no soportaría viéndote sufrir en el otro lado—. Admitió, en los labios del tricolor se pintó una sonrisa pequeña y hermosa para cualquiera que la mirara .—Así que porfavor México, vive al máximo lo que te queda—. La Catrina recibió un beso en la mejilla por parte del más bajo, que solo soltó una risa de alegría.

Un AñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora