Revelaciones

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Al llegar al cementerio Xavier dejó las flores mientras yo acariciaba las letras grabadas en la fría piedra.

-Abuela, te conocí durante poco tiempo, pero fuiste la mejor guía espiritual que pudo existir. Te fuiste pronto, pero aún vives en nuestra memoria- me giré hacia Xavier-. Te dejaré un momento con ella. Te espero en el coche.

Diez minutos después Xavier montó en el coche, visiblemente emocionado.

-Vamos, detective. Hay que trabajar.

Arranqué el vehículo y conduje hasta la comisaría.

-Bueno, Xavs, voy a buscar una cosa y me voy.

-Muy bien.

Me dirigí a mi mesa y pulsé algunas teclas del ordenador. Cuando encontré la información que buscaba, me puse la chaqueta y salí a la calle. La brisa fresca me recibió al cruzar la puerta. Decidí caminar, la dirección que buscaba no quedaba lejos de la comisaría.

Vi el edificio de cinco plantas alzarse en el horizonte. Toqué el telefonillo, sin saber que iba a decir.

-¿Sí?

Me quedé callada unos segundos. Decidí presentarme sin dar el motivo de mi visita, aún.

-Buenos días, mi nombre es Lulabell Castillo, soy detective en la comisaría del barrio. ¿Me permiten la entrada?

La puerta se abrió con un chirrido metálico. En el segundo piso, una puerta abierta me daba la bienvenida.

-Con permiso. ¿Son ustedes Ana Gómez y Juan Fernández?

-Somos nosotros- respondió el hombre-. Supongo que vendrá a preguntar por el incidente de hace unos años, ¿me equivoco?

-De hecho, sí, se equivoca. No vengo a preguntar nada. Temo que puedo explicarles todo lo sucedido.

-Por favor, denos algo de consuelo. ¿Qué sabe?- Perguntó ansiosa la mujer, retorciendo el bajo de la camiseta.

Les conté todo lo que sabía. El secuestro, las mentiras, por qué nunca encontraron a su hija ni nadie denunció haber encontrado un bebé con las características de su hija.

-¿Y cómo ha descubierto todo esto? ¿Dónde está nuestra hija?- Preguntó ella.

Suspiré.

-Verán... puede que no me crean. Pero Alon... Belén- me corregí rápidamente-, contactó conmigo ayer. Lo malo de esa situación es que... ella está muerta.

No había froma sencilla de darles la noticia. Sus caras se tiñeron de un horror y una tristeza indescriptibles.

-No... No es posible. ¿Cómo sabe usted eso?

-Puedo comunicarme con los difuntos. Es algo que siempre he podido hacer. Su hija me explicó todo. Fue asesinada. Ahora mismo estoy investigando el caso, buscando al asesino. No puedo darles información acerca de los sospechosos, pero puedo decirles que ella me pidió que les diera un mensaje. "Su bollito de nata y crema les manda mucho amor y velará por ustedes".

-Dios... realmente era nuestra Belén- sollozó el robusto hombre.

La pareja se abrazó.

-Sé que su hija era una chica estupenda. Tuvo buenas calificaciones en la escuela siempre. Era amable y bondadosa.

-¿Usted... conoció a Belén?- Preguntó la mujer, pálida y temblorosa.

-Sí, una familia la acogió. No lo supe hasta hace dos días. Cuando yo conocí a esa familia, Belén tenía siete años. Me la presentaron como hija propia de la familia. Siento no haber visto lo que sucedía antes. Pero ella fue como una hermana pequeña para mí. Pueden tener claro que ella siempre estuvo bien, segura y cuidada. Yo misma me ocupaba muchas veces de cuidarla. Siempre fue una chica muy inteligente, todo le daba curiosidad. Y... quizá les gustaría tener esto- les enseñé el colgante que Belén no se quitaba nunca.

-Es... es la esmeralda protectora de la familia. Se la pusimos a Belén al nacer.

-Nunca se la quitó. Lo llevaba siempre puesto. Decía que lo llevaba desde que tenía memoria. A través del colgante siempre llevarán a Belén con ustedes- se lo ofrecí con manos temblorosas.

-Gracias, querida. Y no te preocupes. Tu secreto está a salvo conmigo. Gracias a ti ahora podré ver lo hermosa que es mi hija y la mujer en la que se ha convertido- Ana me guiñó un ojo y me hizo una señal con las manos.

La miré sorprendida.

-¿Acaso eres...?

-Bruja, sí. Pensé que era la última.

-Eso explica el talento que tenía Belén para los hechizos. Le enseñé pocos, pero aprendía rápido.

-Bueno, querida, gracias por todo. ¿Nos avisarás cuando sepas algo más?

-Claro- le aseguré al imponente hombre que me escoltaba hacia la puerta.

Me despedí y las inquietudes de mis preguntas sin responder me sacudieron.

Mientras volvía a la comisaría me inundaban las incógnitas. Saqué mi teléfono y le mandé un mensaje a Xavier:

"Tengo que hablar con Belén. Estaré en el patio. Te quiero."

Guardé el teléfono en mi bolsillo y me subí al coche. Conduje rápidamente hasta mi casa.

La sensación de la magia fluyendo a través de mi cuerpo era cada vez más familiar. En ese momento fue más fácil que nunca invocar la luz que me rodeaba cada vez que trataba de comunicarme con el otro lado.

-¿Belén?- No obtuve respuesta.- ¿Ro? ¿Armando?

-Lulabell Castillo, nieta de una bruja mayor, descendiente directa de Rosalinda Castillo. Acompáñame.

Miré al ser de luz que me tendía la mano, majestuoso. Sin embargo, reconocería esa voz entre un millón.

-¿Belén? ¿Qué te ha pasado?

-Soy la guía de los perdidos. Veo que estás perdida, buscando respuestas. Los Ángeles Mayores te han concedido una audiencia. Acompáñame.

-Pero...

-Vamos, Lulabell, no les hagas esperar.

La seguí por un interminable paisaje de luz blanca.

-Belén, hablé con tus padres esta mañana.

El ser luminoso se detuvo por unos segundos.

-Sí, lo sé. Se les ve muy felices de saber que fui feliz.

-Lo estaban. Creo que tu madre pronto te visitará. No permitas que se quede demasiado tiempo, Belén.

-No lo haré. Hemos llegado.

Alcé la mirada. Ante mí se alzaba una puerta cubierta con decoraciones exquisitas y brillantes joyas.

-¿Debo entrar o espero aquí fuera?

-Prepárate, anunciaré tu llegada.

La puerta se abrió y reprimí el impulso de taparme los ojos a causa de la luz que me cegaba.

OmensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora