CAPÍTULO XV

15 1 0
                                    

Todos pasamos por el curioso momento de observar a distancia a la persona que nos gusta, intentando, por todos los medios, no ser obvios o ser agarrados infraganti.

El no poder acercarte a esa persona y hablarle de manera natural, era una tortura autoimpuesta por Julieta. Ella sabía que no estaba mal hablar con él, pero también sabía que aquella opción no era la más viable por los sentimientos desarrollados hacia el joven. Era como comer golosinas siendo diabética, en pocas palabras, era mortal.

Viernes, dos días después de haberse enterado de que Nahuel si tenía algo con Camila. Dos días en los que tenía que aceptar todo lo que sentía y que no sería reciproco.

—¿Hoy llegas tarde? —preguntó su madre desde la cocina.

—Sí, tengo clases hasta las cinco de la tarde —respondió la joven mientras se maquillaba en el espejo del baño.

—No es por nada, Julie, pero deseo que pronto te gradúes.

—Yo también, mamá.

—Por cierto, ¿qué ha pasado con ese muchacho que te gustaba?

Julieta sonrió y guardó todo en su estuche antes de encontrarse con su madre.

—Pues, tiene una especie de novia.

—¿Una especie de novia? —cuestionó con diversión Rose—. Que yo tenga entendido se tiene o no una novia, no una “especie de novia”.

Julieta carcajeó mientras tomaba su mochila para empezar su tedioso día.

—Es una especie de novia porque ella tiene su novio y él es el amante. Es el tercero en discordia —explicó.

—Eso no habla muy bien de él, hija —comentó su madre con delicadeza mientras caminaban a la parada. Sabía lo complicado que era renunciar a una persona que quieres tener en tu vida, y más aún para su hija, porque era la primera vez en años que admitía gustarle alguien más. Sí, sabía que pasaría, pero igual no era fácil aceptar la situación—. Pienso que es inmaduro su actuar, no habla muy bien que se esté metiendo en una relación.

—Lo sé —murmuró Julie con desgana—. Él me confunde, a veces parece interesado y otras no.

—Julieta, cuando alguien gusta de ti lo demuestra. Te busca, te habla y, sobre todo, se interesa —comentó Rose tomando la mano de su hija—. Para mí, ese chico no está interesado en ti. Y no lo digo con ganas de hacerte daño —añadió con dulzura—. Bien sabes que eso es lo último que quiero para ti.

—Lo sé, mamá. Eso también pienso en ocasiones.

—Sí él estuviera interesado en ti, te buscaría como lo hace con aquella chica. —Julie asintió y le sonrió transmitiéndole con aquella sonrisa un: “voy a estar bien. No sé cuándo, pero lo estaré”.

No había porque apresurarse en temas del amor, sólo tenía que esperar. Porque como decía su madre: eso tarde o temprano llegaría. Y aunque aquel chico le gustaba, no era el primero ni el último que ocasionara ese torbellino de emociones en ella. Después de todo, el tiempo tenía todas las respuestas a sus interrogantes.

Con aquello en mente y una actitud positiva, decidió comenzar su día. Tenía todas las de ganar, pues aquella carrera que competía, era la de su vida.

—Va a ser sacerdote. —Fue lo primero que comentó Hana al llegar. Pensó que la vería triste. Sin embargo, estaba un poco alicaída, pero se reía de lo absurdo de su vida.

—Te dije que quien maneja los hilos de la vida es un cabrito —añadió Julie con una sonrisa—. Es que te vas a unos extremos increíbles.

—¡Estoy saladísima!

Tu Aura Y La MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora