vii.

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Peter se inclinó sobre la mesa cuando oyó en los labios de Beck su nombre bañado de eso que delataba todo lo que Peter quería escuchar. No dejó de mirarlo a los ojos ni de sonreírle, completamente cambiado por cómo se había manejado la situación a su favor.

—Tú quieres, yo quiero... ¿por qué no? —le dijo alzando los hombros.

—Ojalá fuera así de fácil, niño.

—¡Lo es! —exclamó Peter, ignorando el hecho de que le haya dicho "niño", inclinándose más hacia Beck sobre la mesa—. Mírame y dime que no me trajiste a tu hotel sin pensar en eso.

Quentin sonrió con la cabeza gacha, negando levemente aunque sabía que el chico tenía un punto y que, tal vez inconscientemente, lo había hecho. Pero no se imaginaba que Peter fuera tan... intrépido y atrevido respecto a ese tipo de cosas y mucho menos que realmente estuvieran teniendo una conversación de esa índole. El chico se veía más bien un poco cohibido en el tema pero, ahora que se daba cuenta, no le parecían descabellados esos rumores de que fuera tan promiscuo.

—No sé qué decirte —admitió Quentin rehuyéndole el contacto visual. Peter retrocedió un poco en su lugar, sin saber qué decir, tampoco—. He de suponer que tendremos que hablar al respecto.

—Bien —concluyó Peter cruzándose de brazos y recargándose en el respaldo de su asiento otra vez, un tanto impaciente. Beck se dio cuenta de la decepción del muchacho con tal acto y sintió la urgencia de hacer algo para recuperar su atención. Fue entonces que, un instante después, Quentin se decidió en dejarse fluir sin pensárselo tanto. Después se debatiría con él mismo entre si haberse metido con Peter había sido una buena decisión o no, entre si odiarse por ello o repetirlo mil veces en su mente sin culpa alguna. Pero en ese momento, frente a un guapísimo chico dispuesto a todo con él, solo quería dejarse llevar. Después pensaría qué hacer.

Sonrió ante el pensamiento y conclusión sin que Peter se diera cuenta y se excusó yendo al baño con la intención de al regresar, pagar la cuenta y llevarse a Peter a su habitación.

—No. Tú quédate aquí —le dijo a Peter cuando lo vio con intenciones de seguirlo y Peter, no muy contento por ese tono alejándolo, volvió a sentarse con los brazos cruzados y cabeza gacha—. Si quieres ir, vas después de mi —terminó de hablar Beck con una sonrisa y un guiño, esperando que eso haya calmado a Peter, pero el chico ni siquiera volteó a mirarlo.

—Como sea.

En menos de un minuto, Beck estaba regresando con su cartera en mano mientras se cruzaba de camino con Peter haciendo lo que le pidió hacer: ir después de él. Y Quentin sonrió pensando en que si el chico era siempre así de obediente, se divertiría mucho esa noche. Pagó y esperó por Peter de pie recargado en la mesa y con una mano en el bolsillo. Entonces apenas lo vio caminando de vuelta a la mesa, Quentin se dirigió a él, mirándolo, sonriéndole mientras se le acercaba con ese porte y esa vibra de que algo había cambiado. Y Peter sonrió de vuelta ante esa actitud renovada, deteniéndose para esperarlo sin poder quitarle los ojos de encima, ansioso de saber qué es lo que había cambiado, por qué y con qué fin.

—Ven —susurró Quentin más para sí mismo tomando suavemente con una mano el brazo de Peter, quien obedeció sin siquiera intentar apartar su mano. Caminaba rápido y grandes zancadas, haciendo que Peter saltara en su intento de seguir su acelerado paso y no quedarse atrás, además de que se esforzaba por no hacer parecer que Quentin lo estaba jalando aunque, casi, así era. Cruzaron la puerta cerrándola discretamente detrás de ellos y Peter se fijó perplejo y en su lugar cómo Beck volteaba a ambos lados del pasillo para asegurarse de que no hubiera nadie—. Maldita sea, tú ganas, niño.

Peter sonrió pero antes de que pudiera decir algo, las manos de Quentin lo tomaron de la espalda y sostuvieron firme pegado a él. Se atrevió por fin a abrir la boca para hablar, pero los labios de Beck lo interrumpieron antes de que siquiera le de tiempo de tomar aire.

Rumor a realidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora