✧ Capítulo : [18]

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Café, esta vez no puedes sanar heridas

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Café, esta vez no puedes sanar heridas.

Término bebiéndote, consumiéndote igual que a las abejas al néctar de los girasoles, te necesito, imploro que por fin le pases hilo a el hueco que aspira, se alimenta de estas lágrimas secas y pausadas. Al agotar el líquido de la taza construida con uno de mis materiales preferidos, la porcelana esperó esa angelical sonrisa, que consigue dominarme cuando realizó ese esperando movimiento, acabar con el último sorbo.

—Cinco segundos. —Controlo el tiempo con la esperanza de que ambas mejillas se inflen. —Diez minutos...nada.

Vuelvo a ser yo la misma chica, percibiendo unas alas rotas frente al ventanal.

¿Será que le llegó la fecha de caducidad?

¿O la cafeína ya no me domina, con su efecto?

Pierdo la cordura al verme reflejada, no me canso, mucho menos parpadeo. Desesperada fuerzo esa impaciente entrada, donde los dientes se lucen junto a las curvas de una sonrisa, una irremediablemente rota. No lucirá igual, así le unte pegamento o cinta adhesiva se caerá será débil y tonta, ese cosquilleo divertido al reírse con un mejor amigo, me fue arrebatado, perdí la esencia de reír, para ganar la de llorar.

Acompañada de un fuerte pesar, descifró la vuelta del pasador cerrando por dentro las cortinas de seda blancas, la mascota de color negro extremadamente peluda de la Señora Beatriz, se posa sobre el ventanal llamándome con sus ojitos verdes. Sufre varias dolencias por culpa de su dueña viene aquí en un extenso maullido cada tarde, en esta ocasión llegó por la madrugada la veo demacrada, esa salvaje con la que habita suele tirarle agua hirviendo, golpearla hasta hacer que sus colegas la ataquen, es inocente no muerde ni a un vil ratón, pero hay una cosa es perfecta para ser adorable, no para cumplir con las expectativas de ser un animal empoderado y aniquilar. La maltrata diariamente, quedaría contenta por ser yo quien grite pero puros disparates en la cara de ese demonio, destranco el ventanal encontrándome a la gatita que escucha sigilosamente mis sollozos cada noche.

—¡Leila! fue esa abusadora quien te lastimo otra vez ¿no es así? —Su carita lo dice todo la rodeó con cuidado dejándola en la alfombra que reservó para ella. —Espera aquí voy por la caja de emergencia.

Desciendo las pisadas, de las llamativas pantuflas adornadas con un enorme panda regordete en cada pie, producen mucho escándalo no me benefician en lo absoluto, bajo la velocidad pero parece que empeoran frustrada logro sacarlas, reconozco la potente humedad que inverna toda la casa. Igual que una niña, apunto de entrar donde no debe analizó la oficina de la gran empresaria Cantero, a cambiado el estilo esta vez se ve mucho más tenebrosa, busco con la mirada la caja de medicinas y anestesias sin darme cuenta la semana pasada cambió su antiguo lugar, impidiéndome encontrarla vivo el riesgo de ser castigada sin ningún privilegio, pero no me inmuta necesito curar a Leila cuanto antes.

Paso por el escritorio lleno de reportes, fichas de cada empleado nuevo que ingresa a la compañía, tras actuar atropelladamente estos caen quedando arrugados por doquier, maldigo y veo a lo lejos las consecuencias que recibiré, por arruinar tantos documentos en un solo día. Apresurada los levantó ordenándolos en forma de abecedario, tal y como acostumbra hacerlo pretendiendo no levantar ninguna clase de sospecha, continuo pasando hasta reconocer con el tacto de mis medias una especie de fotografía, enmarcada con una x detrás se ve fea y sucia además de polvorienta y vieja, ante el misterio recojo el objetivo detectando que fue recortada, con el propósito de no dejar ver el rostro de la persona que aparece allí.

Mi Bella Imposible (EN ARREGLOS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora