VI: Ni un millón de labios

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Bruno

La noche de boda y fiesta ha concluido, los novios habiéndose ido de luna de miel hace ya más de una hora atrás. Cuando todo terminó aunque es lo que menos deseo, pues nos la pasamos increíbles, Fanny y yo nos acompañamos juntos hasta donde están estacionados nuestros autos, mi mano contra su espalda y a través de la seda del vestido pareciera que pudiera tocar su suave piel y hace estragos en mí.

Horas antes de no haber sido por la interrupción de su hermanito habría terminado haciéndola mía contra una pared. Sin embargo, incluso cuando estaba tan excitado, lo agradecí, ella no merecía que yo tomara de esa forma. Fanny es una dama y así merece ser tratada, aunque cuando llega la pasión y más la que esa mujer me provoca, es difícil de controlar.

Ella me quita la razón con tan solo mirarme con esos grandes y lindos ojos mieles pulidos de largas pestañas negras que posee. Es de esas mujeres capaces de hacerle puré la mente a un hombre con tan solo una mirada, pues es demasiado bella y se siente tan extraordinario tan solo el hecho de tenerla cerca.

—Bueno, se supone que aquí nos despedimos —dice ella, frente a un Porche negro que asumo es el suyo.

La verdad es que no quiero despedirme, pero bueno, no queda de otra. Mis dedos tocan su mejilla.

—Bien lo has dicho, pero más que una despedida es un: «nos vemos luego». Me gustaría verte mañana para almorzar o cenar, no importa en qué circunstancia, solo deseo verte... mañana. ¿Qué me dices? —le pido, porque es lo que más quiero, volver a verla al otro día y muchos más, pero la cara que ella pone me hace fruncir el ceño, es una expresión de malestar en tanto se rasca la frente.

—Eh... me encantaría verte, claro que quisiera, pero, lamentablemente, no se va a poder Bruno, ni mañana ni al menos en los siguientes... dos meses —me informa, y antes de que mis labios se abran para preguntar el por qué ella agrega—: Saldré muy temprano a Kenia, estaré allí como médico voluntario por nueve semanas.

Ante sus palabras sentí un agudo dolor en el corazón.

Nueve semanas sin verla.

—No te veré en dos meses, eso es mucho tiempo Fanny. Yo...

Sus manos alrededor de mi rostro me hacen callar, las mías van alrededor de sus caderas rápidamente y la atraigo hacia mí. Es muy alta y tiene tacones, pero aun así debe alzar la cabeza para mirarme a la cara. Le supero en altura.

—Es mucho tiempo y es una pena que nos tengamos que separar por un periodo tan largo cuando apenas estamos empezando a tener... algo, pero tenía este viaje programado mucho antes de conocerte, Bruno. No fue algo que se me ocurrió justo hoy —me dice, mirándome a los ojos, la luz de las estrellas haciendo brillar toda su piel expuesta—. Mi labor allí es necesaria, es un lugar marginado donde la atención médica es muy escasa, más que nada por falta de personal médico disponible. La segunda razón por la que estudié la carrera de medicina, pues la primera es porque me gustaba bastante por lo hermosa que es, fue con la idea de ayudar a los más necesitados. Es debido a ello que en lugar de buscar empleo en una clínica de prestigio donde solo tendrían acceso las personas de dinero trabajo en un hospital local, atendiendo a personas que en más de una ocasión no tienen ni siquiera para comprarse una pastilla para un dolor de cabeza. Esa es la gente que realmente necesita ayuda y me gusta dársela, con la única petición de que Dios me dé vida y salud para continuar haciéndolo. No pido más.

Una sonrisa se me forma en los labios y me le quedo mirando con admiración.

Ella es extraordinaria.

Sabía que no desarrollé estos sentimientos por esta mujer tan rápido y de la nada. Es hermosa por fuera pero mucho más por dentro. Tiene un hermoso corazón.

Dulces Caricias ✓✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora