-¿Le intentó asesinar?
-El capitán esta inconsciente por la pérdida de sangre. Unos minutos más y no hubiésemos podido salvarle, fue una suerte que los agentes le encontrasen.
-Alto, agente. Me voy a la enfermería.
-Pero, detective...
Bajé corriendo las escaleras. Me daba igual lo que la mujer tuviese que decir. El corazón me latía de forma violenta. Por fin, tras lo que pareció una eternidad, llegué a la enfermería.
-¿Dónde está el capitán?
-Señora Castillo, por favor, salga de aquí, no se permiten las visitas a los enfermos.
-Es mi primo, tengo que verle- supliqué-. ¿Hay alguna forma de que usted me lo permita?
-Está bien- dijo el enfermero rodando los ojos-. No quiero problemas con el jefe. Sé que se molestaría si no dejo entrar a su familia.
Me guió por un laberinto de pasillos y cortinas blancas que separaban las camillas. Al fin le vi, tumbado en una cama con los ojos cerrados.
-¿Por qué diablos no han llamado a una ambulancia?- Pregunté con los ojos llenos de lágrimas.
-Bueno... la herida no parecía tan grave, así que la vendamos y le administramos un calmante.
-Llame usted a una ambulancia, haga el favor.
-Señora, no es necesario...
-Mire el charco de sangre que está goteando en el suelo, ¿usted cree realmente que no es necesario?- Pregunté.
El muchacho tenía el rostro pálido y no reaccionaba.
-¿No es necesario?- Grité.- ¡Llame a una ambulancia ya!
El enfermero volvió en sí y sacó su teléfono móvil. Tras un par de torpes intentos, mientras yo me ponía unos guantes y presionaba la herida de Xavier, consiguió pedir una ambulancia.
-Aguanta, Xavs. Ya llega la ambulancia. Vas a estar bien- le susurré.
Al llegar los técnicos me aparté y pregunté a qué hospital lo llevarían. Tras dar un par de instrucciones para la custodia provisional de los padres de Belén, me metí en mi coche y conduje lo más rápido que pude hasta el hospital.
Una vez allí me identifiqué y me dijeron que podría pasar unos minutos más tarde, por lo que fui a la cafetería a comprar un café. Al volver, me dieron indicaciones para llegar a la habitación que le habían asignado a Xavier.
Llamé suavemente a la puerta, para avisar de que iba a entrar. Verle intentar incorporarse en la cama me partió el corazón.
-Ven, deja que te ayude.
-Puedo solo, Lulabell- esbozó una mueca de dolor.
-Serás cabezota... ¡Déjame ayudarte!- Le reprendí.
Cuando estuvo sentado de forma confortable, me dejé caer sobre una de las sillas.
-Pareces agotada.
-Me has dado un susto de muerte, Xavier. ¿Qué fue lo que pasó?
-Ah, Lulabell directa al grano, como siempre- dijo pausadamente-. Bueno, le quise interrogar, pero estaba en tu mesa despotricando acerca de ti y de que no le dejaste estar con su esposa. Le hice pasar a mi despacho, ya que así podría parecer menos intimidante para él. Mientras cerraba la puerta le pregunté acerca de la noticia que les diste y... a partir de ahí no recuerdo nada, más allá de despertarme en esta cama cuando alguien- me miró de forma fugaz- me despertó.
-Bueno, disculpa si no quería parecer una acosadora que te observa mientras duermes, como solía hacer tu ex novio- dije de forma sarástica.
-Te perdono- me dijo con una amplia sonrisa-. Ahora dime, ¿qué pasó?
-Bueno... una agente me dijo que te había apuñalado. Sé que te encontraron a tiempo, pero ese inútil enfermero no quiso llamar a la ambulancia a pesar de que casi te desangras. Deberías despedirle, por cierto. Cuando llegué había un charco de sangre bajo tu camilla. Después de eso, vine aquí. Es todo lo que sé.
-Oh, bueno. Me han dado siete puntos, una transfusión sanguínea y un calmante, así que estaré bien. ¿Te puedo pedir un favor?
-Claro, Xavs. Lo que sea.
-En realidad serán dos. Primero, encierra a ese hombre y ponle protección a la mujer.
-Ya está hecho, Xavs. Le pillaron buscando a su mujer y le encerraron. Y Ana tiene protección desde esta mañana, no te preocupes por ello.
-Bien. Lo segundo que te voy a pedir es que te quedes conmigo esta noche. Sé que pido mucho, pero no quiero estar aquí solo.
-Claro, primito. Déjame que llame a la comisaría primero.
Llamé al agente Reyes, en quien más confiaba debido a su confesión acerca de Armando, y le pedí que reforzase la seguridad de la celda del señor Fernández, además de que mandase a Ana a algún lugar seguro con alguien de confianza para protegerla.
Entré de nuevo a la habitación, me senté en la silla y cogí la mano de mi primo. Tracé distintos patrones con mi dedo sobre el dorso de su mano mientras observaba el ritmo incansable de las gotas de suero caer hacía la vía. Era casi hipnótico. Xavier ya estaba dormido, gracias al calmante, y yo, al apoyar la cabeza sobre su cama, también me quedé traspuesta.
A la mañana siguiente me despertaron los enfermeros para pedirme que saliese de la habitación. Me despedí de Xavier con la promesa de volver a verle por la noche.
Al llegar a la comisaría llamé al agente Reyes para preguntarle por Ana. Me dijo que estaba en su casa, con él y su marido. Le pedí que la acercase a la comisaría lo antes posible.
Mientras esperaba, con pocas ganas, fui a buscar al padre de Belén.
-Oh, miren todos, es la brujita.
-Silencio, si no quieres que te espose. Quiero saber qué pasó ayer.
-Ya lo sabes, brujita. Apuñalé a tu querido jefe por tu culpa.
-¿Mi culpa?
-Como lo oyes. Si hubieses dejado que acompañase a mi mujer, esto no habría pasado. Tu querido primo estaría perfectamente.
-Qué interesante... es protocolo interrogar a los testigos por separado, si no hay un motivo de peso para que estén juntos. Si usted hubiese razonado con mi jefe en lugar de gritar y apuñalar, usted podría haber entrado con ella. En lugar de eso, usted tiene ahora una ficha policial con cargos de violencia e intento de homicidio premeditado. No se imagina lo difícil que puede ser conseguir y mantener un trabajo si se tienen antecedentes criminales.
-Yo no necesito trabajo. Gano más que suficiente para mantenerme. No lo entenderías.
-De hecho, sí lo entiendo, señor Fernández. Sé a lo que se dedica desde que dijo que el capitán es mi primo. Poca gente en la comisaría lo sabe, pues eso podría perjudicarnos a ambos. Ha tenido usted oportunidad de investigarnos a fondo, deduzco. ¿Pero sabe qué más he descubierto? El cuchillo que usted utilizó dejó marcas similares en el cuerpo del capitán y de mis dos agentes, según el informe forense. Además sus rasgos físicos me resultaron conocidos cuando le vi por primera vez. Es usted todo un maestro del disfraz, señor Fernández. ¿O debería decir Samuel?
ESTÁS LEYENDO
Omens
ParanormalLulabell es una joven bruja con mucha responsabilidad sobre sus hombros. Grandes cargas que la llevarán a tomar difíciles elecciones.