Fantasmas del pasado

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-¡Alondra! ¿Cómo estás...?

-Lulabell, me pillaron intentando comunicarme contigo y eso está prohibido aquí, como ya sabes. Si tu me intentas hablar y preguntar sí puedo comunicarme con "el otro lado". Pero, como no esperé, me han despojado de mi condición de ángel. Ahora estoy a la espera de una audiencia con los Ángeles Mayores. Allí se decidirá lo que me espera.

-No sabía que eso funcionase así. ¿Qué era tan importante para que no pudieras esperar?

-Vigila de cerca a aquel que se hace llamar mi hermano. 

-¿A Alex? No comprendo, Alondra...

-Ese no es mi nombre, Lulabell- me interrumpió-. Nunca lo fue. Estando aquí descubrí que Alejandro no es mi hermano. Fui adoptada a los pocos meses de nacer. Más bien fui secuestrada. Por él. Dijo que me encontró en la calle llorando. Por eso sus padres accedieron a acogerme y hacerme creer que yo era parte de la familia. 

-Entonces, ¿cuál es tu nombre?

-Belén. Mis padres, mis verdaderos padres, me llevan buscando más de 17 años. ¿Me harías un favor? ¿Les explicarías todo lo que pasó? 

-Alon... Belén, eso que me pides es muy delicado. Tus padres podrían no creer lo que les digo. 

-Sólo explícales todo y diles que su bollito de nata y crema les manda mucho amor y velará por ellos. Ellos entenderán lo que significa- su voz suave en mi cabeza calmaba considerablemente mis inquietudes.

-Belén. Espera. Antes de irte, ¿quién te hizo esto?

-Debo irme ya. Tu amigo está intentando sacarte del trance y yo debo aguardar a la audiencia. 


Abrí los ojos bruscamente y me encontré con un Xavier malhumorado y preocupado zarandeándome de un lado a otro. 

-¡Xavier, ya basta, ya estoy aquí!

-Lulabell, no vuelvas a hacer esto sin haber nadie cerca. Me ha costado casi tres horas despertarte. 

-Xavs, ¿estás llorando?

-No, Lulabell, estoy sudando por los ojos. Claro que estoy llorando, estaba preocupado por ti. 

-Ay, Xavs, no llores, te prometo que no lo haré si no hay nadie cerca, pero para ya, por favor. Estoy bien- estaba empezando a sollozar yo también. Ver a Xavier tan preocupado por mi culpa, llorando de preocupación me rompía el corazón.

-Lulabell, sabes que desde... eso, no puedo pensar en estos viajes de la misma forma.

Le miré con tristeza.

-Lo sé, primo, lo sé. No lo volveré a hacer si no estás cerca. Pero esta gente me necesita. Nuestros amigos, Belén... todos.

-¿Belén?- dijo secándose las lágrimas.- Creo que me tienes que contar muchas cosas.

Le puse al día rápidamente. Al terminar nos quedamos en silencio, él con la expresión perdida, yo mirándole a él.

-Primo, sé lo que piensas. La abuela era una gran mujer. Sabes que lo que hizo fue por nosotros. 

-¿Has perfeccionado tus habilidades de telepatía?- Sonreí.- Sí, pensaba en la abuela. Bruja mayor, toda su vida dedicada a ayudar a quien lo necesitase y murió por mis descuidos. 

-Xavs, sabes que eso no fue así. La asesinaron porque quiso defender el secreto de sus nietos. Aún si eso significaba descubrirse ante todos. 

-Te repito que fue por culpa de mis descuidos. Si ese Xavier de doce años hubiese sido más discreto con los hechizos...

-No podías saber lo que ese descuido conllevaría. Sigue sin ser tu culpa. Es cosa de la sociedad, fue la gente quien decidió todo. 

-Lulabell, ¡fue mi culpa!- El silencio cayó sobre la sala. Sus manos temblaban. 

-No, Xavs, tú no podías saberlo- le pasé un brazo sobre los hombros-. ¿Es por esto por lo que renunciaste a la herencia de la abuela? ¿A tus poderes?

-Sí, prima, fue por lo sucedido- suspiró, abatido-. Nunca te he contado la historia completa, ¿verdad?

Negué con la cabeza. 

-Bueno, cuando yo tenía doce años y tú tenías cinco, mientras la abuela te enseñaba a preparar la famosa poción de somnolencia, yo practicaba los hechizos que ella me enseñaba. Ese día le pedí que me enseñara a leer el futuro en las cartas. Cuando aprendí, fui corriendo a leerles el futuro a mis amigos. Se me fue de las manos y dije cosas que no debí decir, causando que se asustaran y les dijesen a sus madres que yo era brujo. Así, la abuela tuvo que defenderme ante todos y decir que ella era la última bruja que podía hacerlo y que ella había leído el futuro de los otros niños y yo sólo lo había repetido. 

-Y allí decidieron acabar con la última bruja antes de que pudiera enseñarnos nada...

-Exactamente. Por suerte, aunque yo estaba traumatizado por lo que había hecho, tú no supiste lo que pasó en realidad y quisiste saber más. Encontraste los libros de la abuela. Los leías una y otra vez, hasta les pedías a mis padres que te dijesen el significado de las palabras más complicadas- sonrió con nostalgia-. ¿Recuerdas cuando llorabas de noche y yo iba a abrazarte?

-Echaba de menos a mis padres biológicos. Pero tus padres fueron verdaderamente amables al acogerme cuando murió la abuela. Les estoy muy agradecida por ello. 

-De todas formas, tenías tanto potencial para la magia blanca, para los hechizos, para lo espiritual... No quise decirte nada. Se te iluminaban los ojos cuando encontrabas otro de los libros de la abuela, por un momento olvidabas la tristeza que cargabas contigo a diario. Te transformabas. 

-Aún puedes honrar la memoria de la abuela. Puedes practicar la magia blanca que ella te enseñó.

-No, querida Lulabell. Cuando dejé la magia, al ser tan joven, perdí el talento que tenía. 

-Pero, Xavier, yo puedo ayudarte. La magia es algo que se lleva dentro- hice aparecer una pequeña llama en la palma de mi mano. Cerré la mano y el fuego desapareció. 

-¿Eso... Eso ha sido real?

-Claro que sí, me ofendes, Xavier- me miró boquiabierto.

-¿Xavier? ¿Desde cuándo me llamas así?

-Desde que me has ofendido dudando de mi magia y cada vez que estoy preocupada- dije cruzando mis brazos. 

-Perdona, prima. Pero volviendo al tema...

-Xavi... ahora sé un poco más de mi historia, de dónde vengo, a quién sucedí. Gracias a ti. Y ahora que sé todo esto, sé que has estado triste por lo de la abuela. Mañana se cumplen veintidós años de su asesinato. Iremos a ponerle flores de camino a la comisaría y no discutiremos este tema de nuevo si tú no quieres, ¿de acuerdo?- Le abracé de forma protectora.

-Mírate. Hace veintidós años eras una niñita asustadiza y triste. Y hoy eres toda una mujer, fuerte, independiente, inteligente y a la vez cariñosa. Te has convertido en una versión joven de la abuela. Estoy tan orgulloso de ti...

-Xavi, calla, me harás llorar. Te quiero, primito. 

-Y yo a ti, Lulabell. Descansa un poco, es tarde. Mañana debemos madrugar.

-Haré un poco de té antes de dormir. ¿Quieres una taza?

-Gracias.

Al día siguiente me levanté, sin haber dormido apenas, a recoger flores en el jardín. "Rosas, un par de lirios, algunos tulipanes... Listo", pensé mientras dejaba las tijeras y ataba un lazo alrededor de los tallos. 

-Oh, Lulabell, estás despierta. Has madrugado. 

-En verdad no he dormido- admití con una sonrisa cansada-. Pasé la noche recordando. 

-¿Así que has recuperado la memoria?

-No toda, pero los recuerdos son cada vez más nítidos. 

-Eso es genial. Ven, vamos a desayunar, le llevamos las flores a la abuela y volvemos a la comisaría. 

-Me parece estupendo, tengo mucho trabajo hoy. 

OmensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora