VII: Bajo las estrellas

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Fanny.

—¿Ya has vuelto? —me pregunta detrás de la línea, puedo sentir desde aquí la ilusión que le da escucharme después muchas semanas sin vernos.

—Sí, llegué hace unas horas —le contesto a Bruno, feliz de escucharlo, sobre mi cama y después de haberme tomado un largo descanso de muchas horas de sueño—. Te llamé en cuanto me bajé del avión, quería avisarte de que había vuelto, pero no... me contestaste —le comunico, pero no es un reclamo ni nada.

Lo escucho largar un suspiro.

Lo llamé en cuanto bajé del avión puesto que la última vez que nos vimos, habiéndonos despedido la noche de la boda de mi hermano mayor, me hizo prometerle que el día que volviera le llamaría en cuanto me encontrara en tierra firme, y cumpliendo mi promesa lo hice, mas, su teléfono móvil me salió fuera de línea. Entendí que probablemente hubiera estado ocupado en algo, pero me hubiera gustado tanto verlo allí.

Discúlpame, Fanny. Había tenido un problemilla con el móvil y me costó hacerme de uno nuevo —me explica—. ¿Y cómo estás? ¿Estás bien?

Sonrío. Es tan dulce ese hombre y es una de las principales razones por las que me gusta tanto, y me gusta más el hecho de que muestre interés por mí más allá de lo que yo le pueda ofrecer sexualmente hablando, le preocupa que este bien. Él es increíble. En la boda de mi hermano, curiosa, le pregunté su edad y descubrí que es tres años menor que yo, aunque lo deduje cuando me comentó haber estado en el mismo grado escolar que Carolina la ahora esposa de, Iván que tiene cerca de esa edad.

—Estoy estupenda, Bruno, ¿tú?

—Muy contento de saber que has vuelto —hace una pequeña pausa—. Si pudiera correría hacía ti en este preciso instante y te daría todos los besos que no pude darte en todas las semanas que no te vi, pero desgraciadamente, ando un poco ocupado en estos momentos y no me desocuparé hasta dentro de unas horas.

—Oh, que lástima. Hubiera querido esos besos —musito, soltando un mohín.

Lo oigo reír tras la línea

—Y los tendrás, bella mía, los tendrás —me dice antes de agregar—. Qué tal sí, cenamos está noche, ¿puedes?

Por supuesto que puedo, como acabo de llegar de un largo viaje me quedaré en casa hoy y ya mañana volveré a mi rutina en el hospital que a veces me deja tan poco tiempo, pero esa es la vida de cualquier médico.

—Te enviaré la dirección de mi casa por Whatsapp para que pases por mí, ¿vale?

Está bien —musita en mi dirección—. Te veo al rato hermosa y prepárate para darme todos los besos que me debes, son muchos.

Y después de lanzarme un beso tras la línea me cuelga porque está como me ha dicho, algo ocupado.

Suelto un suspiro, miro la claridad del día a través del ventanal de mi habitación junto con el sol.

Si bien estaba en Kenia realizando un trabajo como médico voluntario, al igual que hice en Siria el año pasado, no todos mis sentidos estaban allí, no pude dejar de pensar en él todo este tiempo, y al igual que él, para ser sincera, me muero de ganas de verlo porque me encontré extrañando sus besos, sus abrazos, el calor de su dulce mirada, su sonrisa y lo bien que se siente su compañía.

Echándole un vistazo al reloj que cuelga de la pared de mi habitación donde compruebo que son pasadas las tres de la tarde y que dormí bastante, pienso en lo mucho que me gusta Bruno. Él me fascina de muchas maneras y no deseo perderme la oportunidad de estar con él. He estado sola por tanto tiempo, y pese a que no puedo controlar ese miedo que siento  de tener y volver a perder como me sucediera con Jackson, quiero creer que las tragedias no tienen que repetirse, que no estoy maldita ni nada por el estilo, y tal y como él me dijera, aun ninguno sabiendo hasta donde nos llevará esto, voy a disfrutarlo.

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