Dulces Caricias ✓✓

V: Como un bote salvavidas

Fanny

A Iván siempre lo recuerdo como ese chico rebelde, tosco e incontrolable. Era callado, silencioso y problemático. Sacaba canas verdes a mis padres cuando, en sus ataques de rebeldía, se metía en ciertas peleas callejeras que lo hacían llegar a casa, la mayor parte del tiempo, todo golpeado y le importaba una mierda los regaños de papá, si lo encerraban, de igual modo buscaba la forma de escaparse fuera como fuera.

Pero entonces llegó una niña de ojos azules, escuálida y con mucho sufrimiento en la mirada, que nos conmovió a todos por todo lo que siendo tan pequeña ya había sufrido, y esa chica significó un cambio en la vida de Iván, lo transformó en alguien distinto. Desde que llegó a su vida hace muchos años atrás se convirtió en un tesoro muy valioso para él. Veía el modo en que la miraba o la cuidaba en el pasado y no me podía creer que fuera ese chico tosco, bruto y rebelde que muchas veces fue expulsado de las escuelas porque los maestros y directores no soportaban que fuera tan rebelde e incontrolable. Hizo de mi perdido hermano una mejor persona y hoy estoy feliz de verlo a punto de unir su vida con la mujer que siempre supe era el amor de su vida aunque se lo negara a sí mismo y hayan pasado diez años separados y peleándose en cada reunión familiar donde coincidían, ella fingiendo odiarlo cuando al menos yo sabía que estaba loca por él.

Su unión matrimonial fue hermosa, se besaron al ser declarados marido y mujer por el padre y toda la iglesia se puso de pie para aplaudirle a una pareja que sin lugar a dudas se aman intensamente y merecen toda la felicidad. Están hechos el uno para el otro.

Por mi parte, cuando los vi besarse tan apasionadamente; como me ha sucedido en las últimas tres bodas a las que he asistido en menos de un años, no pude evitar transportarme a ese momento en que era yo la que estaba frente al altar, junto a Jackson, y sentí un agudo dolor en el corazón.

Es tan difícil entender que la vida me la haya arrebatado de la forma que lo hizo, es tan duro el saber que nunca podré volver a verlo, que nunca volveré a sentirme amada entre sus brazos y no deja de doler como cuando tuve que ver cómo su cuerpo desaparecía bajo tierra cuando fue enterrado y supe que era un adiós definitivo.

Pese a que han pasado más de tres años a mí me ha sido completamente imposible olvidarme de él. No sé olvida el primer amor y menos cuando a sido tan maravilloso. El amor que yo alguna vez le juré fue uno que seguirá existiendo aun después de la muerte. Mi corazón no deja de recordarlo todos los días, cada beso, cada sonrisa, cada abrazo, cada te amo, cada vez que hicimos el amor, desde la primera hasta la última vez.

Fabiola Forter; mi madre, lleva insistiéndome más de un año para que me dé la oportunidad con otro hombre de ser feliz, pues no le gusta verme tan sola y triste por mi viudez, y para ser sincera ya empezaba a sentirme angustiada a causa de esa soledad, mi vida reduciéndose solo del hospital a mi casa y de vez en cuando alguna noche de chicas con mis amigas, y al mismo tiempo una parte de mí había desarrollado un gran miedo a través de los años, el miedo de tener y volver a perder porque duele demasiado, así que me había dicho que era mejor estar sola, con el recuerdo de mi difunto marido, mis amigas y mis pacientes.

Y entonces, en una noche como cualquiera cuando nada buscaba apareció él, haciéndome sentir por él una pasión aterradora.

Bruno es hombre que sin duda es atractivo, pero también es un hombre dulce, adorable y de alguna forma extraña me da esa paz que desde hace más de tres años no solía sentir. No puedo decir que lo quiera, apenas si lo conozco, pero me atrae, me atrae muchísimo. Es el primer hombre que llama mi atención en mucho tiempo y eso debe significar algo, sin embargo, yo no quiero...

—Cariño, veo algo diferente en ti hoy y eso me gusta muchísimo, ¿será que finalmente has escuchado a tu madre? —la voz de mi madre, quien se halla sentada a mi lado mientras degustamos de la cena me saca de mis cavilaciones.