a u b u r n || g i l b e r t b l y t h e ||

f i f t h || la revelación de la sangre y los principios del 'gustar'

—No entiendo cómo puede gustarte Billy Andrews —divagaba Anne tras salir de la escuela, caminando junto a Delilah, Diana y Ruby.

Había decidido volver a asistir a la escuela después de una prolongada ausencia, cosa que alegró a sus tres amigas de sobremanera, temían que solo la podrían ver una vez a la semana en el Club de Historias de Avonlea, del cual Delilah difícilmente era miembro, puesto que el trabajo no se lo permitía. De eso ya era cerca de un mes, aquél día habían celebrado el concurso de deletreo, el cual Anne había ganado compitiendo contra Gilbert.

—Porque él es bueno con ella, obviamente — respondió Ruby en su nombre, antes de darle la oportunidad de aclarar que no le gustaba.

—Pues es cierto que jamás lo había visto comportarse de esa manera —decidió admitir, recordando sus burlas.

—Así que a ti te gusta Billy, a ti te gusta Gilbert —le habló a Ruby— ¿y tú con quién me vas a apuñalar? —preguntó dirigiéndose esta vez a Diana.

—Cuando se conocieron, Gilbert llamó a Anne Zanahorias —explicó Diana por la mirada confundida de Delilah— y le jaló el pelo.

—Está bien, tal vez no son los mejores individuos...

—¿Tal vez? —replicó Anne volviendo a ponerse las manos sobre el abdomen.

—Anne, estoy comenzando a preocuparme, ¿estás segura de que estás bien?

—Sí, sí, no te preocupes. Mejor apresurate a llegar a la panadería, no querrás llegar tarde.

—Bien. ¿La llevan a casa? —ambas chicas asintieron— Nos vemos mañana.

Una vez se encontró trabajando, se permitió pensar tanto como le permitiera su mente. Todo el mundo decía que le gustaba Billy y que ella le gustaba a él, pero si era honesta ni siquiera estaba muy segura de lo que era gustar. Jamás había visto muestras de cariño entre sus padres, con las novias de sus hermanos y su abuelo había muerto antes de que ella naciera, así que tampoco eran un punto de referencia. Tampoco había hablado nunca de ello con nadie, pues había abandonado su hogar mucho antes de que aquellas preguntas comenzaran a asaltarla y le daba vergüenza hablarlo con su hermano, así que simplemente se quedaba ahí, completamente perdida entre sus propios sentimientos.

Billy era atractivo, no tenía caso negarlo, y Ruby tenía razón, sí se esforzaba en ser amable con ella, aunque fuera algo egocéntrico y pedante, además todos le aseguraban que el muchacho andaba tras ella, lo que de cierta manera le hacía sentir la obligación de sentir lo mismo. Pero no era así. No era que Billy le disgustara o que no le agradara, a veces disfrutaba charlar con él, sentía que en el fondo tenía sus cualidades, lo consideraba un buen amigo.

Sentía que si alguien le gustaba, era Gilbert.

Le gustaba la manera en la que Gilbert se reía, le gustaban las bromas que hacía, la forma en la que la miraba furtivamente durante el concurso de deletreo, le gustaba cuando jugaba con la manzana entre sus manos si ella por casualidad lo miraba durante el receso, como un lenguaje no verbal que solo los dos conocían, le gustaba cuando lo miraba en clase y él ya la estaba mirando, le gustaba conversar con él, le gustaba cómo se había visto martillando el techo de la casa de Ruby o cortando leña. Le gustaba cuando respondía una pregunta en clase, le gustaba cuando mencionaba a su padre, le gustaba la manera en la que siempre buscaba tocarla cuando hablaban, bien fuera su hombro, su brazo o rozando su mano. Le gustaba la manera en la que no podía contener su sonrisa siempre que lo tenía cerca.

Tal vez sí le gustaba Gilbert Blythe.

Suspiró tratando de disipar todas aquellas teorías de su mente en las que él se sentía de la misma manera. Ni siquiera quería ella misma aceptar algo de lo que no sabía lo suficiente como para asegurarlo. Cubrió el fruto de su trabajo con una fina tela y se limpió como pudo la harina de las manos, al salir se encontró a Gilbert, como si lo hubiera llamado con el pensamiento. Se encontraba descargando algunas cajas con manzanas.