Un montón de imágenes pasaban a gran velocidad en su mente. Por su frente caían gotas de sudor que mojaban su almohada y su camiseta estaba cubierta por la misma razón. Además, podía escucharse su pesada respiración por todo el estrecho cuarto.
— ¡No! —decía una y otra vez y en su voz se notaba esa desesperación que lo consumía de a poco.
Alex se despertó asustado al escuchar cómo su compañero gritaba, casi parecía que estuvieran torturándolo. Así que, preocupado, caminó lentamente hacia él. Vio como este se encontraba lleno de sudor, como su cuerpo se movía de manera desesperada y sentía el esfuerzo que tenía que hacer para respirar.
— ¡Hey, Coxon! —intentó despertarlo pero este no reaccionaba. Empezaba a preocuparle su compañero, pero también el hecho de el ruido que causaba. Si no paraba pronto de gritar, vendría alguien a poner orden.
Luego de unos segundos intentando despertarlo, el pequeño abrió los ojos y se sentó de golpe en su cama, lo que hizo que Alex se pusiera más nervioso de lo que estaba antes.
No entendía qué le pasaba a aquel niño. Nunca había visto nada como eso, pero la verdad es que con sus 9 años de vida, no había visto demasiadas cosas de la vida.
— ¿Qué pasó? —preguntó Graham nervioso. Pudo notar el miedo en la mirada de Alex. Sabía que esto era culpa suya y no pudo evitar sentirse avergonzado.
El mayor se quedó un rato en silencio y se sentó junto al menor intentando mantener la calma. No era culpa suya lo que había pasado, y quizá debería ayudarlo. Después de todo, él lo había salvado de que la secretaría lo atrapara.
— Sólo fue una pesadilla —respondió con voz tranquila y le regaló una sonrisa intentando que el contrario no se sintiera agobiado— Gritabas y me preocupé un poco y vine a despertarte.
Graham asintió y de inmediato agachó la cabeza. Había despertado a su nuevo compañero durante la madrugada. Lo más seguro era que le diría a todos y no querría volver a estar junto a él.
— No tienes que sentirte mal —sonrió de nuevo— A mi también me pasa a veces, Graham. Nos pasa a todos. Lo bueno es que ya nos tenemos el uno al otro para hacernos compañía y así no tener tanto miedo.
El pequeño levantó de nuevo la mirada y pudo ver en los ojos de Alex que decía la verdad.
Se sentía bastante afortunado de tenerlo de compañero. No sabía que necesitara tanto de un amigo, pues nunca había conocido cómo era tener uno.
Ambos compartieron una mirada cómplice. Alex estiró su mano como siempre hacía cuando iba a pactar algo y Graham, recordando que había hecho lo mismo al presentarse, le devolvió el gesto en seguida
— Bueno, chico nuevo, será mejor que volvamos a dormir si no quieres que te despierte la secretaría y su pata chueca.
Ambos rieron a causa del comentario de Alex y se quedaron en silencio unos segundos sin saber qué decir.
Graham quiso agradecerle a su compañero por haberlo despertado y no haberse molestado con él, pero la vergüenza aún lo invadía y no pudo encontrar ni un rastro de voz en sus cuerdas vocales. Pero no tuvo necesidad. Alex sabía que el pequeño era un chico tímido; a él también le había costado acostumbrarse a ese lugar, y los primeros días fueron un infierno.
Luego de eso, ambos se despidieron. Alex volvió a su cama y Graham se acostó en la suya. Iba a ser difícil reconciliar el sueño después de la pesadilla que lo había atormentado con anterioridad, pero gracias a la charla con su compañero, ahora se encontraba mucho más tranquilo y quizás un poco animado. Aunque, todavía seguía un poco preocupado por el día siguiente, era totalmente inocente de qué cosas podrían pasar en ese lugar.