I: Tequila

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Bruno

Conocí a mi padre cuando estaba a punto de cumplir diecisiete años de edad. Antes de conocerlo mi madre me había hecho creer que no lo tenía y que el mismo estaba muerto, sin embargo, su mentira ante mí cayó cuando al ella enfermar de cáncer y no tener a nadie quien se hiciera cargo de mí a su muerte, puesto que no tenía ningún familiar vivo, buscó de él y fue ahí cuando supe que tenía un padre.

En el tiempo en el que ellos dos se conocieron mi madre era una pasante en su empresa y se liaron. Sin embargo, cuando mamá se quedó embarazada debido a ello mi padre enfureció, la acusó de intentar atraparlo con un bebé y se puso muy nervioso, discutieron muy acaloradamente y mi madre empezó a sentirse mal, tuvo un sangrado y se creyó que estaba teniendo un aborto. No fue así, pero mamá, no queriendo obligar a un hombre a hacerse cargo de un hijo que parecía no querer, le mintió diciéndole que efectivamente había sufrido un aborto y mi padre salió aquel día del hospital convencido de que yo no existía.

Diecisiete años después al saber la verdad enfureció, mas, no podía reclamarle a mi madre porque estaba al borde de la muerte y tampoco es que hubiera muchas cosas que hacer para devolver el tiempo. Papá me explicó que no era que no me quisiera en ese entonces, simplemente estaba asustado por la sorpresa y no reaccionó de la mejor manera, en un principio me había sido difícil adaptarme a vivir con él, más que nada porque no lo conocía y echaba de menos a mamá; todavía no deja de hacerlo, pero él supo ganarme y se empeñó en darme todo el cariño que por años no recibí de él debido a la mentira de Noelia D' Angelo.

A diferencia de mucha gente primero tengo el apellido de mi madre y después el de Carlos Lagos, porque así lo he querido y lo querré siempre, pues sí bien ella me mintió y nos ocultó a ambos sobre nuestra existencia no dejé de quererla ni de admirarla como lo hacía; aunque tuviera todo mi derecho de molestarme, mas, me dolió más el hecho de haber perdido a mi guerrera, a mi mejor amiga con la que podía abrirme como con nadie más, la que desde que puedo recordar hasta el día de su muerte me cubrió de amor, de cariño y atención, recordando la última sonrisa en sus labios cuando con mi mano atada a la suya dijo adiós a este mundo.

Hoy se cumple un año más de su muerte y con lágrimas en los ojos estoy dejando sobre su tumba las flores que eran sus favoritas; orquídeas.

—Cuanto te he echado de menos estos años, mamá —musito, secándome una lágrima de la mejilla—. Ojalá estuvieras aquí para que conocieras a tu nieto. Es un terremoto intranquilo y un pequeño diablito travieso, pero aparte de eso, no te imaginas lo dulce que es, lo amarías tanto como yo.

Le dedico una hora a mi madre, como siempre que vengo a visitar su tumba. Recordé lo mucho que amaba cocinar y cuanto solía yo disfrutar viéndola hacer algo que le gustaba, que parecía apasionarla tanto. Me gustaba estar con ella en la cocina, escuchándola cantar y verla bailar mientras hacía pasteles que yo amaba comer.

Mamá.

Lágrimas salieron de mis ojos al recordar los miles de cuentos que me contaba, las dulces canciones de cuna que solía cantarme, para que así, pudiera dormir tranquilo e incluso algunas noches la puedo sentir detrás de mí, abrazándome cuando tenía mucho miedo y la llamaba en la oscuridad de la noche. Fue la mejor madre del mundo y si me pongo a recordar más terminaré llorando a gritos.

Prieto, mi chófer, me abre la puerta cuando me ve acercándome al Mercedes Benz al salir del panteón. Le doy las gracias con una leve inclinación de cabeza y entro en el vehículo. No logro acomodarme bien en el asiento cuando escucho vibrar el teléfono móvil en el bolsillo de mi pantalón de vestir, me apresuro a cogerlo y al ver el número parpadear en la pantalla siento fastidio, pero aun así, arrastro el dedo por la misma y me llevo el celular al oído mientras el coche es puesto en marcha por mi chófer.

Dulces Caricias ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora